BANCO MUNDIAL
EL GOLPE DE ESTADO PERMANENTE
ERIC TOUSSAINT
La agenda oculta del Consenso de Washington
ACERCA
DE ESTE LIBRO
Este libro es el resultado de un trabajo
iniciado hace catorce años. La redacción propiamente dicha comenzó en marzo de
2004 y duró dos años.
La principal fuente de información está
constituida por documentos producidos por el propio Banco Mundial, en total más
de 15.000 páginas. Consulté así mismo numerosos informes y estudios realizados
por otras instituciones internacionales, principalmente el Fondo Monetario
Internacional (FMI), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (CNUCED), la Organización de
Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco de Pagos Internacionales
(BRI). Las obras y estudios de una cincuentena de autores que han analizado el
tema me han sido de mucha utilidad (ver la bibliografía).
En el curso de los últimos dieciséis años,
he llevado a cabo, esencialmente para el CADTM, más de cincuenta misiones y
estadías en los países en desarrollo (PED), sobre todo en Latinoamérica, pero
también en Africa, Europa Central y del Este. El análisis desarrollado en este
libro debe mucho a estas numerosas misiones y a todas y todos aquellos que he
conocido en estas ocasiones.
He tenido relaciones directas con las
autoridades de algunos países en desarrollo; esto también contribuyó a la
elaboración de este análisis. Entre dichos contactos, tienen un lugar destacado
la invitación formulada por el Ministerio de Economía deTimor Oriental en marzo
de 2003, y las del Parlamento de Venezuela (la primera en 1997, y varias veces
entre 2003 y 2006), sin olvidar los contactos regulares con Luiz Inácio «Lula»
da Silva desde 1999, incluido un encuentro en junio de 2003, siendo ya
presidente de Brasil. Así mismo, tuve desde 1995 muchas reuniones y
discusiones, como presidente del CADTM Bélgica, con tres ministros belgas de
finanzas sucesivos: Philippe Maystadt (actual presidente del Banco Europeo de
Inversiones, BEI), Jean-Jacques Viseur y Didier Reynders. Debo agregar los encuentros
regulares con los administradores belgas del Banco Mundial y del FMI en
Washington desde 1998. En fin, intervine en debates públicos con importantes
funcionarios del Banco Mundial y del FMI en Praga, en Ginebra y en Bruselas.
Los reiterados contactos con gente del
pueblo en diferentes países en desarrollo y las relaciones permanentes con sus
movimientos sociales constituyen una brújula que consulté constantemente al redactar esta obra.
Tres capítulos del libro están basados en la
tesis doctoral en Ciencias Políticas que defendí en noviembre de 2004, en las
universidades de Lieja y de París VIII conjuntamente.
El libro adopta un desarrollo cronológico
para analizar el Banco Mundial, desde sus orígenes hasta el año 2006. He puesto
un cuidado particular en situar la política del Banco en un marco político y
geoestratégico. Por otra parte, cinco estudios por países ilustran la política
del Banco Mundial: Filipinas (1946-1986), Turquía (1980-1990), Indonesia
(1947-2005), Corea del Sur (1945-1998) y México (1970- 2005). El libro hace
inteligibles las motivaciones políticas, económicas y estratégicas del
gobierno de Estados Unidos con respecto al Banco Mundial. En la última parte se
aborda el tema de la justiciabilidad del Banco Mundial. El libro está ilustrado
con tablas, gráficos y una ficha descriptiva del grupo Banco Mundial, y contiene
un glosario.
Ante la amplitud del problema, muchos temas
serán tratados en una próxima obra, El Banco Mundial: el
horrorproductivista. Se trata de los siguientes puntos, entre otros: el
apoyo del Banco Mundial al modelo productivista y su impacto sobre el medio
ambiente; la visión del Banco Mundial sobre la pobreza; el trío Banco
Mundial-FMI-OMC; la política del Banco con respecto a las mujeres; nuevos estudios
sobre países (República Democrática del Congo, Iraq).
Como señalé en los agradecimientos, no
podría haber realizado este libro sin el concurso de personas muy próximas.
Pero los análisis aquí desarrollados son de mi entera responsabilidad, y no
comprometen a nadie más que a mí. Que sean retomados, completados, aumentados,
corregidos y, por supuesto, aplicados lo más ampliamente posible es mi deseo
más profundo, para lograr la emancipación de los oprimidos de la Tierra, lo que es, en el
fondo, el combate de toda una vida.
E.T.
15
de abril de 2006
&&&
TERMINOLOGÍA
EMPLEADA PARA DESIGNAR LOS PAÍSES EN DESARROLLO
UN
VOCABULARIO QUE NO ES NEUTRAL
Los términos empleados para referirse a las
diferentes categorías de países reflejan las divergencias teóricas y políticas
en materia de análisis y de estrategias. En general, estas divergencias se
refieren a los contenidos sociales de los conceptos económicos: las categorías
se presentan muy a menudo como reflejo de leyes naturales en las cuales las
relaciones sociales y las relaciones de fuerza no son especialmente consideradas.
Así, el concepto de subdesarrollo como si fuera un simple retardo, imputado a
veces a causas naturales, domina ampliamente.
1 País subdesarrollado es el término más
antiguo, que poco a poco va siendo abandonado porque implica una referencia a
los países desarrollados, y porque pronto adquirió un sentido peyorativo.
2 País en vías de desarrollo o en
desarrollo: estas expresiones son menos peyorativas que la anterior, pero se
inscriben en el mismo problema del atraso. Además se prejuzga que hay en
marcha una mejora de la situación que no siempre se verifica.
3 Países menos adelantados: término
utilizado en las clasificaciones de instancias internacionales, acumula todos
los defectos precedentes.
4 Tercer Mundo: término acuñado por Alfred
Sauvy1 en 1952 (por analogía con el Tercer Estado), que tuvo un
gran éxito durante la guerra fría para nombrar a todos los países con voluntad
de independencia, respecto tanto de Estados Unidos como de la URSS. Dos factores han
hecho delicado su empleo, aunque la costumbre subsistió: por una parte la
desaparición de la URSS
y del bloque que capitaneaba, y por otra parte la creciente heterogeneidad de
los antiguos países del Tercer Mundo.
5 Países pobres: expresión que pone el
acento en la pobreza económica de la mayoría de la población de los países concernidos. Oculta las desigualdades
escandalosas que existen en ellos.
Además, cierto número de países considerados pobres son en realidad ricos en recursos naturales, sin
hablar de su riqueza cultural. Más bien habría
que hablar de países explotados.
6 Países del Sur: fórmula cómoda para
estigmatizar la fractura con los países del
Norte, a menudo desarrollados y dominantes. Pero tiene dos defectos: silencia las numerosas excepciones a esta
clasificación geográfica y puede hacer caer en un fatalismo natural.
7 Países de la Periferia: expresión
emparentada con los enfoques estructuralista y marxista, que pone en evidencia
los fenómenos de dominación dentro del capitalismo mundial, dominado por los
países más industrializados, que aplican unas políticas imperialistas.
8 Países emergentes: designa las economías
que han iniciado un proceso de desarrollo innegable, los hace despegar del
conjunto, antes más homogéneo, del Tercer Mundo. China, India, Brasil son los
ejemplos principales. La expresión muy a menudo es sustituida por «mercados
emergentes», lo que pone en evidencia la visión neoliberal de un desarrollo que
sólo puede pasar por su inserción en la división internacional del trabajo
impuesta por la mundialización financiera.
9 País en transición: eufemismo empleado
para designar los países del Este europeo que, después del hundimiento de la URSS y el estallido del
bloque soviético, han seguido un proceso de restauración capitalista.
Advertencia:
A pesar de todo, en este libro emplearemos los términos siguientes como
sinónimos: Tercer Mundo, países del Sur, Periferia, países en desarrollo (PED).
Los países del antiguo bloque soviético están situados en la Periferia.
Estos
términos se emplean generalmente por oposición a: Triada, (principales) países
capitalistas industrializados, países del Norte, Norte, Centro, países imperialistas,
también considerados sinónimos.
PREFACIO
DEL AUTOR
EL GOLPE DE ESTADO PERMANENTE DEL BANCO MUNDIAL
La lista de gobiernos surgidos de golpes de
Estado militares apoyados por el Banco Mundial es impresionante.
Entre los ejemplos más conocidos, citemos la
dictadura del shah de Irán, instaurada en 1953 tras el derrocamiento del
primer ministro Mossadeg; la dictadura militar en Guatemala impuesta por Estados
Unidos en 1954 después de deponer al presidente democrático Jacobo Arbenz; la
de Duvalier en Haití, en 1957; la del general Park Chung Hee en Corea del Sur,
en 1961; la de los generales brasileños en 1964, la de Mobutu en el Congo y la
de Suharto en Indonesia en 1965; la de los militares en Tailandia en 1966, la
de Idi Amín Dada en Uganda y la del general Hugo Bánzer en Bolivia en 1971; la
de Ferdinand Marcos en Filipinas en 1972, la de Augusto Pinochet en Chile, la
de los generales uruguayos y la de Habyarimana en Ruanda en 1973; la de la
junta militar argentina en 1976; el régimen de Daniel arap Moi en Kenya en
1978; la dictadura en Pakistán desde 1978; el golpe de Estado de Sadam Hussein
en 1979 y la dictadura militar turca en 1980.
Entre otras dictaduras apoyadas por el Banco
Mundial, citemos la de los Somoza en Nicaragua y la de Ceaucescu en Rumania.
Algunas aún se mantienen: el régimen dictatorial chino, la dictadura de Deby
en el Chad, la de Ben Alí en Túnez, la de Musharaf en Pakistán, y muchas otras.
Recordemos también el apoyo dado a las dictaduras europeas: la del general
Franco en España y la del general Salazar en Portugal.1
Es evidente que el Banco Mundial ha apoyado
metódicamente unos regímenes despóticos, implantados o no por la fuerza, que
han aplicado políticas antisociales y cometieron crímenes contra la humanidad.
El Banco ha demostrado una falta de respeto total a las normas constitucionales
de algunos de sus países miembros. Jamás ha vacilado en apoyar a unos militares
golpistas y criminales, económicamente dóciles, ante los gobiernos
democráticos. Y no sin razón: el Banco considera que el respeto de los derechos
humanos (expresión que preferimos a «derechos del Hombre») no forma parte de
sus objetivos.
El apoyo que el Banco brindó al régimen del apartheid de Sudáfrica, desde 1951
hasta 1968, no debe borrarse de la memoria. El Banco se negó, explícitamente, a
aplicar una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptada
en 1964 que conminaba a todas las agencias de la ONU a cesar su apoyo financiero a Sudáfrica,
porque el país violaba la Carta
de las Naciones Unidas. Este apoyo y la violación del derecho internacional que
el mismo implica no deben quedar impunes.
En fin, como este libro revela, el Banco Mundial
ha concedido sistemáticamente, en el curso de los años 50 y 60, préstamos a
las potencias coloniales y a sus colonias para proyectos que permitían
aumentar la explotación de los recursos naturales y de los pueblos en
beneficio de las clases dirigentes de las metrópolis. El Banco, en este
contexto, se negó a aplicar una resolución de las Naciones Unidas que llamaba
a cesar el apoyo financiero y técnico a Portugal mientras éste no renunciara a
su política colonial.
Las deudas de las colonias de Bélgica, el
Reino Unido y Francia con el Banco Mundial, contraídas por decisión del poder
colonial, se transfirieron a los nuevos países en el momento de acceder a su
independencia.
El apoyo del Banco Mundial a los regímenes
dictatoriales se ha manifestado con la concesión de ayuda financiera así como
con la asistencia tanto técnica como económica. Este apoyo financiero y esta
asistencia han ayudado a las dictaduras a mantenerse en el poder y perpetrar
sus crímenes. Igualmente, el Banco Mundial ha contribuido a que estos
regímenes no se vieran aislados en el escenario internacional, porque el apoyo
y la asistencia han facilitado siempre las relaciones con los bancos privados y
las empresas transnacionales. El modelo neoliberal se impuso progresivamente
en el mundo a partir de las dictaduras de Augusto Pinchote en Chile, en 1973, y
de Ferdinand Marcos en Filipinas, en 1972. Ambos regímenes fueron apoyados
activamente por el Banco Mundial. Cuando tales regímenes llegaban a su fin, el
Banco Mundial exigía, sistemáticamente, a los gobiernos democráticos que los
sucedían que asumieran las deudas contraídas por sus predecesores. En resumen,
la ayuda financiera cómplice del Banco a las dictaduras se transforma en una
carga para los pueblos. Estos deben pagar ahora las armas compradas por los
dictadores para oprimirlos.
En los años 80 y 90, un buen número de
dictaduras se desplomaron, algunas bajo los ataques contundentes de potentes
movimientos democráticos. Los regímenes que los sucedieron han aceptado, en
general, las políticas recomendadas o impuestas por el Banco Mundial y el FMI
y han proseguido el reembolso de una deuda odiosa. El modelo neoliberal,
después de haber sido impuesto con ayuda de las dictaduras, se ha mantenido
gracias al yugo de la deuda y del ajuste estructural permanente. En efecto,
después del derrocamiento o el derrumbe de las dictaduras, los gobiernos
democráticos continuaron la aplicación de unas políticas que constituyen una
ruptura con las tentativas de construir un modelo de desarrollo parcialmente
autónomo. La nueva fase de la mundialización comenzada en los años 80,
coincidiendo con el estallido de la crisis de la deuda, implica, en general,
una subordinación creciente de los países en desarrollo (países de la Periferia) a los países
más industrializados (países del Centro).
LA AGENDA OCULTA DEL CONSENSO DE WASHINTONG
Tras
el comienzo de las actividades del Banco Mundial y del FMI, un mecanismo, a la
vez de fácil comprensión pero de compleja instauración, ha permitido someter
las principales decisiones de estos organismos a las orientaciones del gobierno
de Estados Unidos. Algunas veces, ciertos gobiernos europeos (en particular el
Reino Unido, Francia y Alemania) y el de Japón tuvieron voz y voto, pero los casos
son raros. A veces se producen fricciones entre la Casa Blanca y la
dirección del Banco Mundial y del FMI, pero un análisis riguroso de la historia
desde el fin de la segunda guerra mundial hasta el presente demuestra que,
hasta ahora, ha sido siempre el gobierno de Estados Unidos quien ha dicho la
última palabra en los ámbitos en los que tiene un interés directo.
Fundamentalmente, la agenda oculta del
Consenso de Washington es una política que tiende a garantizar el
mantenimiento del liderazgo de Estados Unidos a escala mundial y, a la vez, a
desembarazar al capitalismo de los límites que se le habían impuesto en la
postguerra. Estos límites eran el resultado combinado de poderosas
movilizaciones sociales —tanto en el Norte como en el Sur—, de un comienzo de
emancipación de algunos pueblos colonizados y de algunas tentativas de
abandonar el capitalismo. El Consenso de Washington es también la
intensificación del modelo productivista.
En el curso de las últimas décadas, en el
marco del Consenso de Washington, el Banco Mundial y el FMI han reforzado sus
medios de presión sobre un gran número de países, aprovechando la situación
creada por la crisis de la deuda. El Banco Mundial ha desarrollado sus filiales
—Sociedad Financiera Internacional (SFI), Agencia Multilateral de Garantía de
Inversiones (AMGI), Centro Internacional para la Resolución de
Conflictos Relativos a las Inversiones (CIRCRI))— tejiendo una red cuya malla
es cada vez más cerrada.
Por ejemplo, el Banco Mundial concede un
préstamo con la condición de que el sistema de distribución y de saneamiento
del agua se privatice. En consecuencia, la empresa pública se vende a un
consorcio privado, en el cual encontramos, como al azar, la SFI, filial del Banco. Cuando
la población afectada por la privatización se rebela contra el aumento abusivo
de las tarifas y la caída de la calidad de los servicios, y la autoridad
pública se enfrenta a la empresa nacional predadora, la gestión del litigio se
confía al CIRCRI, juez y parte a la vez. Se ha llegado así a una situación tal
que el Grupo Banco Mundial está presente en todos los niveles: 1) imposición y
financiación de la privatización (Banco Mundial); 2) inversión en la empresa
privatizada (SFI); 3) garantía de la empresa (AMGI); juicio en caso de litigio
(CIRCRI). Esto es precisamente lo que pasó en El Alto, Bolivia, en 2004-2005.
La colaboración entre el Banco Mundial y el
FMI es también fundamental para ejercer la máxima presión sobre los poderes
públicos. Y para completar el tutelaje de la esfera pública y de las
autoridades, para avanzar en la generalización del modelo, la colaboración del
binomio Banco Mundial/FMI se extiende a la Organización Mundial
del Comercio (OMC) desde su nacimiento, en 1995. Esta colaboración, cada vez
más estrecha, entre los tres organismos forma parte de la agenda del Consenso
de Washington.
Una diferencia fundamental separa dicha
agenda de su versión oculta. La agenda proclamada tiende a la reducción de la
pobreza mediante el crecimiento, el libre juego de las fuerzas del mercado, el
libre comercio y la menor intervención posible de los poderes públicos. La
agenda oculta, la que se aplica en realidad, tiende a la sumisión de la esfera
pública y de la privada de toda la sociedad humana a la lógica de la búsqueda
del máximo beneficio en el marco del capitalismo. La puesta en práctica de esta
agenda implica la reproducción de la pobreza (no su reducción) y el aumento de
la desigualdad. Implica un estancamiento, cuando no una degradación, de las
condiciones de vida de una gran mayoría de la población mundial, combinada con
una concentración cada vez mayor de la riqueza. Implica así mismo una
prosecución de la degradación de los equilibrios ecológicos, que pone en peligro
el futuro de la humanidad.
Una de las muchas paradojas de la agenda
oculta es que, en nombre del fin de la dictadura del Estado y de la liberación
de las fuerzas del mercado, los gobiernos aliados a las transnacionales
utilizan la acción coercitiva de las instituciones multilaterales
(Banco Mundial, FMI, OMC) para imponer su modelo a los pueblos.
LA
RUPTURA COMO
SALIDA
Estas son las razones por las que hay que
romper radicalmente con el Consenso de Washington, con el modelo aplicado por
el Banco Mundial. No debemos entender el Consenso como un mecanismo de poder y
un proyecto que se limitan al gobierno estadounidense flanqueado por su trío
infernal. La Comisión
Europea, la mayor parte de los gobiernos europeos, el
gobierno japonés se adhieren al Consenso de Washington y lo traducen a sus
propias lenguas, sus proyectos constitucionales y sus programas políticos. La
ruptura con el Consenso de Washington, si se limita a poner fin al liderazgo de
Estados Unidos acompañado por el trío Banco Mundial-FMI-OMC, no constituye una
alternativa, pues las otras grandes potencias están prestas a tomar el relevo
para proseguir unos objetivos muy similares. Imaginemos por un momento que la Unión Europea
suplante a Estados Unidos en el liderazgo mundial. Esto no mejorará
sustancialmente la situación de los pueblos del planeta, porque significa
simplemente el reemplazo de un bloque capitalista del Norte (uno de los polos
de la Triada)
por otro. Imaginemos otra posibilidad: la formación de un bloque
China-Brasil-India-Sudáfrica-Rusia, que suplante a los países de la Triada. Si este bloque
se guía por la lógica actual de sus gobiernos y por el sistema económico que
los rige, tampoco habría una verdadera mejoría.
Es necesario reemplazar el Consenso de
Washington por un consenso de los pueblos fundado en el rechazo al
capitalismo. Hay que cuestionar a fondo el concepto de desarrollo estrechamente
ligado al modelo productivista. Modelo que excluye la protección de las
culturas y su diversidad; que agota los recursos naturales y degrada de manera
irreparable el ambiente; que considera la promoción de los derechos humanos, en
el mejor de los casos, como un objetivo a largo plazo (a largo plazo estaremos
todos muertos); que, en realidad, más bien percibe dicha promoción como un
obstáculo para el crecimiento, que considera que la igualdad es un impedimento,
si no un peligro.
ROMPER LA ESPIRAL INFERNAL
DEL ENDEUDAMIENTO
El mejoramiento de las condiciones de vida
de los pueblos mediante el endeudamiento público es un fracaso. El Banco
Mundial pretende que, para desarrollarse, los países en desarrollo2 deben recurrir al endeudamiento externo
y atraer la inversión extranjera. Este endeudamiento sirve principalmente para
comprar equipamiento y bienes de consumo a los países más industrializados.
Los hechos demuestran, día tras día, desde hace décadas, que esto no conduce
al desarrollo.
Según la teoría económica dominante, el
desarrollo del Sur está retrasado debido a la insuficiencia de capitales
nacionales (insuficiencia del ahorro local). Siempre según esta teoría, los
países que pretendan emprender o acelerar su desarrollo tienen que recurrir a
los capitales externos utilizando tres vías: primera, endeudamiento exterior;
segunda, atraer a los inversores extranjeros; tercera, aumentar las exportaciones
para obtener las divisas necesarias para la compra de bienes extranjeros que
permitan proseguir su crecimiento. Mientras que los más pobres deben, también,
intentar atraer donaciones comportándose como buenos alumnos de los países desarrollados.
La realidad desmiente esta teoría: son los
países en desarrollo los que proveen de capitales a los países más
industrializados, en particular a la economía de Estados Unidos. El Banco
Mundial no dice lo contrario: «Los países en desarrollo, tomados «i conjunto,
son prestamistas netos respecto de los países desarrollados.»3 En 2004- 2005, la combinación de tasas
de interés bastante bajas, de primas de riesgo a la baja y de precios de las materias primas al alza ha producido un
gran aumento de las reservas de
divisas de los países en desarrollo (PED). Éstas se elevaban a finales del 2005 a más de 2 billones de
dólares. Una suma nunca alcanzada hasta entones. ¡Una suma superior al total
de la deuda externa pública del conjunto de los PEDs Si le sumamos los
capitales líquidos que los capitalistas de los PED depositaron en los bancos de
los países más industrializados, que se elevaban a más de 1,5 billones de
dólares, podemos afirmar que los PED no son los deudores sino, lisa y
llanamente, los verdaderos acreedores.
Si los PED establecieran su propio banco de
desarrollo y su propio fondo monetario internacional, estarían en perfectas
condiciones de prescindir del Banco Mundial, del FMI y de las instituciones
financieras privadas de los países más industrializados.
No es verdad que los PED tengan que recurrir
al endeudamiento externo para financiar su desarrollo. En la actualidad, el
recurso al empréstito sirve esencialmente para asegurar la continuidad del
reembolso. A pesar de la existencia de importantes reservas de divisas, los
gobiernos y las clases dominantes locales del Sur no aumentan la inversión y
los gastos sociales. Una excepción en el mundo capitalista: el gobierno
venezolano, que sigue una política de redistribución de los ingresos del
petróleo en beneficio de los más explotados, lo que le vale la oposición
radical de la clase dominante local y de Estados Unidos. ¿Por cuánto tiempo?
Nunca, hasta ahora, la situación ha sido tan
favorable a los países periféricos desde un punto de vista financiero. No obstante,
nadie habla de un cambio de las reglas del juego. Los gobiernos de China, de
Rusia, de los principales PED (India, Brasil, Nigeria, Indonesia, Tailandia,
Corea del Sur, México, Argelia, Sudáfrica...) no demuestran ninguna intención
de cambiar en la práctica la situación mundial en beneficio de los pueblos.
Sin embargo, en el plano político, si
quisieran, los gobiernos de los principales PED podrían constituir un poderoso
movimiento capaz de imponer reformas fundamentales en todo el sistema multilateral:
repudiar la deuda y aplicar un conjunto de políticas rompiendo con el
neolíberalismo. El marco internacional es favorable, pues la principal
potencia mundial está empantanada en la guerra de Iraq, en la ocupación de
Afganistán; y en Latinoamérica está enfrentada a fuertes resistencias que
acaban en fracasos vergonzosos (Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia...) o en un
callejón sin salida (Colombia).
Estoy convencido de que esto no se
materializará: un escenario radical no se presentará a corto plazo. La mayoría
aplastante de los actuales dirigentes de los PED están totalmente pringados en
el modelo neoliberal. En la mayoría de los casos, están por completo ligados a
los intereses de las clases dominantes locales, que no tienen la menor perspectiva
de alejamiento real (sin hablar siquiera de ruptura) de las políticas seguidas
por las potencias industriales. Los capitalistas del Sur se limitan a un
comportamiento rentista, y cuando no es así tratan, cuanto mucho, de ganar
cuotas de mercado. Es el caso de los capitalistas brasileños, surcoreanos,
chinos, rusos, sudafricano, indios..., que piden a sus gobiernos que obtengan
de los países más industrializados tal o cual concesión, en el marco de las
negociaciones bilaterales o multilaterales. Además, la competencia y los
conflictos entre gobiernos de los PED, entre capitalistas del Sur, son reales y
pueden exacerbarse. La agresividad comercial de los capitalistas de China, de
Rusia, de Brasil frente a sus competidores del Sur provoca divisiones tenaces.
Generalmente se ponen de acuerdo (entre ellos y entre el Sur y el Norte) para
imponer a los trabajadores de sus países un deterioro de las condiciones
laborales con el pretexto de aumentar al máximo su competitividad.
Pero más tarde o más pronto, los pueblos se
liberarán de la esclavitud de la deuda y de la opresión ejercida por las clases
dominantes en el Norte y en el Sur. Obtendrán con su lucha la aplicación de
políticas que redistribuyan la riqueza y pongan fin al modelo productivista
destructor de la naturaleza. Los poderes públicos se verán entonces obligados a
dar prioridad absoluta a la satisfacción de los derechos humanos fundamentales.
Para ello se requiere dar un paso hacia otra
dirección: salir del ciclo infernal del endeudamiento sin caer en una política
de caridad que tienda a perpetuar un sistema mundial dominado enteramente por
el capital y por algunas grandes potencias y sociedades transnacionales. Se
trata de la aplicación de un sistema internacional de redistribución de los
ingresos y de la riqueza a fin de reparar el saqueo multisecular al que aún
están sometidos los pueblos dominados de la periferia. Estas reparaciones bajo
forma de donativos no dan ningún derecho de ingerencia de los países más
industrializados en los asuntos de los pueblos auxiliados. En el Sur, es
cuestión de inventar mecanismos de decisión sobre el destino de los fondos y
del control de su utilización en manos de los pueblos involucrados. Esto abre
un vasto campo de reflexión y de experimentación.
Por lo demás, hay que eliminar el Banco
Mundial y el FMI y reemplazarlos por otras instituciones mundiales
caracterizadas por un funcionamiento democrático. El nuevo Banco Mundial y el
nuevo Fondo Monetario Internacional, cualquiera que fuere su nueva denominación,
deben tener unas misiones radicalmente diferentes de las de sus predecesores,
deben garantizar el cumplimiento de los tratados internacionales sobre derechos
humanos (políticos, civiles, sociales, económicos y culturales) en el ámbito
del crédito y de las relaciones monetarias internacionales. Estas nuevas
instituciones mundiales deben formar parte de un sistema institucional mundial
patrocinado por una Organización de las Naciones Unidas radicalmente
reformada. Es esencial y prioritario que los países en desarrollo se asocien
para constituir cuanto antes unas entidades regionales dotadas de un Banco
común y de un Fondo Monetario común. Con ocasión de la crisis del sureste
asiático y de Corea de 1997-1998, los países afectados habían considerado la
constitución de un Fondo Monetario asiático. La discusión fue abortada por la
intervención de Washington. La falta de voluntad de los gobiernos hizo el
resto. En la región latinoamericana y el Caribe, con el impulso de las
autoridades venezolanas, el debate sobre la posibilidad de crear un Banco del
Sur comenzó en 2005-2006. Un tema a seguir.
Una cosa debe quedar clara: si se busca la
emancipación de los pueblos y la plena satisfacción de los derechos humanos,
las nuevas instituciones financieras y monetarias, tanto regionales como
mundiales, deben estar al servicio de un proyecto de sociedad en ruptura con
el capitalismo y el neoliberalismo.
&&&
CAPÍTULO 1
EN LOS ORÍGENES DE LAS
INSTITUCIONES DE BRETON WOODS
Para evitar
la repetición de crisis del tipo de la de 1929, pero también para asegurar su
liderazgo en el mundo de la postguerra, el gobierno de Estados Unidos no tardó
en proyectar la creación de instituciones financieras internacionales. En 1944
nacieron en Bretton Woods el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Al principio, el presidente Roosevelt era favorable a la creación de instituciones
fuertes, capaces de imponer sus reglas al sector financiero privado, incluido
Wall Street. Pero ante la hostilidad de los banqueros, dio marcha atrás. Por
otra parte, el reparto de los votos en el seno del Banco Mundial y del FMI
refleja la voluntad de dominio de algunas potencias sobre el resto del mundo.
EN LOS ORÍGENES1
Fue en 1941, en plena segunda guerra mundial, cuando comenzó la gestación y la discusión de las instituciones
internacionales que se debían establecer cuando este gran conflicto terminara. En el seno de la administración
estadounidense, Harry White presentó
al presidente Franklin Roosevelt, en mayo de 1942, un proyecto titulado «Plan para un fondo de
estabilización de las Naciones Unidas y asociadas y un banco de las Naciones Unidas para la reconstrucción y el
desarrollo» (Plan for a United and Associated Nations Stabilization Fund and a Bank
for Reconstruction and
Development of the United Nations). Uno de sus objetivos era convencer a
las naciones aliadas en lucha
contra las potencias del eje (Alemania, Italia, Japón) de que cuando llegara la paz tendrían que
establecer mecanismos que impidieran que la economía mundial volviera a caer otra vez en una depresión
comparable a la de los años 30.
Entre 1941 y julio de 1944, momento en que se celebró la Conferencia de Bretton
Woods, se descartaron diversas
propuestas contenidas en el plan inicial. Pero una de ellas se materializó: la creación del Fondo Monetario
Internacional (FMI) y del Banco Internacional
para la Reconstrucción
y el Desarrollo (BIRD), más conocido como
Banco Mundial.
Para entender mejor la función atribuida a estas dos instituciones, vale la
pena remontarse al final de los
años 20 y a los años 30. La profunda depresión económica que azotaba de lleno a
Estados Unidos provocó un efecto de contagio sobre todo el capitalismo mundial.
Un síntoma de este contagio fue la interrupción por Alemania, en 1931, del
pago de la deuda de guerra a Francia, Bélgica, Italia y el Reino Unido. Y
continuando con el contagio, tras la huella de Alemania, estos países
interrumpieron el reembolso de su deuda externa con Estados Unidos.2 Por su parte, Estados Unidos redujo
drásticamente la exportación de capitales en 1928 y, sobre todo, en 1931.3 Al mismo tiempo disminuyó
considerablemente sus importaciones. Consecuencia: el flujo de dólares de
Estados Unidos al resto del mundo cesó, y los países endeudados con la primera
potencia mundial no dispusieron ya de dólares suficientes para los reembolsos.
Pero también les faltaban los dólares para comprar productos estadounidenses.
En consecuencia, el mundo capitalista se instaló en una espiral recesiva.
John Maynard Keynes comenta con cierto
sarcasmo la actitud de Estados Unidos desde 1932: «El resto del mundo le debe
dinero. Rechaza que sea reembolsado en especie; rechaza que lo reembolsen en
títulos; ya ha recibido todo el oro disponible. El rompecabezas en el que han
metido al resto del mundo no admite más que una sola solución: hallar algún
modo de arreglarse sin exportaciones.»4
Una de las lecciones aprendidas por el
gobierno de Estados Unidos bajo la presidencia de Franklin Roosevelt
(1933-1945) fue que un gran país acreedor debe poner a disposición de los
países deudores las divisas que les permitan pagar su deuda. Otra lección,
audaz ésta, es que en ciertos casos es preferible hacer donaciones y no
préstamos, si un Estado quiere que su industria exportadora obtenga un
beneficio máximo y duradero. Abordaremos esta cuestión más adelante cuando
evoquemos el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa (1948-1951).
Continuemos aún, brevemente, con los años 30
antes de pasar a la génesis de las instituciones de Bretton Woods en el curso
de la guerra.
CREACIÓN DEL EXPORT-IMPORT BANK DE WASHINTONG
(1934)
El
Export-Import Bank de Washington (agencia pública estadounidense de crédito a
la exportación, rebautizado más tarde como Eximbank) fue creado en 1934 con la
finalidad de proteger y favorecer a los exportadores de Estados Unidos. Garantizaba
las exportaciones y concedía créditos a largo término a otros países para que
importasen productos estadounidenses. Cada dólar prestado debía ser gastado en
la compra de mercaderías producidas en Estados Unidos. El Export-Import Bank
era muy modesto: 60 millones de dólares durante los primeros cinco años. Pero
luego el volumen aumentó rápidamente. En 1941, su capacidad de préstamo se llevó
a 200 millones de dólares y en 1945 alcanzó la suma de 3.500 millones. En los
primeros años, el Export-Import Bank puso su diana en Latinoamérica y el
Caribe, China y Finlandia. Los intereses en juego eran tanto económicos como
geoestratégicos.
NACIMIENTO DEL BANCO INTERAMERICANO (1940)
En 1940 se creó otro instrumento financiero:
el Banco Interamericano. Una institución interestatal, fundada por iniciativa
de Estados Unidos en el marco de la Unión Panamericana
(ancestro de la
Organización de Estados Americanos, OEA). Formaban parte del
mismo, desde el origen, Bolivia, Brasil, Colombia, la República Dominicana,
Ecuador, México, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Estados Unidos. Este banco
prefiguró, en cierta manera, el Banco Mundial, que sería fundado cuatro años
más tarde.
El principal arquitecto del lado
estadounidense era un partidario convencido de la intervención pública en la
economía, un adepto del New Deal:
Emilio Collado, el número dos del Departamento de Estado.5 Muy pronto participaría en las decisiones
preparatorias de Bretton Woods y en 1944 sería el primer representante (director
ejecutivo) de Estados Unidos en la dirección del Banco Mundial. No sólo el
Departamento de Estado estuvo involucrado en el lanzamiento del Banco
Interamericano en 1940. También el Departamento del Tesoro estuvo representado
por Henry Morgenthau y su asistente, Harry White.
Cuatro razones fundamentales impulsaron a la
administración Roosevelt a la creación del Banco Interamericano:
Primera: el gobierno comprendió que no sólo debía prestar dinero para que le
compraran sus productos, sino que también debía comprar las exportaciones de
aquellos a los que quería vender sus mercancías. La Alemania nazi, que
dominaba una parte de Europa, estaba aprovisionándose e invirtiendo en
Latinoamérica.6 El
establecimiento del Banco Interamericano debía permitir estrechar los lazos
entre Estados Unidos y todos sus vecinos del sur.
Segunda: Washington consideraba que no podía contar con el sector financiero
privado de Estados Unidos para prestar capitales al sur del río Grande,
mientras catorce países latinoamericanos estaban en cesación de pagos total o
parcial de su deuda externa. Entendía que Wall Street y los grandes bancos
estadounidenses eran responsables de la crisis de 1929 y de su prolongación.
Había que dotarse entonces de un instrumento público para actuar seriamente.
Tercera: a fin de convencer a los gobiernos latinoamericanos de que
participaran activamente en el juego de relaciones reforzadas con Estados
Unidos, había que proponerles un instrumento que, oficialmente, persiguiera
unos objetivos no directamente subordinados al vecino del norte.
A. A. Berle, adjunto del secretario del
Departamento de Estado, lo precisó con claridad: «En el pasado, los movimientos
de capital se consideraban como francamente imperialistas. Por lo general
conducían a dificultades de un tipo o de otro. Al otro país no le gustaba
pagar: los intereses generados se consideraban con frecuencia tiránicos.
Estamos aún liquidando muchos de los conflictos del siglo diecinueve que
fueron causados por movimientos de capital algo violentos y no siempre claros.»7
Cuarta: había que fundar un banco en el que participaran los países
prestatarios y donde tuvieran voz y voto. El razonamiento es muy simple: para asegurarse
de que los prestatarios reembolsarán su deuda, es mejor que formen parte del
banco. El mismo principio se aplicó en la construcción del Banco Mundial y del
FMI.
En cuanto al reparto de los derechos de voto
en el seno del Banco Interamericano, los criterios aplicados también serían
adoptados por el Banco Mundial y el FMI. El principio de «un país, un voto» se
abandonó en beneficio de un sistema basado en el peso económico (en este caso,
el volumen de las exportaciones).
El sistema preveía una guinda para los
países latinoamericanos: la existencia de una institución bancaria multilateral
debía protegerlos frente al recurso de la fuerza por los acreedores deseosos
de recuperar sus fondos. En efecto, no hacía mucho tiempo que Estados Unidos y otras
potencias acreedoras intervenían militarmente o bien tomaban el control de las
aduanas o de la administración de los impuestos de los países endeudados para
recuperar lo que pretendían que era suyo.8
Hay que destacar aquí que en aquel momento
la actitud firme de un número importante de países latinoamericanos (catorce,
entre ellos Brasil, México, Colombia, Chile, Perú y Bolivia), que decidieron
cortar total o parcialmente el reembolso de su deuda externa, fue coronada por
el éxito. Se debe poner en su haber tres resultados positivos: su crecimiento
económico fue superior al de los países que continuaron los pagos; recuperaron
un margen importante de autonomía frente a los países ricos; y lejos de ser
excluidos de cualquier otra forma de financiación, fueron cortejados por
diferentes gobiernos del Norte, que les ofrecían financiación pública. Es la
prueba de que la firmeza puede ser rentable.
LAS DISCUSIONES EN LA ADMINISTRACIÓN ROOSEVELT
Desde 1942, en la administración Roosevelt
se discutía vivamente sobre el orden económico y financiero que era necesario
implantar en la postguerra. Algunas ideas relativas a la deuda y los
movimientos de capitales retornaban a la mesa con regularidad: había que
establecer instituciones públicas multilaterales que, ante el carácter
aleatorio de la inversión internacional privada, proveyeran capitales públicos.
Estas instituciones tendrían que «controlar las inversiones internacionales de
capital privado, proporcionando medios judiciales y de arbitraje para la
resolución de las disputas entre acreedor y deudor, y para eliminar el peligro
del empleo por parte de los países acreedores de sus reclamaciones como base
para demandas políticas, militares o económicas ilegítimas.» (Extracto de un
memorándum del Consejo de Relaciones Exteriores con fecha Io de
abril de 1942).
PRIMER PROYECTO MUY AMBICIOSO DE HARRY WHITE
Como hemos visto más arriba, Harry White
trabajaba desde 1941 en el Departamento del Tesoro en la elaboración de un
plan relativo a la creación de dos grandes instituciones multilaterales.
Franklin Roosevelt recibió un primer proyecto en mayo de 1942, según el cual no
había que esperar el fin de la guerra para crear un fondo de estabilización de
los tipos de cambio (el futuro Fondo Monetario Internacional) y un banco
internacional para proveer capitales. Precisaba: «Dos agencias separadas,
aunque relacionadas, serían mejor que una sola, pues una agencia que se ocupe
de ambas tareas tendría demasiado poder y se correría el riesgo de cometer demasiados
grandes errores de juicio.»9 El fondo y el banco deberían incluir a todos los países, comenzando
por los aliados. El peso relativo de cada nación miembro estaría en función de
su peso económico. Los países prestatarios tendrían que formar parte del banco,
porque esto los incitaría a pagar. Ambas instituciones deberían favorecer las
políticas que garantizaran el pleno empleo.
El fondo debería asegurar la estabilidad de
los tipos de cambio, el abandono progresivo de los controles cambiarios y el
abandono de los subsidios a la exportación.
El banco, por su parte, debería aportar
capitales para la reconstrucción de los países afectados por la guerra y para
el desarrollo de las regiones atrasadas: tendría que ayudar a estabilizar los
precios de las materias primas. Debería prestar capitales a partir de su propio
fondo y disponer de una moneda propia: la unitas.
El ambicioso proyecto, tal como lo concibió
Harry White, fue profundamente revisado a la baja en el curso de los dos años
siguientes.
En efecto, Wall Street y el Partido
Republicano eran particularmente hostiles a varios puntos fundamentales del
plan White. No querían que hubiera dos instituciones públicas fuertes que
pretendieran reglamentar la circulación de capitales privados y que
compitieran con ellos.
Franklin Roosevelt decidió pactar, lo que
permitió que quedara asegurada de entrada la ratificación en el Congreso, por
amplia mayoría, en 1945, de los acuerdos de Bretton Woods de julio del año
anterior. Las concesiones hechas por Roosevelt eran considerables, a tal punto
que desnaturalizaron el proyecto original. Con todo, Wall Street esperó hasta
1947 para apoyar realmente al Banco y al Fondo.
Entre las propuestas originales10 que
fueron desechadas antes de la
Conferencia de Bretton Woods estaban:
—la creación de una moneda propia del Banco.
Harry White, como hemos visto, proponía llamarla unitas. John Mynard
Keynes, que por su parte hacía una proposición coincidente, la denominaba bancor.
—el recurso del Banco a su capital propio
para conceder préstamos. Finalmente se decidió que el Banco pidiera prestado a
los banqueros privados los fondos que a su vez prestaría.
—la estabilización de los precios de las
materias primas.
Los interlocutores privilegiados de Estados
Unidos para la adopción de una propuesta definitiva fueron el Reino Unido, que
exigía ser tratado de esa manera por Washington, y la URSS. Según Churchill,
las negociaciones entre Londres y Washington debían ser bilaterales y
secretas.11
Washington prefería negociar con todos los aliados por separado a fin de
dividir para reinar. Al parecer, Franklin Roosevelt, secundado por Harry White
y Henry Morgenthau, secretario del Tesoro, quería realmente asegurar la
participación de la
Unión Soviética en la creación del Banco y del Fondo.
Morgenthau comunicó en enero de 1944 que dos delegados soviéticos llegaban a
Washington para discutir el tema.
DIMENSIÓN GEOPOLÍTICA Y GEOESTRATÉGICA
Entre el Io y el 22 de julio de
1944, tuvo lugar la conferencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas,
conocida con el nombre de Conferencia de Bretton Woods,12 con
la presencia de 44 países, incluida la Unión Soviética.
La delegación de Estados Unidos estaba
encabezada por Morgenthau y White, la británica por lord Keynes. Ambas
delegaciones dirigirían los trabajos.
Los soviéticos participaron en la
conferencia. Según las negociaciones entre Washington, Moscú y Londres, la URSS tendría la tercera
posición en términos de derechos de voto, aunque los soviéticos deseaban la
segunda.
Finalmente, Moscú no ratificó los acuerdos
finales y en 1947 denunció en la
Asamblea de las Naciones Unidas a las instituciones de
Bretton Woods como «filiales de Wall Street». Para la representación
soviética, el Banco Mundial estaba «subordinado a unos objetivos políticos que
lo convierten en un instrumento de una gran potencia».13
El reparto de los votos ilustra muy bien la
voluntad de dominación de Estados Unidos y de Gran Bretaña sobre ambas
instituciones. En 1947, los dos países totalizaban casi el 50% de los votos
(34,23% Estados Unidos y 14,17% el Reino Unido, al 30 de agosto de 1947).
En dicho año, la distribución por categorías
de regiones y países proporciona una imagen de la relación de fuerzas en el
campo de los aliados (sin la URSS),
en la inmediata postguerra. Los trece países capitalistas más industrializados
sumaban más del 70% de los votos.14 En conjunto, el continente africano no disponía
más que de un 2,34%. Sólo tres países africanos tenían derecho de voto, pues
casi todo el resto estaba aún bajo el yugo colonial.15 Estos
tres países eran Egipto (0,7% de votos), la Unión Surafricana
(1,34%), gobernada por un poder blanco racista que instauraría el apartheid un
año más tarde, y Etiopía (0,30%). En resumen, el Africa negra con un gobierno
negro (el emperador Haile Selassie) no tenía más que el 0,3 por ciento de
votos.
Asia, con sólo tres países miembros, tenía
un 11,66% de votos: la China
de Chiang Kaishek, aliada de Estados Unidos (6,68%), Filipinas, colonia
estadounidense hasta 1946 (0,43%), y la India, que se independizó de la corona británica
en 1947, (4,45%).
Europa Central y del Este tenían un 3,90% de
votos: Polonia y Checoslovaquia (1,6% cada uno) y la Yugoslavia de Tito
(0,7%).
El Cercano Oriente y el Oriente Medio
disponían de un 2,24% de votos: Turquía (0,73%), Líbano (0,32%), Irán (0,52%),
Siria (0,34%), Iraq (0,33%).
Latinoamérica y el Caribe, región
considerada como firme aliada de Estados Unidos, tenía en total un 8,38% de votos,
repartidos entre 18 países: Bolivia (0,38%), Brasil (1,39%), Chile (0,64%),
Colombia (0,64%), Costa Rica (0,29%), Cuba (0,64%), República Dominicana
(0,29%), Ecuador (0,30%), El Salvador (0,28%), Guatemala (0,29%), Honduras
(0,28%), México (0,96%), Nicaragua (0,28%), Panamá (0,27%), Paraguay (0,28%),
Perú (0,45%), Uruguay (0,38%) y Venezuela (0,38%).
&&&
CAPÍTULO 2
LOS COMIENZOS DEL BANCO MUNDIAL
Al contrario de lo que muchos creen, la
función del Banco Mundial no consiste en reducir la pobreza en los PED. La
misión que los vencedores de la segunda guerra mundial, sobre todo Estados
Unidos y el Reino Unido, le atribuyeron consistía en ayudar a la
reconstrucción de Europa y, subsidiariamente, a contribuir al crecimiento
económico de los países del Sur, una buena parte de los cuales eran aún
colonias. Es esta última misión, que llamaron de «desarrollo», la que ha tomado
una amplitud cada vez mayor. El Banco prestó dinero de entrada a las metrópolis
coloniales (Gran Bretaña, Francia, Bélgica) para explotar mejor sus colonias,
después, cuando éstas lograron su independencia, les impuso la obligación de
asumir las deudas que las metrópolis contrajeron para reforzar la colonización
y la explotación de sus recursos naturales y de sus pueblos.
En el curso de los primeros diecisiete años
de existencia, los proyectos apoyados por el Banco Mundial consistían en
mejorar la infraestructura de comunicación y la producción de electricidad. El
dinero prestado a los PED debía ser gastado, sobre todo, en los países
industrializados. Los proyectos apoyados debían mejorar la capacidad de
exportar del Sur hacia el Norte, a fin de satisfacer las necesidades de éste y
enriquecer a un puñado de sociedades multinacionales de los sectores
concernidos. Durante este período, los proyectos relativos a la enseñanza, la
salud, el acceso al agua potable y el saneamiento de las aguas residuales eran
inexistentes.
Desde el principio, las misiones del Banco
tendían, esencialmente, a aumentar su capacidad de influencia sobre las
decisiones tomadas por las autoridades de un país dado en un sentido favorable
a las grandes potencias accionistas y sus empresas.
La política del Banco evolucionó en reacción
al peligro de contagio revolucionario y a la guerra fría. Los temas políticos
despertaron el interés de los responsables del Banco: los debates internos
demuestran que respondían a los mismos en función de los intereses de
Washington o de otras metrópolis industrializadas.
La actividad del Banco comenzó, en realidad,
en 1946. El 18 de junio de dicho año, Eugene Meyer, editor de The Washington Post, un ex banquero,
entró en funciones como primer presidente del Banco. Se mantuvo seis meses.
Los comienzos del Banco Mundial fueron, en
efecto, difíciles. La hostilidad de Wall Street no había disminuido después de
la muerte de Roosevelt, en abril de 1945. Los banqueros desconfiaban de una
institución que, para ellos, estaba aún muy influenciada por la política del New Deal, demasiado intervencionista y
demasiado pública. Habrían preferido que Estados Unidos desarrollara de forma
exclusiva el Import-Export Bank. Se alegraron del alejamiento de Henry
Morgenthau, que ya no era secretario del Tesoro.1 No se oponían
particularmente a Eugene Meyer, presidente del Banco, pero no les agradaban de
ningún modo los partidarios de un control público, como eran Emilio Collado y
Harry White, directores ejecutivos del Banco Mundial y del FMI,
respectivamente.
En 1947, quedaron satisfechos con los
cambios en la dirección ya que un trío favorable a Wall Street tomó entonces
las riendas del poder: John J. McCloy fue nombrado presidente del Banco Mundial
en febrero de 1947, lo secundaban Ro- bert Garner, vicepresidente y Eugene
Black, que reemplazó a Emilio Collado. Hasta entonces, John McCloy era un
importante abogado de negocios en Wall Street, Robert Garner era vicepresidente
de General Foods Corporation y Eugene Black era vicepresidente del Chase
National Bank. Por otra parte, Harry White fue destituido del FMI. Wall Street
se sentía completamente satisfecho. Con la partida forzada de Emilio Collado y
Harry White desaparecieron los últimos partidarios de la intervención y el
control públicos de los movimientos de capitales. Los “afaires” podían
comenzar.
“La Caza de Brujas”
La vida del Banco
Mundial y del FMI fueron muy influenciados por la guerra fría y la caza de
brujas lanzada en Estados Unidos, principalmente por el senador republicano
por Wisconsin Joseph McCarthy. Harry White, padre del Banco Mundial y director
ejecutivo por Estados Unidos en el FMI, fue objeto de una investigación del FBI
(Federal Bureau of Investigation) en 1945 por espionaje a favor de la URSS.2
En 1947, su caso fue sometido al gran jurado federal, el cual
se negó a iniciar un proceso. Al año siguiente, compareció ante el Comité de
Actividades Antiamericanas (Committee on Un-American Activities). Víctima de
una agresiva campaña, murió de un ataque cardíaco el 16 de agosto de ese año,
tres días después de su comparecencia ante el Comité.3 En noviembre de 1953,
durante la presidencia de Eisenhower, el fiscal general lo inculpó postumamente
como espía soviético. Acusó también al ex presidente Truman de haberlo
designado como director ejecutivo del FMI a sabiendas de que era un espía
soviético.
La caza de brujas afectó
asimismo a las Naciones Unidas y sus agencias especializadas, pues al final de
su mandato, el 9 de enero de 1953, el presidente
Truman dictó un decreto
instando al secretario general y a los directivos de las agencias
especializadas a comunicar al gobierno de Estados Unidos toda la información
concerniente a las candidaturas presentadas por ciudadanos estadounidenses a
un cargo en la organización. Estados Unidos se encargaría de realizar una
investigación completa con el fin de detectar si un candidato era susceptible
de entregarse al espionaje o a actividades subversivas (tales como «abogar por
la revolución para alterar la forma constitucional del gobierno de Estados
Unidos»).4 En aquella época, el término un-american era un eufemismo
usado corrientemente para caracterizar un comportamiento subversivo. Un
elemento subversivo no podía ser contratado por la ONU. La intromisión de
Estados Unidos en los asuntos internos de la organización llegó muy lejos. Un
testimonio de esto es el tono y el contenido de la carta enviada por Foster
Dulles, secretario de Estado del gobierno de Eisenhower,5al presidente del Banco
Mundial, Eugene Black: «El secretario de Estado Dulles me pide [escribe su
subsecretario] que le exprese a usted la extrema importancia que da a la
obtención de la total cooperación de todos los responsables de las agencias
especializadas de las Naciones Unidas en cuanto al cumplimiento del decreto :
presidencial 10422. Considera que es manifiesto que, sin tal cooperación, los
objetivos del decreto no se podrán alcanzar, y en tal caso la continuidad del
apoyo de Estados Unidos a esa Organización no se puede asegurar.»6
Para
prestar dinero a los países miembros, el Banco Mundial debía comenzar
por pedir un préstamo
a Wall Street, en forma de emisión de bonos.7
Los banqueros privados pedían garantías antes de prestar a un organismo público, dado
que a comienzos de 1946, el 87% de los títulos europeos estaban en cesación de
pagos (default), lo
mismo que el 60% de los latinoamericanos y el 56% de los de Extremo Oriente.8
Con el trio McCloy-Garner-Black en los
mandos del Banco, los banqueros privados aflojaban un poco su bolsa porque tenían la
garantía de recuperar la inversión con beneficios.
No se equivocaban. En el curso de los primeros años de actividad, el Banco prestaba
principalmente a los países industrializados de Europa. Sólo se abrió muy
tímidamente a los préstamos a países en desarrollo. Entre 1946 y 1948, concedió
préstamos por un total de un poco más de 500 millones de dólares a países de Europa
occidental (250 millones a Francia, 207 millones a los Países Bajos, 40 millones a Dinamarca y 12 millones a
Luxemburgo) mientras que sólo prestó a un país en desarrollo (16 millones a
Chile).
La política de préstamos del Banco Mundial
a Europa se vería alterada por el lanzamiento del Plan Marshall en abril de
1948, ya que éste superaba largamente sus posibilidades (ver capítulo 4). Para el Banco, se
cerraba la parte de «reconstrucción» de su título, subsistiendo sólo la parte
de «desarrollo». Una de las consecuencias inmediatas para el Banco del
lanzamiento del Plan Marshall fue la dimisión, un mes más tarde, de su
presidente, John J. McCloy, que partió a Europa para ocupar el cargo de alto
comisario de Estados Unidos en Alemania. Lo reemplazó Eugene Black, quien
seguiría en el cargo hasta 1962.
La revolución China de 1949 hizo perder a
Estados Unidos un aliado de gran peso en Asia y obligó a los dirigentes de
Washington a integrar en su estrategia la dimensión del «subdesarrollo», a fin
de evitar el «contagio» comunista. Los términos del punto IV del discurso del
presidente Truman sobre el estado de la Unión de 1949 son muy
esclarecedores: «Hay que lanzar un programa audaz para mantener el crecimiento
de las regiones subdesarrolladas [...] Más de la mitad de la población mundial
vive en condiciones cercanas a la miseria [...] Su alimentación es
insuficiente, son víctimas de enfermedades [...] Su vida económica es primitiva
y estancada, su pobreza constituye una desventaja y una amenaza, tanto para
ellos como para las regiones más prósperas [...] Los Estados Unidos deben poner
a disposición de los pueblos pacíficos las ventajas de su reserva de
conocimientos técnicos a fin de ayudarlos a realizar la vida mejor a la que
ellos aspiran [...] Con la colaboración de los círculos de negocios, del
capital privado, de la agricultura y del mundo del trabajo en Estados Unidos,
este programa podrá acrecentar en gran medida la actividad industrial de
las demás naciones y elevar substancialmente su nivel de vida [...] Una mayor
producción es la clave de la prosperidad y de la paz, y la clave de una mayor
producción es la aplicación más amplia y más vigorosa del saber científico y
técnico moderno [...] Esperamos contribuir así a crear las condiciones que
finalmente conducirán a toda la humanidad a la libertad y a la felicidad
personal.»9
Desde la primera página del informe anual
que seguía a la alocución presidencial, el Banco Mundial anunciaba que
aplicaría la orientación del punto IV de su discurso: «A la fecha de
publicación de este informe, todas las implicaciones del punto IV del programa
y su implementación no están aún del todo claras. Sin embargo, desde el punto
de vista del Banco, el programa es de vital interés. [...] Los objetivos básicos
del Banco en este campo son esencialmente los mismos que los del punto IV del
programa.»10 Da
la impresión de estar leyendo el informe de una reunión de partido en la que
se ejecuta una orden del comité central. Dicho esto, este cuarto informe anual,
escrito bajo el doble golpe de la revolución china y del discurso de Truman, es
el primero que señala que las tensiones políticas y sociales causadas por la
pobreza y por la desigualdad de la distribución de la
riqueza son un obstáculo para el desarrollo. También lo son la mala repartición
de la tierra, su carácter ineficaz y opresivo. El informe declara que hay que
erradicar enfermedades como el paludismo,11aumentar la tasa de escolarización, mejorar la sanidad
pública. Por otra parte, destaca el informe, el desarrollo del Sur es
importante también para los países desarrollados, pues su expansión depende del
mercado que constituyen los países
subdesarrollados.
En los informes
siguientes, los temas sociales fueron desapareciendo progresivamente y se
vuelve a una visión más tradicional. De todas maneras, el Banco Mundial no
puso en práctica la dimensión social del punto IV en su política de préstamos.
No apoyó ningún proyecto dirigido a la redistribución de la riqueza y la
entrega de tierras a los campesinos que
carecían de ella. En lo relativo a la mejora de
la salud, de la educación, del sistema de distribución de agua potable,
habrá que esperar hasta los años 60 y
70 para ver al Banco apoyando ciertos proyectos, y aun así, con muchas reticencias.
ALGUNAS
CARACTERÍSTICAS DE LA
POLÍTICA DE PRÉSTAMOS DEL BANCO
costos elevados para
los prestatarios.
Los préstamos del Banco
Mundial a los países en desarrollo (PED) eran muy onerosos: tasas de interés elevadas (equivalentes a las del
mercado, o muy próximas a éstas) a lo que se
sumaba una comisión por gastos de gestión y un plazo de devolución desmasiado corto. Esto provocó muy pronto las protestas
de los PED, que propusieron que la ONU dispusiera una
financiación alternativa, menos onerosa que la del Banco Mundial. (Ver el
capítulo siguiente).
En la actualidad,
el Banco presta a los PED cuya renta anual por habitante es superior a 965
dólares a una tasa cercana a la del mercado. A imagen de un banco clásico, selecciona con cuidado los proyectos
rentables, sin olvidar la imposición de reformas económicas draconianas. El dinero prestado proviene
mayoritariamente de la emisión de bonos
en los mercados financieros (13.000 millones
de dólares en el año 2004). Los
reembolsos se efectúan en un plazo comprendido entre 15 y 20 años, con un período
de gracia de tres a cinco años, durante el cual no hay reembolso de capital. Esta actividad de prestamista es
muy lucrativa: el Banco Mundial obtuvo significativos
beneficios, del orden de varios miles de millones de dólares por año, costa de los países en desarrollo y de su
población.12
ni un solo préstamo para una escuela hasta 1962
El
Banco Mundial presta para proyectos concretos: una carretera, una
infraestructura portuaria, una represa,
un proyecto agrícola... En el transcurso de sus primeros diecisiete años de
actividad, no concedió ni un solo préstamo para una escuela, para un puesto sanitario, para un sistema de cloacas, para una toma de agua
potable. Hasta 1962, todos los
préstamos, sin excepción, estaban destinados a infraestructuras eléctricas, a
vías de comunicación (carreteras, ferrocarriles...), a embalses, a la
mecanización de la agricultura, a la promoción de los cultivos de exportación
(té, cacao, arroz...) o, marginalmente, a la modernización de la industria de
transformación.
dirigir las inversiones hacia la exportación
Esto corresponde a prioridades muy claras:
se trata de aumentar la capacidad de los países en desarrollo de exportar
materias primas, combustibles, productos agrícolas tropicales, que los países
industrializados requieren. El análisis de los proyectos aceptados o
rechazados por el Banco Mundial indica con toda claridad que no le interesaba
apoyar, con algunas excepciones, proyectos industriales destinados a satisfacer
la demanda interna de los países en desarrollo, pues esto reduciría las
importaciones provenientes de los países más industrializados. Las excepciones
conciernen a un puñado de países de importancia estratégica que disponen de
una fuerza real de negociación. Era el caso de la India.
el dinero prestado al sur regresa al norte
El Banco Central prestaba dinero con la condición de que los PED lo
gastaran en forma de pedidos de bienes y servicios a los países más
industrializados. Como se puede ver en las tablas siguientes, en el curso de
los primeros diecisiete años, más del 93% del capital prestado volvía, cada
año, a los países más industrializados en forma de compras.
reparto geográfico de los gastos efectuados con
las sumas prestadas por el BM de 1946
a 1962
Los datos siguientes fueron proporcionados por el Banco Mundial hasta
1962, Desde el año siguiente y hasta el presente, esta información ya no es
disponible pan el público. La explicación es simple: hasta 1962, a los países ricos,
que controlan el Banco Central, no les molestaba mostrar que el dinero prestado
lo recuperaban de inmediato. Al contrario, se vanagloriaban de ello para
demostrar que el Banco 1»; beneficiaba con largueza. Con el correr del tiempo,
se iban incorporando al Bañas cada vez más países, ahora independientes, y
resultaba embarazoso mostrar en informe público anual que sus actividades
beneficiaban esencialmente a sus miembros más ricos.
Tabla 1. Distribución
geográfica de los gastos efectuados con las sumas PRESTADAS POR EL BM DE 1946 A 1955
1946-51
|
1952
|
1953
|
1954
|
1955
|
|
Estados Unidos
|
73,1%
|
65,3%
|
63,5%
|
58,7%
|
47,1%
|
Europa
|
11,3%
|
25,3%
|
30,1%
|
38,1%
|
48,8%
|
Canadá
|
6,6%
|
8,8%
|
4,3%
|
2,4%
|
2,9%
|
Subtotal países
|
|||||
Industrializado
s
|
91,0%
|
99,4%
|
97,9%
|
99,2%
|
98,8%
|
Latinoamérica
|
8,3%
|
0,5%
|
1,1%
|
0,4%
|
0,1%
|
Oriente Medio
|
0,4%
|
0,0%
|
0,0%
|
-0,1%
|
0,0%
|
Africa
|
0,3%
|
0,2%
|
0,8%
|
0,3%
|
1,0%
|
Asia
|
0,0%
|
0,0%
|
0,2%
|
0,2%
|
0,1%
|
100%
|
100%
|
100%
|
100%
|
100%
|
Fuente: Banco Mundial, Informes
anuales, 1946 a
1955
Tabla 2. Distribución
geográfica de los gastos efectuados con las sumas prestadas por el BM DE 1946 A 1962
Hasta 1955*
|
1956
|
1957
|
1958
|
1959
|
1960
|
1961
|
1962
|
|
Alemania
|
4,1%
|
14,1%
|
18,6%
|
17,2%
|
16,3%
|
16,9%
|
13,5%
|
10,9%
|
Bélgica
|
3,7%
|
2,9%
|
2,8%
|
2,9%
|
3,3%
|
2,1%
|
2,5%
|
1,6%
|
Canadá
|
5,6%
|
7,0%
|
6,0%
|
1,1%
|
2,0%
|
2,3%
|
1,5%
|
1,1%
|
Estados Unidos
|
63,4%
|
50,5%
|
44,3%
|
38,8%
|
29,7%
|
29,8%
|
29,6%
|
33,2%
|
Francia
|
2,7%
|
3,3%
|
3,5%
|
1,2%
|
5,2%
|
6,7%
|
12,0%
|
12,3%
|
Italia
|
0,9%
|
1,7%
|
3,0%
|
5,8%
|
6,3%
|
7,7%
|
6,6%
|
8,3%
|
Japón
|
0,0%
|
0,2%
|
2,2%
|
8,3%
|
6,2%
|
3,9%
|
6,1%
|
5,0%
|
Países Bajos
|
0,0%
|
0,0%
|
0,0%
|
0,0%
|
0,0%
|
0,0%
|
0,0%
|
2,5%
|
Suecia
|
0,7%
|
1,5%
|
2,7%
|
0,9%
|
2,1%
|
2,3%
|
3,1%
|
2,6%
|
Suiza
|
2,1%
|
2,3%
|
1,9%
|
1,3%
|
2,7%
|
4,3%
|
4,5%
|
3,6%
|
Reino Unido
|
11,1%
|
13,2%
|
10,9%
|
18,8%
|
20,5%
|
16,5%
|
13,7%
|
13,7%
|
Subtotal países
industrializados
|
94,2%
|
96,7% 95,9%
|
96,3%
|
9 4,4%
|
92,5%
|
93,1%
|
94,7%
|
|
Otros países
|
5,8%
|
3,3%
|
4,1%
|
3,7%
|
5,6%
|
7,5%
|
6,9%
|
5,3%
|
Total
|
100,0%
|
100,0%
|
100,0%
|
100,0%
|
100,0%
|
100,0% 100,0% 100,0%
|
Fuente: Banco Mundial, Informes anuales, 1946 a 1962
La
primera columna presenta la media de los primeros nueve años de actividad.
Fuente: Banco Mundial, Informes anuales, 1946 a 1962.
PRESTAMOS ODIOSOS A LAS METRÓPOLIS
COLONIALES…
A los diez años de existencia, el Banco
Mundial contaba nada más que con dos miembros del África subsahariana: Etiopía
y la Unión
Sudafricana. Violando el derecho de los pueblos a disponer de
ellos mismos, otorgó préstamos a Bélgica, Francia y el Reino Unido (para
financiar proyectos de sus colonias,13 como reconocen los historiadores del Banco): «Estos préstamos, que
servían para aliviar la penuria de dólares que padecían las potencias
coloniales europeas, fueron en su mayor parte dirigidos a los intereses
coloniales, especialmente en minería, bien mediante inversiones directas, bien
por asistencia indirecta, como en el desarrollo del transporte y la minería.»14 Estos préstamos sirvieron para que los
poderes coloniales reforzaran la opresión que ejercían sobre los pueblos
colonizados, y contribuyeron a proveer a las metrópolis coloniales de
minerales, productos agrícolas, combustible, etc. En el caso del Congo belga,
los millones de dólares prestados para la realización de proyectos decididos
por el poder colonial fueron gastados, casi enteramente, por éste en la compra
de productos importados de Bélgica. El Congo belga recibió en total 120
millones de dólares (en tres veces) de los cuales 105,4 millones se gastaron en
Bélgica.15
...LEGADOS COMO UNA CARGA A LAS NACIONES
INDEPENDIENTES
Cuando las colonias antes mencionadas lograron su independencia, los
principales accionistas se pusieron de acuerdo para transferirles la carga de
la deuda contraída por los poderes coloniales. Una prueba es proporcionada por
el caso de Mauritania. El 17 de marzo de 1960, Francia avaló un préstamo de 66
millones de dólares contratado por la Sociedad Anónima
de Minas de Hierro de Mauritania (MIFERMA). Mauritania era en ese entonces una
colonia francesa, pero por poco tiempo más, porque proclamó su independencia el
28 de noviembre de ese mismo año. El préstamo debía ser reembolsado entre 1966 y
1975. Según el informe anual del Banco, seis años después la Mauritania
independiente le adeudaba 66 millones de dólares.16 El
préstamo contratado a petición de Francia, cuando Mauritania era una colonia
suya, se convirtió en una deuda de la Mauritania independiente unos años después. El
Banco ha generalizado este procedimiento, consistente en transferir la deuda
contraída por la metrópoli al nuevo Estado independiente.
Un caso similar ya se había presentado en el pasado y fue resuelto por
el Tratado de Versalles. En el curso de la reconstitución de Polonia como
Estado independiente después de la primera guerra mundial, se decidió que las
deudas contraídas por Alemania para colonizar la parte de Polonia que había
sometido, no se cargarían al nuevo Estado independiente. El Tratado, firmado
el 28 de junio de 1919, estipulaba: «La parte de la deuda que, según la Comisión de Reparaciones,
prevista en dicho artículo, se refiere a las medidas tomadas por los gobiernos
alemán y prusiano con el objetivo de la colonización alemana de Polonia, será
excluida de la proporción puesta a cargo de ésta...»17 El Tratado preveía que los acreedores
que habían prestado a Alemania para realizar proyectos en territorio polaco no
podían reclamar su deuda más que a esta potencia y no a Polonia.
Alexander-Nahum Sack, teórico de la deuda odiosa, precisa en su tratado
jurídico de 1927: «Cuando el gobierno contrae una deuda a fin de someter a la
población de una parte de su territorio, o de colonizarla con ciudadanos de la
nacionalidad dominante, etc., esta deuda es odiosa para la población indígena
de esta parte del territorio del Estado deudor.»18
Esto se aplica íntegramente a los préstamos
que el Banco ha concedido a Bélgica, a Francia, al Reino Unido para el
desarrollo de sus colonias, En consecuencia, el Banco actúa violando el derecho
internacional al transferir a los nuevos Estados independientes la carga de las
deudas contraídas para colonizarlas. En connivencia con sus principales
accionistas coloniales y con la bendición de Estados Unidos, el Banco ha
cometido una acción que no debe quedar impune. Estas deudas están afectadas de
nulidad y el Banco debe rendir cuentas a la justicia de sus actos. Los Estados
que han sido víctimas de esta violación del derecho tendrían que exigir
reparaciones y utilizar las sumas en cuestión para reembolsar la deuda social
debida a sus pueblos.19
LAS
MISIONES DEL BANCO MUNDIAL
El Banco Mundial tiene la costumbre de
enviar especialistas en misiones a algunos países miembros. En el curso de sus
primeros veinte años, se trataba en la mayoría de los casos de especialistas
estadounidenses.
Al principio, el país «test» más visitado
fue, sin duda, Colombia, un país clave desde el punto de vista de los intereses
estratégicos de Estados Unidos. Una de las prioridades de Washington era evitar
que Colombia se inclinara hacia el campo soviético o cayera en la revolución
social. Desde 1949 el Banco envió a este país misiones bien provistas,
compuestas por expertos del Banco, del FMI, de la FAO (Organización de las
Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación) y de la OMS (Organización Mundial de la Salud). La finalidad era
estudiar las necesidades y determinar una estrategia global de desarrollo del
país. Los proyectos concretos apoyados por el Banco consistían en la compra en
Estados Unidos de 70 bulldozers, 600 tractores y el equipamiento de tres
centrales hidroeléctricas. En 1950, se supo que el gobierno colombiano
estudiaba el informe emitido por la
Comisión del Banco con el fin de formular, basado en el
mismo, un programa de desarrollo. Al año siguiente, 1951, una comisión de
expertos independientes colombianos terminó la elaboración del programa, que el
gobierno puso en práctica: reformas presupuestarias y bancarias, reducción y
flexibilización del control de cambio, adopción de una actitud liberal y
atractiva para los capitales extranjeros.
Consultores designados conjuntamente por el
Banco y el gobierno colombiano formularon asimismo unas propuestas con respecto
a los ferrocarriles, a la aviación civil y a la emisión de títulos de la deuda
pública. Un consejero económico nombrado por el Banco fue contratado por el
Consejo Nacional de Planificación Económica de Colombia. En el informe anual
de 1953, se habla de la implantación de instancias de planificación. Dejemos la
palabra a uno de los capitostes del FMI, Jacques Polack,20 a propósito de su participación en una
misión en Colombia: «Las instrucciones verbales que recibí como jefe de una
misión del Fondo (FMI) en Colombia, en 1955, formuladas en una reunión con el
vicepresidente del Banco y el director ejecutivo del Fondo, transmitían la
misma idea, expresada en el lenguaje más directo de la época: “Tu le retuerces
el brazo derecho y nosotros le retorceremos el izquierdo.”»21
Como se ve, estas misiones, en general,
tienden esencialmente a aumentar la capacidad del Banco (y de otras
instituciones, en particular el FMI) de influir sobre | las decisiones que
toman las autoridades de un país, en un sentido favorable a las potencias
accionistas y a sus empresas.
LA
POLÍTICA DEL
BANCO MUNDIAL EVOLUCIONABA EN RELACIÓN AL PELIGRO DE CONTAGIO REVOLUCIONARIO
Y LA GUERRA FRÍA
En 1950, el bando aliado a Estados Unidos en
el Banco Mundial expulsó de hecho a China, que el año anterior se había pasado
al campo comunista y atribuyó su sitio al gobierno anticomunista del general
Chiang Kaishek, instalado en la isla de Taiwán.22A fin de evitar el contagio en el resto de Asia, se aplicaron
diferentes estrategias y algunos países clave fueron blanco de una intervención
sistemática del Banco. Fue el caso de la India,23 Pakistán, Tailandia, Filipinas, Indonesia. En Corea del Sur, el Banco
Mundial no tuvo autorización para intervenir hasta 1961, porque este país
constituía un ámbito reservado exclusivamente a Estados Unidos (ver el capítulo
11).
Polonia y Checoslovaquia, que se adhirieron
al bloque soviético, no tardaron en abandonar el Banco.24
El año 1959 comenzó con un enorme huracán
revolucionario, que sacudió las Américas: la victoria de la revolución cubana
en las narices del tío Sam.25 Washington se vio obligado a otorgar concesiones
a los gobiernos y a los pueblos de Latinoamérica para tratar de evitar que la
revolución se propagara como un reguero de
El historiador del Banco, Richard Webb, ex
presidente del Banco Central de Perú, entendió la magnitud del fenómeno:
«Entre 1959 y 1960, Latinoamérica recibió todo el beneficio de la revolución
castrista. Los primeros efectos aparecieron con la decisión de crear el Banco
Interamericano de Desarrollo, de responder —tras una larga resistencia— a las
demandas de Latinoamérica sobre la estabilización de los precios de las
materias primas, y un acuerdo sobre el café fue así firmado en septiembre de
1959. La ayuda aumentó a principios de 1960, después de las masivas
expropiaciones en Cuba, del acuerdo comercial de ésta con la URSS y del viaje de
Eisenhower por Latinoamérica. “A mi regreso”, escribió, “tenía la intención de
aplicar medidas históricas tendientes a poner en práctica unas reformas
sociales que beneficiaran a todos los pueblos de Latinoamérica.”»26
El presidente Eisenhower añadió. “Antes de
nosotros, la pregunta constante era qué se podía hacer con respecto al fermento
revolucionario en el mundo. [...] Se necesitaban nuevas políticas que atacaran
la raíz del problema, la efervescencia revolucionaria del pueblo. [...] Un
sugerencia era [...] aumentar el sueldo de los maestros y poner en marcha
centenares de escuelas de formación profesional. [...] Tenemos que abandonar
algunas ideas anticuadas [...] para impedir que el Mundo Libre arda en llamas.”27
El historiador del Banco, Richard Webb,
prosigue: «En abril, el secretario de Estado, Christian A. Herter informa a la Pan American Union de
un cambio drástico de la política exterior estadounidense respecto a
Latinoamérica, que incluía la decisión de apoyar la reforma agraria. Dillon
había presentado al Congreso, en agosto, un nuevo programa de ayuda para el que
solicitaba al Banco Interamericano de Desarrollo 600 millones de dólares en
créditos blandos y que ponía el acento en los gastos sociales para luchar
contra las desigualdades de ingresos y las instituciones anticuadas, que
representaban dos serios obstáculos para el progreso. La ley fue rápidamente
aprobada. La percepción de la crisis en la región continuó hasta 1961, y
Kennedy subió el tono de la respuesta: “Junto con Berlín, son las regiones más
críticas. [...] Toda el área podría estallar. [...] No sé si el Congreso me lo
concederá. Sin embargo, ahora es el momento apropiado, cuando todos están
preocupados de que Castro pueda extender su revolución en el hemisferio.”28 En marzo de 1961, Kennedy pidió que se
actuara para impedir el caos en Bolivia. Su gobierno decidió “ignorar las
propuestas del Fondo Monetario Internacional y del Departamento de Estado de
que Bolivia necesitaba una buena dosis de austeridad antiinflacionaria, y en
cambio consideró que lo que había que hacer era ofrecer una ayuda económica
inmediata. [...] Las cosas estaban ya bastante mal para pedirles nuevos
sacrificios a quienes no tienen nada para dar.”29 Una semana después, Kennedy anunció la Alianza para el Progreso
con Latinoamérica, un programa de cooperación y desarrollo de diez años, que
ponía el acento en las reformas sociales, con una ayuda a gran escala a los
países que “pusieran algo de su parte”.30
El anuncio de grandes reformas no impidió al
Banco y a Estados Unidos que apoyaran unos regímenes dictatoriales y corruptos,
como el de Anastasio Somoza en Nicaragua. He aquí un ejemplo: el 12 de abril de
1961 la dirección del Banco Mundial, sabiendo que el dinero serviría para
reforzar el poder económico del dictador, decidió conceder un préstamo a
Nicaragua, mientras Estados Unidos preparaba una expedición militar contra Cuba
desde territorio nicaragüense, que lanzaría cinco días más tarde.31 Fue parte del precio que se debía pagar
a Somoza por su apoyo a la agresión contra Cuba. A continuación se transcribe
un extracto del informe oficial interno de la discusión entre dirigentes del
Banco, que tuvo lugar ese mismo día:32
—Mr. [Aron] Broches: He
sabido que la familia Somoza está en casi todo, y que sería difícil encontrar
algo en Nicaragua que no nos cause este problema.
—Mr. [Robert] Cavanagh:
Me preocupa que parezca que promovemos un acuerdo que presione a la gente para
vender las tierras que el presidente desea.
—Mr. [Simón] Cargill:
Ya que el propio proyecto es satisfactorio, no creo que el interés del
presidente sea un problema de tal magnitud que tengamos que t abandonarlo... f
—Mr. Rucinski: Estoy de
acuerdo en que es demasiado tarde para dar marcha atrás.
—Mr. Aldewereld: El
problema de la propiedad de la tierra y la familia Somoza | es desafortunado,
pero nosotros lo sabíamos desde el principio y pienso que es 11 demasiado tarde para discutir
ahora la cuestión.
Unos meses después, en junio de 1961, los
mismos dirigentes del Banco discutían sobre un préstamo que habían de conceder
a Ecuador. El contenido de la discusión es revelador de los intereses
políticos globales que motivaban la acción del Banco:33
—Mr. Knapp: Ecuador
parece ser el siguiente país que será “fidelista” [...]. ¿Qué riesgo político pueden plantear unos indios invisibles, que
representan la mitad o los dos tercios de la población, y que aún están
completamente fuera del escenario político y económico?
—Mr. [John] de Wilde:
Ecuador tiene un buen comportamiento. ¿No sería el momento oportuno de que las
agencias [...] como el Banco, actúen [...] con el fin de [...] prevenir que la
situación política se deteriore?
—Mr. Knapp: [...] Esta
es la clase de trabajo sucio que Estados Unidos debe realizar.
—Mr. Broches: ¿Cuál es
la posición de Ecuador respecto al índice de injusticias sociales al que se
refiere Mr. Kennedy?
-Mr. [Orvis] Schmidt.
Aunque hay una gran disparidad en la distribución de la riqueza en Ecuador, ésta es menor que la de otros países de
Latinoamérica, [...] . Los indios, en
la montaña, están aún tranquilos, a pesar de que el gobierno no está realmente
haciendo mucho por ellos.
—Mr. Demuth: Si miramos
los países feudales de Latinoamérica, [...] para ser distas, debemos admitir
que habrá revoluciones, y sólo podemos esperar que los [nuevos gobiernos]
cumplan las obligaciones de sus predecesores.
-Mr. Aldewereld: El
colonialismo es ciertamente malo en Ecuador [...] incluso [...] peor que en el
Lejano Oriente. Algo violento ha de ocurrir. [...] Pienso que nuestro proyecto
sirve para aliviar las presiones internas. [...] Estoy de acuerdo en que
podríamos conceder más créditos de la Agencia Internacional
de Desarrollo para paliar los riesgos políticos.
-Mr. Knapp: [...] Pero
las situaciones políticas pueden llevar a la cesación de pagos.
No
se puede ser más claro.
&&&
CAPÍTULO 3
UN COMIENZO DIFÍCIL ENTRE LA
ONU Y EL BANCO MUNDIAL
El Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional son instituciones especializadas de la ONU, comparables, en
principio, a la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) o a la FAO. En este sentido, se
supone que deben colaborar estrechamente con los órganos de las Naciones Unidas
y las otras instituciones especializadas en la consecución de los objetivos
que figuran en la Carta
y en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos.
El Banco y el FMI intentaron desde el
principio sustraerse ampliamente a las obligaciones que tienen las
organizaciones miembros del sistema de las Naciones Unidas. En lo que concierne
al Banco, mientras que su misión de ayuda al desarrollo tendría que haberlo
llevado a buscar un acercamiento a la
ONU, sus dirigentes en cambio trabajaron con éxito para
ponerlo fuera del alcance de ésta. El Banco y el FMI desempeñaron un papel
activo en la guerra fría y más tarde en la reacción de los dirigentes de los
países más industrializados ante el creciente poder de los PED, que reivindicaban
un Nuevo Orden internacional.
Careciendo de un Plan Marshall, los países
en desarrollo propusieron la creación de un nuevo órgano de la ONU,1 basado
en el principio de «un país, un voto», que facilitara los préstamos a sus
industrias: el SUNFED. Los países industrializados se opusieron tercamente y
lograron el triunfo de una contrapropuesta. La Asociación Internacional
de Desarrollo (AID), rama del Banco Mundial, enterró al SUNFED.
VUELTA AL PRINCIPIO DE LAS RELACIONES
En marzo de 1946, con ocasión de la primera
reunión de gobernadores del Banco Mundial y del FMI, el presidente del Consejo
Económico y Social de la ONU
(ECOSOC en su abreviatura inglesa), remitió una nota a la dirección del Banco
en la que le pedía el establecimiento de mecanismos de vinculación con su
organización. El Banco trasladó la discusión a la reunión de directores
ejecutivos que debía realizarse en mayo de 1946. En realidad, el Banco tenía
tan poca prisa que hubo que esperar hasta noviembre de 1947 para llegar a un
acuerdo entre las partes interesadas. Según Masón y Asher, historiadores del
Banco, durante todo ese tiempo las
negociaciones
no fueron particularmente cordiales.2 Al no tener respuesta la primera nota del ECOSOC, éste envió una
segunda, a la cual los directores ejecutivos del Banco respondieron que, para
ellos, una reunión era prematura. Mientras tanto, las Naciones Unidas cerraron
un acuerdo de colaboración con la Organización Internacional del Trabajo, la UNESCO y la FAO.
En julio de 1946, en el curso de un tercer
intento, el secretario general de la
ONU propuso al Banco y al FMI iniciar las negociaciones en
septiembre de ese año. Los dirigentes del Banco y del FMI se reunieron y
decidieron que seguía siendo inoportuno mantener tal reunión. Masón y Asher
comentan así estas maniobras dilatorias: «El Banco tenía fuertes temores de que
al convertirse en una agencia especializada de la ONU, quedara sometida a un
control o a una influencia política indeseables, y que esto dañara su
notación (credit rating) en Wall Street...»3 Finalmente, el Banco sometió a discusión
con las Naciones Unidas un proyecto que era más una declaración de
independencia que de colaboración. Esto dio lugar a una jornada de debates en
el cuartel general de la ONU,
en el curso de la cual el presidente del Banco, John McCloy, aceptó moderar las
pretensiones.
Aunque aceptado por el comité de negociación
del ECOSOC, el acuerdo alcanzado provocó un alboroto en el seno del Consejo y
en la Asamblea
General. En la sesión de 1947 del ECOSOC, el representante de
la Unión Soviética
calificó el proyecto de flagrante violación de por lo menos cuatro artículos
de la Carta de la ONU. Más molesto para los
responsables del Banco y, detrás de ellos, Estados Unidos, fue el ataque
lanzado por el representante de Noruega (país de donde provenía el secretario
general de la ONU
en esa época, Trygve Lie). Declaró que Noruega no podía aceptar que se
acordaran tales privilegios al Banco y al Fondo, pues eso minaría la autoridad
de las Naciones Unidas. A lo cual, el representante de Estados Unidos respondió
que nada minaría más a las Naciones Unidas que la incapacidad para ponerse de
acuerdo con el Banco y el Fondo. Finalmente, el ECOSOC [ adoptó (13a favor, 3 en contra y 2 abstenciones)
el proyecto, que fue ratificado en í septiembre de 1947 por el Consejo de
Gobernadores del Banco (con la abstención del representante de Yugoslavia) y
aprobado por la
Asamblea General de las Naciones Unidas en noviembre de ese
mismo año.
Este acuerdo ratificó el estatuto de
organización especializada de la
ONU, pero, a petición del Banco, le permitía funcionar como
una «organización internacional independiente». En el mismo sentido, autorizaba
al Banco a juzgar por sí mismo cuáles serían las informaciones útiles que
comunicar al ECOSOC, lo que de hecho es una derogación del artículo 17,
apartado 3, y del artículo 64 de la
Carta délas Naciones Unidas (este artículo autoriza al ECOSOC
a recibir informes regulares de parte de las agencias especializadas). También
había una derogación de hecho del artículo 70, que preveía una representación
recíproca en cada deliberación. En adelante, el Banco y el Fondo se reservaban
el derecho de no invitar a los representantes de las Naciones Unidas más que a la Reunión del Consejo de
Gobernadores. A su juicio, los historiadores del Banco declaran que este
acuerdo era insatisfactorio para el secretario general de las Naciones Unidas,
pero tuvo que resignarse a aceptarlo. Agregan que «al presidente del Banco,
McCloy, no se lo podía clasificar como un admirador de las Naciones Unidas, y a
Garner (el vicepresidente) se lo consideraba anti-ONU».4
LA
CREACIÓN DE
LA SFI
Y DE LA AID5
Desde el comienzo de las actividades del
Banco Mundial, los gobiernos de los países en desarrollo, comenzando por los
de Latinoamérica y a continuación por la
India, criticaron el hecho de que no había para ellos
facilidades equivalentes al Plan Marshall, limitado a Europa. En efecto, los
préstamos del Banco se acordaban con los tipos de interés del mercado, mientras
que la ayuda del Plan Marshall se atribuía principalmente como donaciones. Una
parte menor de la ayuda consistía en préstamos sin interés o a unas tasas
inferiores a las del mercado (ver el capítulo 4).
Ya en 1949, un economista indio propuso la
creación de una nueva organización internacional en el marco de la ONU, que podría llamarse
«Administración de las Naciones Unidas para el desarrollo económico». Unos años
más tarde, la idea volvió a emerger en el seno del ECOSOC, y se creó entonces
el SUNFED (Special United Nations Fund for Economic Development). Entre
1950 y 1960, varios países del Tercer Mundo, así como la URSS y Yugoslavia, hicieron
campaña sistemáticamente en el seno de la ONU para que se materializara el SUNFED y luego
para que se lo reforzara. Pero tanto el gobierno de Estados Unidos como los de
las otras potencias industriales no querían ni hablar de un fondo especial
controlado por la ONU
y separado del Banco Mundial.
Entre las razones que exponían los PED para
exigir la creación de una agencia especializada de la ONU para financiar su
desarrollo figuraba la cuestión del derecho de voto. Querían una agencia de la ONU que garantizara la
aplicación de la regla «un país, un voto», a diferencia de la regla de tipo
censitario vigente en el Banco. Por la misma razón, pero en sentido inverso,
Estados Unidos y las otras potencias se oponían firmemente a la propuesta: los
escasos países ricos querían evitar quedar en minoría.
Estados Unidos había lanzado en 1954 una
primera contrapropuesta que fue puesta en práctica en 1956 por el Banco con la
creación de la
Sociedad Financiera Internacional (SFI), destinada a conceder
préstamos a las empresas privadas de los PED.6 La creación de la SIF
no zanjó el contencioso y la campaña de los PED en pro del SUNFED se redobló:
en 1958 el Fondo Especial de las Naciones Unidas fue habilitado para financiar
las preinversiones de los PED.
Por desgracia, el campo de los países del
Tercer Mundo se dividió rápidamente. La India, que al comienzo apoyaba el SUNFED, cambió
de bando y se adhirió a una segunda contrapropuesta de Estados Unidos como
alternativa, que consistía en la creación de una Asociación Internacional de
Desarrollo (AID), vinculada al Banco Mundial.7 El lobby indio pro estadounidense estaba convencido de que la India sería privilegiada en la AID, porque las potencias
dominantes en las instituciones de Bretton Woods entenderían la necesidad de
que así fuera debido a su posición estratégica. Acertó: ya en el primer año de
existencia de la AID
recibió el 50% de los préstamos de ésta.
Al proponer la creación de la AID, el gobierno de Estados
Unidos quería matar dos pájaros de un tiro: por una parte, impedir que las
Naciones Unidas prosiguieran el refuerzo del SUNFED, respondiendo así a las
necesidades de los PED; por la otra, encontrar un medio para utilizar las
reservas en monedas de los PED que el Tesoro estadounidense acumulaba desde
1954, gracias a la venta de sus excedentes agrícolas en el marco de la ley
480.8
Varios autores están de acuerdo en considerar que fue el senador por Oklahoma
Mike Monroney el primero en lanzar la idea: presentó al Senado un proyecto de
resolución en el que proponía la creación de la AID en cooperación con el Banco y que las
reservas en monedas no convertibles
fueran traspasadas a esta agencia, a fin de conceder préstamos a largo
plazo y a bajo interés, reembolsables en moneda local. Uno de los objetivos era
prestar a los países pobres para que éstos pudieran comprar los excedentes
agrícolas estadounidenses.9 El presidente del Banco, Eugene Black, declararía más tarde: «En
realidad, la AID
era una idea concebida para contrarrestar el deseo de un SUNFED.»10 Vale la pena citar a Masón y Asher, que
afirman: «En tanto que organización internacional afiliada al Banco Mundial, la AID es una ficción
sofisticada. Denominada “asociación” y dotada de estatutos, de funcionarios, de
miembros de gobierno en profusión y de todos los signos exteriores de las
otras agencias internacionales, no es por el momento, más que un fondo
administrado por el Banco Mundial.»"
La aportación inicial de Estados Unidos fue
del 42% de los fondos de la AID,
lo que le aseguraba, también allí, el predominio.
Paralelamente a la creación de la AID, en París se fundó el CAD
(Comité de Ayuda al Desarrollo). Se trata de la estructura que «coordinaba» la
ayuda al desarrollo bilateral de los Estados más industrializados. El SUNFED
quedaba definitivamente enterrado y Estados Unidos impuso las instituciones
que estaba seguro de controlar.
FINANCIACIÓN DE LA AID
La
AID no recurre a los mercados financieros. El dinero que
presta proviene de donaciones ofrecidas regularmente por los países miembros
(sobre todo los países industrializados más ricos, a los que se sumó la OPEP en los años 70) y de los
reembolsos que recibe.
Cada tres o cuatro años, los países
contribuyentes modifican su aportación: es el momento de las duras
negociaciones. Y sobre todo es un tema de grandes debates en el Congreso
estadounidense, pues allí es donde deciden qué cantidad se acordará. Esto es
objeto de muchos regateos entre el Congreso, el gobierno de Washington y la
presidencia estadounidense del Banco Mundial/AID. Aunque los montos en juego
son muy modestos. El interés de la cuestión reside en tener la seguridad de que
el dinero prestado por la AID
retornará a los donantes en forma de compras (ayuda ligada).12
LA NEGATIVA DEL BANCO MUNDIAL A
AJUSTARSE A LAS DEMANDAS DE LA ONU EN LO
CONCERNIENTE A PORTUGAL Y SUDÁFRICA
A partir de 1961, mientras la mayor parte de
los países coloniales obtenían su independencia y se convertían en miembros de
la ONU, la Asamblea General
adoptaba repetidas resoluciones de condena al régimen del apartheid de
Sudáfrica, así como a Portugal, que mantenía su yugo sobre varias regiones de
Africa y de Asia. En 1965, ante la continuidad de las ayudas financiera y
técnica del Banco y del FMI a estos regímenes, la ONU pidió formalmente: «A
todas las agencias especializadas de las Naciones Unidas y en particular al
Banco Internacional para la Reconstrucción
y el Desarrollo y al Fondo Monetario Internacional [...] que se abstengan de
conceder a Portugal toda ayuda financiera, económica o técnica mientras el
gobierno portugués no haya renunciado a su política colonial, que constituye
una violación flagrante de las disposiciones de la Carta de las Naciones
Unidas.»13 Lo
mismo hizo con relación a Sudáfrica.
La dirección del Banco se reunió para
adoptar una posición y la mayoría de los directores ejecutivos decidió
continuar los préstamos. Justificación presentada: ¡el artículo IV, sección 10
de sus estatutos14 les
prohibía hacer política! Todos los países más industrializados, apoyados por
cierto número de países latinoamericanos, votaron a favor de la continuación.
En 1966, el Banco aprobó un préstamo de 10 millones de dólares a Portugal y de
20 millones a Sudáfrica. Después, bajo una presión redoblada, el Banco no les
concedió más préstamos. De todos modos, un organismo de las Naciones Unidas,
el Comité de Descolonización, siguió denunciando durante más de quince años el
hecho de que el Banco permitía a Sudáfrica y a Portugal presentarse como
candidatos a obtener financiación del Banco para proyectos en otros países.
Por otra parte, el Banco cortejaba a Sudáfrica para que ésta hiciera donaciones
a la AID.15
&&&
CAPÍTULO 4
EL MARCO DE LA SEGUNDA POSTGUERRA, EL PLAN MARSHALL Y LA AYUDA BILATERAL DE
ESTADOS UNIDOS
Este capítulo analiza la política económica
bilateral adoptada por las autoridades de Washington con respecto a sus
aliados en el marco de la guerra fría. El Plan Marshall sustituyó la acción del
Banco Mundial, porque Estados Unidos llegó a la conclusión de que las
donaciones a la Europa
en reconstrucción eran más eficaces y rentables para ellos que los préstamos.
Esta política bilateral apuntaba a reforzar el bloque occidental capitalista,
dominado por Washington frente al bloque del Este dominado por la URSS.
Estados Unidos procedió a la anulación de la
deuda de algunos de sus aliados. La operación más evidente en ese sentido fue
el tratamiento de la deuda alemana, regulada por el Acuerdo de Londres de
1953. Para asegurar el relanzamiento de la economía de la Alemania occidental y que
constituyera un elemento estable y central del bloque atlántico, los aliados
acreedores, con Estados Unidos a la cabeza, hicieron concesiones muy
importantes a las autoridades y a las empresas alemanas endeudadas, que iban
mucho más allá de una reducción de la deuda. Comparar el tratamiento acordado a
la Alemania
occidental de la postguerra con el dado a los PED actual es edificante.
LOS
GOBERNANTES DE ESTADOS UNIDOS APRENDEN DE LOS ERRORES COMETIDOS EN LOS AÑOS
1920-1930
Finalizada la primera guerra mundial, con el
Tratado de Versalles, los vencedores impusieron a Alemania el desembolso de
unas sumas muy altas en concepto de reparaciones y deudas de guerra.' Muy pronto Alemania se encontró en dificultades
para pagar y el descontento social fue en aumento. El crash de Wall Street, que se produjo en
1929, desencadenó una crisis económica mundial. Estados Unidos redujo
drásticamente el flujo de capitales hacia el exterior. Alemania cortó los desembolsos
a Francia, Bélgica y el Reino Unido, países que a su vez suspendieron el pago
de su deuda a Estados Unidos. El mundo más industrializado se sumió en la
recesión y se instaló la desocupación masiva. El comercio internacional se
hundió.
Previendo el desenlace de la segunda guerra
mundial, las autoridades de Washington decidieron adoptar una actitud
diametralmente opuesta a la que mantuvieron desde el fin de la primera guerra
mundial hasta principios de los años 30. Optaron por el establecimiento de las
instituciones de Bretton Woods y de las Naciones Unidas. Es la parte
institucional internacional.
Se trata ahora de analizar qué es la
política bilateral pregonada por las autoridades de Washington.
MEJOR QUE PRESTAR DINERO, DONARLO
La preocupación del gobierno estadounidense
al finalizar la segunda guerra mundial era mantener el pleno empleo alcanzado
gracias al colosal esfuerzo de guerra. Así mismo quería garantizar un superávit
comercial en las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo.2 Pero los principales países
industrializados capaces de importar mercaderías de Estados Unidos estaban
literalmente sin un céntimo. Para que pudieran comprar productos
estadounidenses había que proporcionarles dólares en grandes cantidades.
Pero ¿en qué forma? ¿Donaciones o préstamos?
En síntesis, el razonamiento de los
estadounidenses era el siguiente: si prestamos a los europeos que son de
nuestro bando el dinero que emplearán para comprarnos lo que necesitan para
reconstruir su economía, ¿con qué nos van a pagar? Los dólares que les
prestamos, ya no los tendrán, porque los habrán gastado en comprarnos lo que
necesitan. Por lo demás, no hay más que tres posibilidades. Primera, nos pagan
en especie. Segunda posibilidad, nos reembolsan en dólares. Tercera posibilidad,
les donamos el dinero hasta que salgan adelante.
Veamos la primera posibilidad: si nos pagan
en especie más que en dólares, sus productos competirán con los nuestros en
nuestro mercado interno, el pleno empleo se verá amenazado en casa, los
beneficios de nuestras empresas decaerán. No es una buena solución.
Consideremos la segunda: nos reembolsan en
dólares. Los dólares que les habíamos prestado ya los gastaron en la compra de
nuestros productos. En consecuencia, para que puedan reembolsarnos debemos
prestarles por segunda vez la misma suma (que nos deben), más los intereses. El
riesgo de entrar en un círculo incontrolable de endeudamiento (que bloquee o
frene de nuevo la buena marcha de los negocios) se combina con el riesgo
evocado en la primera posibilidad. Si los europeos tratan de no acumular
deudas con nosotros, vendrán a vender en nuestro mercado sus productos,
compitiendo con nuestras empresas. Obtendrían así una parte de los dólares
necesarios para reembolsarnos. Pero esto no será suficiente para que se
desendeuden, y encima hará crecer el desempleo entre nosotros.3
Queda la tercera posibilidad: mejor que
prestar masivamente dinero a los europeos (por medio del Banco Mundial o por
cualquier otra vía), conviene donarles los dólares necesarios para que
reconstruyan su economía en un período relativamente corto. Los europeos
utilizarán los dólares recibidos para comprarnos bienes y servicios. Esto
asegurará una salida para las exportaciones estadounidenses y, por
consiguiente, el pleno empleo. Una vez realizada la reconstrucción, los europeos,
no endeudados, estarán en condiciones de pagar la factura de lo que nos
compren.
Las autoridades estadounidenses llegaron a
la conclusión de que era mejor proceder mediante donaciones y lanzaron el Plan
Marshall.
EL
PLAN MARSHALL4
Entre 1948 y 1951, Estados Unidos destinó
mas de 13.000 millones de dólares de la época (de los cuales, 11.000 millones
en donaciones) a la reconstrucción de 17 países europeos, a través de la Organización Europea
de Cooperación Económica (OECE, hoy OCDE). El monto total de la ayuda
corresponde a unos 90.000 millones de dólares actuales.
EL GASTOS GENERALES DEL PLAN MARSHALL4
asistencia
económica, del3 de abril de 1948 al 30
de junio de 1952
(en
millones de dólares de la época)
País
Total
para todos los países
|
Total
$13.325,8
|
Donaciones $ 11.820,7
|
Préstamos $ 1.505,1
|
Austria
|
677,8
|
677,8
|
|
Bélgica-Luxemburgo
|
559,3
|
491,3
|
68,0
(a)
|
Dinamarca
|
273,0
|
239,7
|
33,3
|
Francia
|
2.713,6
|
2.488,0
|
225,6
|
Alemania
(RFA)
|
1.390,6
|
1.173,7
|
216,9
|
Grecia
|
706,7
|
706,7
|
|
Irlanda
|
147,5
|
19,3
|
128,2
|
Islandia
|
29,3
|
24,0
|
5,3
|
Italia
(incluido Trieste)
|
1.508,8
|
1.413,2
|
95,6
|
Países
Bajos (Indonesia) (b)
|
1.083,5
|
916,8
|
166,7
|
Noruega
|
255,3
|
216,1
|
39,2
|
Portugal
|
51,2
|
15,1
|
36,1
|
Suecia
|
107,3
|
86,9
|
20,4
|
Turquía
|
225,1
|
140,1
|
85,0
|
Reino
Unido
|
3.189,8
|
2.805
|
384,8
|
Regional
(c)
|
407,0
|
407,0
|
En
relación con el cuadro anterior:
a) El
total del préstamo incluye 65 millones para Bélgica y 3 millones para
Luxemburgo.
b) Ayuda del Plan Marshall en las Indias
holandesas (Indonesia) concedida a los Países Bajos antes de la transferencia
de soberanía del 30 de diciembre de 1949.
c) Incluye la contribución de Estados Unidos
al fondo permanente social europeo de los sindicatos (EPU): 361,4 millones.
Washington exigía a los Estados que
aceptaran la ayuda varias contrapartidas: de entrada, que los países europeos
coordinaran los gastos de reconstrucción en el seno de la OECE. De este modo,
reforzando el bloque opuesto al soviético, Estados Unidos contribuyó a la
cooperación europea, preludio de la construcción europea. Por otra parte,
exigía que el dinero prestado sirviera para comprar productos de la industria
estadounidense.
Además de las donaciones acordadas en el
marco del Plan Marshall, hay que agregar la anulación parcial, en 1946, de la
deuda de Francia con Estados Unidos (2.000 millones de dólares condonados).
Igualmente, Bélgica se benefició de Estados Unidos mediante una reducción de la
deuda en compensación por el uranio proporcionado para la fabricación de las
primeras dos bombas atómicas, lanzadas sobre las ciudades japonesas de
Hiroshima y Nagasaki, que causaron el holocausto nuclear. El uranio provenía de
la mina de Shinkolobwé (cerca de Likasi, ex Jadotville) situada en la provincia
de Katanga, en el Congo Belga. Primer acto, Bélgica se benefició de una anulación
de la deuda gracias a su colonia, cuyos recursos naturales explotaba. Segundo
acto, unos quince años más tarde, legó al Congo independiente las deudas que
había contraído para explotar sus recursos naturales y a su pueblo. (Ver el
capítulo 2).
EL
ACUERDO DE LONDRES DE 1953 SOBRE LA DEUDA
ALEMANA
El reembolso de la deuda por Alemania
occidental y su rápida reconstrucción después de la segunda guerra mundial
fueron posibles gracias a la voluntad política de sus acreedores, es decir,
Estados Unidos y sus principales aliados occidentales, (Reino Unido y Francia).
En octubre de 1950, estos tres aliados formularon un proyecto en el que el
gobierno federal alemán reconocía la existencia de deudas de los períodos
anterior y posterior a la guerra. Y agregaban una declaración que estipulaba
que «los tres países están de acuerdo en que el plan prevea una liquidación
adecuada por Alemania de las exigencias, cuyo efecto final no debe
desequilibrar la situación financiera de la economía alemana por repercusiones
indeseables ni afectar excesivamente las reservas potenciales de divisas. Los
tres países están convencidos de que el gobierno federal alemán comparte su
posición y que la restauración de la solvencia alemana irá acompañada de un
reembolso adecuado de la deuda alemana que asegure a todos los participantes
una negociación justa que tenga en cuenta los problemas económicos de
Alemania».5
La deuda reclamada a Alemania
correspondiente al período anterior a la guerra se elevaba a 22.600 millones de
marcos incluidos los intereses. La deuda de la postguerra se estimaba en 16.200
millones. Por un acuerdo alcanzado en Londres el 27 de febrero de 1953, estos
montos se redujeron a 7.500 millones y 7.000 millones de marcos,
respectivamente.6 Lo que representa una reducción del 62,6%.
El acuerdo establecía la posibilidad de
suspender los pagos y renegociar las condiciones de éstos si se presentaba un
cambio substancial que limitara la disponibilidad de recursos.7
Para garantizar que la economía de Alemania
occidental se relanzara realmente y constituyera un elemento estable y central
en el bloque atlántico frente al bloque del Este, los aliados acreedores
hicieron grandes concesiones a las autoridades y empresas alemanas, que fueron
mucho más allá de una reducción de la deuda. Se partía del principio de que
Alemania debía estar en condiciones de reembolsar la totalidad manteniendo un
alto nivel de crecimiento y una mejora de las condiciones de vida de la
población. Pagar sin empobrecerse. Para ello, los acreedores acordaron: primero,
aceptar que Alemania reembolsara la deuda en moneda nacional, el marco; segundo,
admitir que Alemania redujera sus importaciones, que pudiera producir ella
misma bienes que hasta entonces compraba en el exterior;8 tercero, autorizarla a vender sus
productos al exterior y a tener una balanza comercial positiva. Estos
diferentes elementos estaban consignados en la declaración antes mencionada.9
Otro elemento muy importante, el servicio de
la deuda se fijaba en función de la capacidad de pago de la economía alemana,
teniendo en cuenta los adelantos en la reconstrucción del país y los ingresos
por exportación. Así, la relación entre servicio de la deuda e ingresos por
exportación no debía superar el 5%. Esto quiere decir que Alemania occidental no
debía dedicar más de una vigésima parte de sus ingresos por exportación al
pago de su deuda. En la práctica, Alemania no destinó jamás más del 4,2% de
estos ingresos al pago de la deuda (cifra alcanzada en 1959).
Otra medida excepcional: se aplicó una
reducción drástica de la tasa de interés, que osciló entre 0% y 5%.
En fin, hay que tener en cuenta las
donaciones en dólares de Estados Unidos a Alemania occidental: 1.173,7 millones
de dólares en el marco del Plan Marshall, entre el 3 de abril de 1948 y el 30
de junio de 1952 (ver tabla de la página 57, a los que hay que sumar por lo menos 200
millones de dólares entre 1954 y 1961, principalmente a través de la Agencia Internacional
de Desarrollo de Estados Unidos (USAID).
Gracias a estas condiciones excepcionales,
Alemania terminó de pagar su deuda en 1960. Un tiempo récord. Ella misma se
permitió el lujo de anticipar los pagos.
ALGUNOS ELEMENTOS PARA COMPARAR
El resultado de una primera comparación
entre la Alemania
occidental de la postguerra y los PED de ahora es esclarecedora. Alemania,
aunque devastada por la guerra, era económicamente más fuerte que la mayoría
de los PED actuales. Pero en 1953 le concedieron lo que se niega a los PED.
Cuota de los ingresos por exportación dedicados al reembolso de la
deuda.
Alemania fue autorizada a no dedicar al pago
de la deuda más del 5% de sus ingresos por exportación.
En el 2004, los países en desarrollo
tuvieron que destinar al pago de la deuda, en promedio, el 12,5% de sus
ingresos por exportación (8,7% los países del África subsahariana; 20% los
países de Latinoamérica y el Caribe). Este porcentaje era incluso superior al
20% a finales de los años 90.
Tipo de interés de la deuda externa.
En el caso del acuerdo de 1953 concerniente a
Alemania, el tipo de interés osciló entre 0% y 5%.
En cambio, en el caso de los PED, el tipo de
interés ha sido mucho más alto. Una gran mayoría de los contratos prevé tipos
variables, al alza.
Entre 1980 y 2000, para el conjunto de los
PED, el tipo de interés medio osciló entre 4,8% y 9,1% (entre 5,7% y 11,4% en
el caso de Latinoamérica y el Caribe, llegando a oscilar en el caso de Brasil
entre el 6,6% y el 11,9% entre 1980 y 2004).
Moneda en que se reembolsó la deuda externa.
Alemania fue autorizada a reembolsar en moneda nacional.
Ningún
país del Tercer Mundo está autorizado a hacer lo mismo, salvo excepción y por
una suma irrisoria. Todos los grandes países endeudados deben efectuar la
totalidad de sus reembolsos en divisas fuertes (dólares, euros, yenes, francos
suizos, libras esterlinas).
Cláusula de revisión del contrato.
En el caso de Alemania, el acuerdo
establecía la posibilidad de suspender los pagos y renegociar las condiciones
si se presentaba un cambio substancial que limitara la disponibilidad de
recursos.
En el caso de los contratos de préstamos con
los PED, los acreedores consiguen que no haya cláusulas de este tipo.
Política de sustitución de importaciones.
En el acuerdo sobre la deuda alemana, se
había previsto explícitamente que el país podía producir localmente lo que
hasta entonces importaba.
Por el contrario, el Banco Mundial y el FMI
imponen a los PED la renuncia a producir en el país lo que podrían importar.
Donaciones en divisas (en efectivo).
Alemania, aunque responsable en gran parte
de la segunda guerra mundial, fue gratificada con donaciones importantes en
divisas, en el marco del Plan Marshall, y más aún.
Los PED, en conjunto, a los cuales los
países ricos han prometido asistencia y cooperación, reciben una limosna en
forma de donaciones en divisas. Mientras que, colectivamente, desembolsan unos
300.000 millones de dólares por año, reciben en efectivo unos 30.000 millones
de dólares. Los países más grandes del Tercer Mundo endeudados no reciben,
estrictamente, ninguna ayuda en forma de donaciones en divisas.
Incontestablemente, la negativa a conceder a
los PED endeudados el mismo tipo de concesiones que a Alemania indica que, en
realidad, los acreedores no quieren que estos países se desendeuden. Los
acreedores consideran que lo que les interesa es mantenerlos en el
endeudamiento permanente, para obtener de este modo un beneficio máximo bajo la
forma del pago de la deuda, y para imponerles unas políticas acordes a sus
intereses de acreedores y asegurarse su lealtad en el seno de las instituciones
internacionales.
Lo que los estadounidenses realizaron con
los países más industrializados destruidos por la guerra, mediante el Plan
Marshall, se concedió de la misma manera a ciertos PED aliados de Estados
Unidos que ocupaban un lugar estratégico en la vecindad de la Unión Soviética y
de China. Estados Unidos otorgó en forma de donaciones unas sumas netamente
superiores a los préstamos concedidos por el Banco Mundial al resto de los PED.
Es el caso, en particular de Corea del Sur y de Taiwán, que desde los años 50
han recibido una ayuda determinante, que es uno de los ingredientes de su
éxito.
Para dar una idea: entre 1954 y 1961, Corea
del Sur recibió como donación de Estados Unidos una suma superior a todos los
préstamos juntos otorgados por el Banco Mundial a los países independientes del
Tercer Mundo (incluidos la India,
Pakistán, México, Brasil y Nigeria). Corea del Sur recibió como donaciones de
Estados Unidos más de 2.500 millones de dólares entre 1953 y 1961, mientras
que los préstamos del Banco al conjunto de los PED independientes durante el
mismo período sumaban 2.323 millones de dólares. Las donaciones a Taiwán se
elevaron a cerca de 800 millones de dólares en dicho período.10 Debido
a encontrarse en un lugar estratégico frente a China y la URSS, la pequeña Corea del
Sur, agrícola, con una población de menos de 20 millones de habitantes, recibió
los favores de Estados Unidos. En el plano de las políticas económicas, el
Banco Mundial y Estados Unidos toleraron a Corea del Sur y a Taiwán lo que no
le admitieron a Brasil, o a México. Como veremos en el capítulo dedicado a
Corea.
&&&
CAPÍTULO 5
UN BANCO BAJO INFLUENCIAS
El libro
comanditado por el Banco Mundial para conmemorar sus primeros cincuenta años de
existencia muestra hasta qué punto la idea de que la institución se habría
convertido en una enorme burocracia progresivamente independizada de la
influencia de los Estados no concuerda con la realidad. En particular, este
concepto erróneo ha sido puesto de relieve por el ambientalista estadounidense
Bruce Rich en su agudo libro sobre el Banco.1 En realidad, éste está bajo el firme control del gobierno de Estados
Unidos, que es quien negocia, en el seno del Banco, con los gobiernos de las
otras potencias capitalistas la política a seguir bajo su liderazgo. Por lo
general, no se toma el trabajo de hacer los esfuerzos necesarios para llegar a
un consenso con sus socios principales (desde finales de los años 50, éstos son
Japón, Alemania, el Reino Unido y Francia), imponiendo al Banco directamente
sus puntos de vista.
En ciertas
ocasiones, las relaciones del gobierno estadounidense con el presidente del
Banco o con su dirección, en sentido amplio, han sido tensas. Así mismo, se ha
de tener en cuenta la intervención, más o menos activa según la época, del
Congreso de Estados Unidos. En muchas ocasiones, el ejecutivo estadounidense
tuvo que negociar con el Congreso la actitud que se debía mantener con respecto
al Banco y a sus actividades.2
Aunque
sometido de forma sistemática a la influencia de Estados Unidos, el Banco no
deja de mantener cierta autonomía, que es el espacio que dispone para seguir
una lógica propia, que a veces entra en conflicto con el gobierno estadounidense.
Esta autonomía es muy limitada y el gobierno impone su voluntad en todas las
cuestiones que considera importantes. Por lo demás, no hay que olvidar los
lazos estrechos entre el mundo de los negocios (el gran capital) estadounidense
y el Banco.
LA INFLUENCIA ESTADOUNIDENSE
SOBRE EL BANCO
«A lo largo
de la historia del Banco Mundial, Estados Unidos
ha sido el principal accionista y
el país miembro más influyente. El apoyo de Estados Unidos al Banco, las presiones que ejerce sobre éste,
las críticas expresadas respecto al mismo han desempeñado un papel central en
el curso de su crecimiento, en la evolución de su política, de sus programas y
de sus prácticas.»3 Con
estas palabras comienza el capítulo sobre las relaciones entre Estados Unidos y
el Banco Mundial de 1945 a
1992 del libro comanditado por el Banco para conmemorar su quincuagésimo
aniversario.4
Otros fragmentos de dicho texto,
reproducidos a continuación, son tan explícitos que no necesitan comentario:
«La dirección del Banco dedica más tiempo a reunirse con Estados
Unidos y a consultarlo a fin de responder a sus deseos que a hacerlo con
cualquier otro país miembro. Si bien esta intensa interacción casi no ha
cambiado con el correr de los años, la forma en que Estados Unidos moviliza a
los otros países miembros para que apoyen sus puntos de vista se ha modificado
considerablemente. Al principio, la influencia de Estados Unidos era tan
predominante que sus posiciones y las del Banco eran indisociables.»5
«Estados Unidos ha considerado a todas las organizaciones multilaterales,
incluido el Banco Mundial, como instrumentos de su política exterior, que
podía utilizar para alcanzar sus propios objetivos.»6
«A menudo, Estados Unidos se ha visto contrariado por el proceso de
construcción del consenso sobre el que se basa la cooperación multilateral.»7
«La preocupación por contener el comunismo y la modificación de la
potencia relativa de Estados Unidos en el mundo explica en gran parte la
evolución de sus relaciones con el Banco Mundial en el curso de los últimos
cincuenta años.»8
«La crisis de la deuda en el Sur y la caída del comunismo en Europa
del Este han producido un renovado interés de Estados Unidos con respecto al
Banco Mundial.»9
UNAS LÍNEAS SOBRE EL ORIGEN DEL BANCO MUNDIAL Y LA INFLUENCIA DE
ESTADOS UNIDOS
«A diferencia del FMI, que es el resultado
de una negociación intensa entre Estados Unidos y el Reino Unido, el Banco es
en gran medida una creación de Estados Unidos. Su papel fue reconocido por John
Maynard Keynes en sus palabras de introducción a la Conferencia de Bretton
Woods.»10
«El resultado es una influencia poderosa y
duradera de Estados Unidos sobre todos los aspectos del Banco, tanto sobre su
estructura como sobre su orientación política general y la forma de conceder
préstamos.» 11
Entre los temas que dividían a los
participantes de la
Conferencia de Bretton Woods figuraba la ubicación de la sede
del Banco y del FMI. El Tesoro estadounidense quería que se estableciera en
Washington, al alcance de su influencia, mientras que varias delegaciones
extranjeras preferían Nueva York, por una parte para distanciarse del gobierno
de Estados Unidos, y por otra parte estar más cerca de la futura sede de las
Naciones Unidas. Keynes pedía explícitamente que se mantuviera el Banco y el
FMI alejados del Congreso estadounidense y, agregaba, de la influencia de las
embajadas; había que elegir a Nueva York como sede. En realidad, antes había
intentado convencer a los participantes de que optaran por Londres, y al comprobar
que estaba derrotado de entrada, trató de evitar que fuese Washington y
propuso a Nueva York. El secretario del Tesoro, Henry Morgenthau, replicó que
se debía desplazar el centro del mundo de Londres y Wall Street al Tesoro de
Estados Unidos. Su argumentación fue atinada con respecto a las demás delegaciones
ya que, al fin de la segunda guerra mundial, el imperio británico aunque tambaleante,
era aún dominante; de ahí el interés en que no se situara la sede de las nuevas
instituciones financieras en Londres, al lado de la primera plaza financiera, la City londinense. La segunda
parte de la argumentación también fue atinada puesto que, en Nueva York, Wall
Street era sinónimo de la dominación del mundo de los negocios que había
producido la catástrofe de 1929. En el fondo, efectivamente Morgenthau quería,
como había declarado, establecer el centro de las nuevas instituciones
financieras bajo el control del Tesoro y guardar las distancias con Wall
Street. Por cierto, Henry Morgenthau, Harry White y Emilio Collado se retiraron
o fueron despedidos debido a la presión de Wall Street (ver el capítulo 2). En
realidad, las instituciones de Bretton Woods cayeron muy pronto bajo la tutela
de Wall Street y del Tesoro (de hecho, desde 1947).
Por otra parte, de los diez presidentes del
Banco Mundial que se sucedieron desde 1946 hasta la fecha, siete, incluido el
primero, provenían directamente del mundo de los negocios (ver el final del
capítulo).
Además, para evitar una influencia demasiado
fuerte del gobierno de Estados Unidos sobre el comité de dirección del Banco,
Keynes deseaba que sus miembros (los directores ejecutivos) dividieran su
actividad entre su país de origen y la sede del Banco: propuso así que
trabajaran a tiempo parcial.12 Sin embargo se impuso la propuesta del Tesoro:
los directores ejecutivos tienen residencia permanente en Washington y las
sedes de ambas instituciones están a cinco minutos a pie de la Casa Blanca.
Cuando se votó en el Congreso de Estados
Unidos la participación en el Banco Mundial y en el FMI, se aprobó por una
mayoría aplastante (345 contra 18 en la Cámara de Representantes; 61 contra 6 en el
Senado), lo que no era habitual. Ello demuestra claramente que el Congreso
estaba muy satisfecho de las decisiones tomadas en la construcción de ambas
instituciones.
A pesar de que el Banco había sido concebido
principalmente para la reconstrucción de los países devastados por la segunda
guerra mundial, Estados Unidos prefirió lanzar por su cuenta el Plan Marshall,
porque así controlaría totalmente el mercado de las operaciones y porque de ese
modo podría dispensar donaciones a quien mejor le pareciera.
Aunque en definitiva su papel haya sido
marginal en cuanto a la reconstrucción de Europa, el Banco Mundial concedió de
todos modos algunos préstamos a ciertos países europeos, comenzando por el
primero de su historia: 250 millones de dólares a Francia en mayo de 1947.
Según Catherine Gwin, el gobierno estadounidense se oponía a que el Banco
concediera un préstamo a Francia mientras el Partido Comunista Francés (PCF)
formara parte del gobierno. El Departamento de Estado hizo una gestión
explícita y formal en ese sentido, y el PCF fue separado de la coalición
gubernamental; pocos días después, el representante del Banco Mundial anunció
que el préstamo, de 250 millones de dólares, estaba acordado. Este hecho
evidencia la influencia directa ejercida por el ejecutivo de Estados Unidos sobre
el Banco y los fines políticos que estaban detrás de esta intervención. En el
mismo trabajo, la autora señala que en 1947 Estados Unidos intervino con éxito
para impedir la concesión de préstamos a Polonia y a Checoslovaquia, porque en
los gobiernos de dichos países había comunistas.14
Desde el comienzo de sus actividades, la
política del Banco Mundial estuvo determinada por el marco de la guerra fría y
la orientación de Estados Unidos en este escenario.
EL PRESIDENTE DEL BANCO
MUNDIAL HA SIDO SIEMPRE UN CIUDADANO ESTADOUNIDENSE PROPUESTO POR EL
GOBIERNO DE SU PAÍS
Siempre, desde su origen hasta hoy, el
presidente del Banco Mundial ha sido un ciudadano estadounidense propuesto por
el gobierno. Los miembros del Consejo de Gobernadores se limitan a confirmar al
candidato presentado por el gobierno de Estados Unidos. Es un privilegio que
no figura en los estatutos del Banco. Aunque éstos lo permiten, en ningún
momento, hasta ahora, un gobernador del Banco Mundial se aventuró —en todo
caso, públicamente15— a
proponer un candidato de otro país, o incluso estadounidense que no fuese el seleccionado
por el gobierno.
EL DERECHO DE VETO DE
ESTADOS UNIDOS EN EL BANCO MUNDIAL
Desde el comienzo, Estados Unidos es el
único país miembro que dispone de derecho de veto en el Banco Mundial
Cuando se creó el Banco, Estados Unidos
disponía del 35,07% de derechos de voto.16 Desde la última modificación de los derechos de voto, en el año 2002,
dispone del 16,41%. En un principio, en 1947, año en el que el Banco comenzó
su actividad, la mayoría requerida para modificar los estatutos era del 80% (en
manos de por lo menos el 60% de los países miembros), lo que daba a Estados
Unidos un derecho de veto. La oleada de países del Sur que se independizaban
aumentaba el número de países miembros del grupo del Banco Mundial, diluyendo
progresivamente el peso en votos de Estados Unidos. Pero tuvo la precaución de
mantener su privilegio: en 1966, no tenía más que el 25,5% de derechos de voto,
que aún era suficiente.
Cuando, en 1987, esta posición ya no era
sostenible, se modificó la definición de la mayoría cualificada a su favor, En
efecto, aquel año, Japón17 negociaba con Estados Unidos un aumento
significativo de sus derechos de voto, que lo colocaba en la segunda posición,
delante de Alemania y el Reino Unido. Para conceder este aumento a su aliado,
Estados Unidos aceptó una reducción de sus derechos de voto con la condición
de que la mayoría requerida se llevara al 85%. De esta manera, a la vez que
satisfacía el pedido de Japón, Estados Unidos mantenía su derecho de veto.
Según Catherine Gwin, «Estados Unidos es
también el miembro dominante en la dirección del Banco y no sólo porque es su
principal accionista. Formalmente, la mayor parte de las decisiones del Banco,
incluidas las que se refieren a los préstamos y a la concesión de éstos,
requieren una mayoría simple». Lo que significa que puede quedar en minoría.
Pero la autora prosigue: «... sin embargo las decisiones a menudo se preparan
entre Estados Unidos y la dirección del Banco, incluso antes de que lleguen al
Consejo de Administración, o entre los miembros del Consejo antes de que sean
llamados a votar. Por lo tanto, es el peso de su influencia más que el
ejercicio de su voto lo que da a Estados Unidos un poder efectivo sobre la
dirección».18
LA INFLUENCIA DE ESTADOS UNIDOS SOBRE
EL BANCO EN CASOS CONCRETOS
Veamos ahora los casos de cinco países que
demuestran la influencia de Estados Unidos en las decisiones tomadas por el
Banco. A tal efecto, nos basamos en los dos libros comanditados por el Banco
Mundial para ilustrar su propia historia,19así como en sus informes anuales, que contrastamos con otras fuentes,
en general críticas con el Banco. La elección no fue fácil, dado que
disponemos de una profusión de ejemplos. De hecho, según los libros
mencionados, los casos en los que la opinión del gobierno de Estados Unidos no
se impuso se cuentan con los dedos de una mano.
NICARAGUA
Y GUATEMALA
América Central es considerada por el
gobierno de Estados Unidos como una parte de su zona de influencia exclusiva.
La política seguida por el Banco Mundial en términos de préstamos a los países
de la región ha estado directamente influenciada por las opciones políticas de
Washington. El caso de Nicaragua y Guatemala en el curso de los años 50 es
completamente claro. «Uno de los principales países prestatarios, desde el
punto de vista del número de préstamos, era Nicaragua, un país de un millón de
habitantes controlado por la familia Somoza.20 “Washington y los Somoza consideraban que su relación era mutuamente
beneficiosa. Estados Unidos apoyaba a los Somoza y éstos apoyaban a Estados
Unidos en las votaciones en las Naciones Unidas o en los organismos regionales.
Somoza ofreció el territorio nicaragüense como base de entrenamiento y de
partida de las fuerzas cubanas en el exilio que en 1961 participaron en el
desastre de la Bahía
de Cochinos.”21 Entre
1951 y 1956, Nicaragua recibió nueve préstamos del Banco Mundial y otro en
1960. En 1953 se instaló una base militar estadounidense, desde la cual se
lanzó la operación de la Central Intelligence Agency (CIA) que permitió la
destitución del presidente Jacobo Arbenz, que había legalizado el Partido
Comunista de Guatemala y amenazaba con expropiar los haberes de la United Fruit Company.
La propia Guatemala, con un población tres veces superior a la de Nicaragua, y
aunque había sido uno de los países que recibieron una misión de estudio del
Banco (publicado en 1951), tuvo que esperar hasta 1955 para recibir su primer
préstamo, después de la caída de su régimen “comunista”.»22
Después de la caída de los Somoza, en 1979,
Estados Unidos intentó por diferentes medios políticos, económicos y militares
desestabilizar y luego derribar el nuevo gobierno sandinista. Esto llevó a
Nicaragua a presentar un recurso contra Estados Unidos ante el Tribunal Internacional
de Justicia de La Haya,
el cual en 1986 emitió un dictamen que condenaba a Estados Unidos por violación
de las obligaciones impuestas por el derecho internacional, en particular la
prohibición del empleo de la fuerza (art. 24 de la Carta de las Naciones
Unidas) y de atentar contra la soberanía de otro Estado.23
En cuanto a la actitud del Banco con
respecto al régimen sandinista en los años 80 y la influencia ejercida sobre la
institución por el gobierno de Estados Unidos, citemos aquí un párrafo del
trabajo de Catherine Gwin: «La
Nicaragua de los años 80 constituye un ejemplo más reciente
que demuestra que la negativa del Banco a prestarle coincide claramente con la
política de Estados Unidos. La razón invocada para suspender los préstamos era
la acumulación de atrasos. Sin embargo, el gobierno nicaragüense propuso
formalmente, en 1984, una solución a este problema.»24 La autora detalla las propuestas
concretas formuladas por Nicaragua y explica cómo, aunque éstas eran
procedentes, el Banco no hizo ningún esfuerzo para ayudar al régimen
sandinista. Señala que esto contrasta con la flexibilidad mostrada por el Banco
con respecto a otros regímenes, que eran aliados de Estados Unidos.
YUGOSLAVIA
Con el fin de reforzar la distancia tomada
por el régimen del mariscal Tito con respecto a la Unión Soviética,
el gobierno estadounidense instó al Banco a acordar un préstamo a Yugoslavia a
finales de los años 40. Como se señala en la cita siguiente, prefería que la
ayuda a la Yugoslavia
de Tito se hiciera a través del Banco Mundial, y no que se tramitara
directamente como una ayuda bilateral, porque temía ser atacado en el Congreso
por los numerosos representantes que se oponían a un apoyo a un régimen
comunista:25 «El
Banco prestó a Yugoslavia justo después de su ruptura con el bloque soviético,
en 1948. George Kennan26 recomendó un apoyo discreto y no ostentoso por parte de Occidente,
temiendo la reacción rusa y consciente de que el Congreso no querría apoyar a
un país comunista. El Banco Mundial era una vía adecuada para desempeñar tal
papel, y una misión partió para Belgrado al año siguiente.»27 El presidente del Banco, Eugene R.
Black, viajó para negociar personalmente con el mariscal Tito.
CHILE
Tras la elección de Salvador Allende en 1969
y la instalación del gobierno de Unidad Popular, el Banco, bajo la presión de
Washington, suspendió los préstamos a Chile entre 1970 y 1973. El caso de
Chile muestra que puede haber discrepancias entre la opinión del Banco y la
posición del gobierno de Estados Unidos, y que finalmente éste logra imponer su
opinión. Aunque la dirección del Banco consideraba que Chile reunía las
condiciones para concederle préstamos, el gobierno estadounidense logró que no
se acordara ninguno al gobierno de Salvador Allende. Catherine Gwin resume así
este caso emblemático: «Estados Unidos presionó al Banco para que no prestara
al gobierno de Allende después de la nacionalización de la minas de cobre
chilenas. A pesar de la presión, el Banco envió una misión a Santiago (habiendo
determinado que Chile adoptaba una actitud conforme a las reglas del Banco,
que preveían que para conceder un préstamo después de una nacionalización, los
procedimientos para la indemnización estuvieran en curso). Robert McNamara se
reunió enseguida con Allende para comunicarle que el Banco estaba dispuesto a
conceder nuevos préstamos con la condición de que el gobierno estuviera
dispuesto a reformar la economía. Pero el Banco y el régimen de Allende no
pudieron ponerse de acuerdo sobre los términos de un nuevo préstamo. Justo
después del asesinato de Allende, en 1973, en un golpe de Estado que llevó al
poder a la dictadura militar del general Pinochet, el Banco reanudó los préstamos
y le otorgó un crédito a 15 años para el desarrollo de las minas de cobre.
[...] La suspensión de los préstamos en 1970-1973 se menciona en el informe del
Tesoro del año 1982 como un ejemplo significativo del ejercicio fructífero de
la influencia de Estados Unidos sobre el Banco. Y aunque el Banco haya dado su
principio de acuerdo para un nuevo préstamo en junio de 1973, las propuestas de
préstamos no fueron tomadas en consideración por el comité de dirección hasta
después del golpe de Estado de septiembre, que llevó al general Pinochet al
poder.»28
Para completar la información, señalemos que
en los archivos del Banco Mundial se encuentra un documento en el que el
gobierno chileno, con ocasión de la reunión del Banco de septiembre de 1972,
protesta por la suspensión de los préstamos e indica que unos proyectos
elaborados habían sido presentados al Banco.29 Debido a la presión de Estados Unidos, el Banco no les dio trámite
mientras Allende siguiera en el poder. Diversos documentos de trabajo internos
del Banco tratan de manera crítica la política del Banco hacia el Chile de
Allende y el de Pinochet (ver el capítulo siguiente).
Unos diez años más tarde, mientras las
atrocidades cometidas por el régimen de Pinochet provocaban vivas protestas en
Estados Unidos, incluso en el seno del Congreso, el gobierno estadounidense
solicitó al Banco que organizara una discusión sobre la concesión de un
préstamo a Chile de tal manera que evitara la oposición del Congreso. Esta
solicitud fue rechazada por el presidente del Banco, Barber Conable, en una
nota dirigida a James Baker, vicesecretario del Tesoro, el 29 de octubre de
1986. Se puede suponer que la petición del gobierno no era más que una
concesión de fachada dirigida a la opinión pública, de manera que apareciese
sensible a las preocupaciones democráticas expresadas, sabiendo que en un reparto
bien lubricado de los papeles, el presidente del Banco mantendría el rumbo
político preconizado por el gobierno. Todos salían ganando.
VIETNAM
Desde 1960 hasta el fin de la guerra de
Vietnam, en 1975, Estados Unidos presionó al Banco para que, por medio de su
rama AID, concediera regularmente préstamos al régimen aliado survietnamita.
Tras el fin de la guerra y la derrota de Estados Unidos, el Banco Mundial envió
dos misiones de estudio sucesivas, las que concluyeron que las autoridades
vietnamitas, aunque no siguieran una política económica del todo
satisfactoria, cumplían las condiciones para recibir préstamos concesionales.
Shaid Husain, director de la misión del Banco, precisó que los resultados
económicos de Vietnam no eran inferiores a los de Bangladesh o de Pakistán,
países ayudados por el Banco.
A pesar de esto, la dirección del Banco,
bajo la presión de Estados Unidos, suspendió los préstamos a Vietnam, y su
presidente, Robert McNamara, afirmó en el semanario Newsweek (20 de
agosto de 1979) que la suspensión había sido determinada sobre la base del
informe negativo de la misión. Una afirmación falsa, como destaca Catherin
Gwin: «Las conclusiones de la misión, al contrario de lo que McNamara dijo
públicamente en Newsweek, eran que no había fundamentos sólidos para
cortar los préstamos a Vietnam.»30
CONCLUSIÓN SOBRE LOS CASOS CONCRETOS DE
PAÍSES
La dirección del Banco Mundial justifica la
concesión de préstamos con razones puramente económicas. Pero como hemos
mostrado, en realidad la política de préstamos está determinada, sobre todo,
por la intervención del gobierno estadounidense, basada principalmente en
objetivos políticos.
Esto no quiere decir que los objetivos
económicos no tengan importancia, sino que están subordinados o son
complementarios a decisiones políticas y estratégicas. Catherine Gwin, que
defiende el balance globalmente positivo de la influencia de Estados Unidos
sobre el Banco, desde el punto de vista de estadounidense, hace un análisis
riguroso, que no oculta los aspectos contradictorios de la política, tanto del
Banco como de Estados Unidos. En este sentido, el párrafo siguiente adquiere un
relieve particularmente interesante: «Sin duda, no es imperativo cuestionar la
evaluación que hizo el Banco sobre la situación económica del Chile de
Allende, de Vietnam o de la
Nicaragua de los sandinistas, pero también es interesante
destacar que unos juicios tan negativos se podrían haber emitido con respecto a
la Nicaragua
de los Somoza, a las Filipinas de Marcos o al Zaire de Mobutu, regímenes que
eran aliados importantes de Estados Unidos en el marco de la guerra fría.»31
LA INFLUENCIA DE ESTADOS UNIDOS EN
MATERIA DE PRÉSTAMOS SECTORIALES
A partir de los años 70, el gobierno estadounidense
aplicó sistemáticamente su influencia para tratar de convencer al Banco de que
no concediera préstamos destinados a apoyar la producción de mercaderías que
competirían con las producidas en Estados Unidos. Fue así como se opuso con
regularidad a la producción de aceite de palma,32 de cítricos y de
azúcar. Estados Unidos logró que el Banco redujera drásticamente en 1987 los
préstamos acordados a la industria siderúrgica de la India y de Pakistán. En 1985,
se opuso con éxito a un proyecto de inversión de la Sociedad Financiera
Internacional (SFI-grupo BM) a la siderurgia brasileña, y más tarde a otro
préstamo del Banco para ayudar a la reestructuración del sector siderúrgico de
México. Así mismo, en los años 80 amenazó con emplear su derecho de veto con un
préstamo para la siderurgia china. También bloqueó un préstamo de la SFI a una compañía minera para
la extracción de mineral de hierro en Brasil. Y lo mismo hizo con una inversión
de la SFI en la
industria del cobre en Chile.
Estados Unidos también ejerció activamente
su influencia sobre el Banco en su política con respecto al sector petrolero El
gobierno estadounidense está de acuerdo en los préstamos para favorecer las
perforaciones pero no para su refinado. Esto no necesita comentarios.
CONVERGENCIAS DE ESTADOS UNIDOS CON OTRA POTENCIA
(EN ESTE CASO EL REINO UNIDOS)
Muchas veces, los intereses de Estados
Unidos han coincidido con los de otras potencias, entonces la actitud adoptada
por el Banco fue el resultado de conciertos estrechos entre Estados Unidos, la
o las otras potencias concernidas y el Banco. Dos ejemplos: uno, la actitud del
Banco con respecto al proyecto de construcción de la represa de Asuán bajo el
régimen de Gamal Abdel Nasser en Egipto, y el otro, la que adoptó con Iraq
después de la ocupación de su territorio por las tropas de Estados Unidos, el
Reino Unido y sus aliados, a partir de marzo de 2003.
EL PROYECTO DE LA REPRESA DE ASUÁN EN
EGIPTO
El proyecto de construcción de la represa de
Asuán en el Nilo es anterior al acceso al poder del coronel Nasser, en 1952,
pero en el curso de ese año tomó forma definitiva. En enero de 1953 el ministro
de Finanzas egipcio escribió al presidente del Banco Mundial, Eugene Black,
proponiéndole la cofinanciación de ese gigantesco proyecto. Aunque la
realización de esa obra de infraestructura se ajustaba a las prioridades del
Banco, su dirección era reticente a comprometerse plenamente, dado que el Reino
Unido, en ese momento la segunda potencia en derechos de voto en el seno del
consejo de gobernadores del Banco, consideraba que el régimen de los militares
progresistas era una amenaza para sus intereses estratégicos. En efecto, los
militares egipcios en el poder cuestionaban la ocupación del canal de Suez por
las tropas británicas. El presidente Eugene Black se desplazó personalmente a
Egipto para discutir el proyecto, el Banco envió ingenieros, etc. El proyecto
preveía una represa con una capacidad de 130.000 millones de metros cúbicos,
cuatro veces mayor que la de los mayores embalses artificiales existentes. La
magnitud de la obra ofrecía enormes perspectivas a las empresas constructoras
internacionales.
Las negociaciones entre Egipto y el Reino
Unido para la retirada de las tropas británicas condujeron a un acuerdo, lo cual
redujo las reticencias de Londres y las presiones que ejercía sobre la
dirección del Banco para que no financiara el proyecto. Entonces los gobiernos
estadounidenses y británicos dieron luz verde a la dirección del Banco para
iniciar las negociaciones, pero fijaron restricciones, dividiendo la realización
del proyecto en dos fases. Se garantizaba la financiación de la primera fase,
mientras que la de la segunda dependía de la evolución política de las
autoridades egipcias. Por supuesto, esto no estaba explicitado en los acuerdos,
pero fue así como lo interpretó el gobierno egipcio. Los egipcios querían
comenzar los trabajos en julio de 1957, lo que implicaba que el contrato se
firmara en julio de 1956. En consecuencia, solicitaron al Banco que confirmara
lo más pronto posible el acuerdo de financiación.
En diciembre de 1955, la reunión de los
directores ejecutivos del Banco dio luz verde a Eugene Black para que avanzara
en las negociaciones con los egipcios, sobre la base de las condiciones definidas
por los gobiernos estadounidense y británico. Los egipcios recibieron con
frialdad las condiciones del Banco. En el ínterin, las autoridades británicas
se enteraron de que los egipcios habían firmado un acuerdo comercial con la Unión Soviética
con el objetivo de intercambiar algodón por armas.33 Los historiadores Masón y Asher comentan
la entrada en escena de la
Unión Soviética de la manera siguiente: «Estas maniobras
habían aumentado el deseo de las potencias occidentales de estar asociadas a la
represa.»34
Eugene Black, antes de viajar a Egipto para sellar el acuerdo con los
egipcios, se puso en contacto con el gobierno de Estados Unidos, el cual dio su
beneplácito. De camino para El Cairo, también se reunió con el primer ministro
británico en Londres. Después de diez días de negociaciones en El Cairo, aún
quedaba un punto fundamental de desacuerdo: los egipcios no aceptaban las
condiciones fijadas por Estados Unidos y el Reino Unido. A su regreso a
Washington, Eugene Black propuso continuar la negociación, pues quería llegar
a un acuerdo. En cambio, del lado de Washington y, sobre todo, de Londres
crecían las reticencias debido a la orientación nacionalista árabe del régimen
egipcio. La oposición de los británicos aumentó aún más cuando el rey de
Jordania despidió, el Io de marzo de 1956, a todo el mando
británico de la región. Black se encontraba cada vez más aislado, pero los
gobiernos le permitían proseguir la negociación, dando a entender que se
podría llegar a un acuerdo, aunque según la opinión de los historiadores del
Banco, la decisión de rechazo ya estaba tomada.
A principios de julio de 1956, gracias a su
voluntad de negociación, Black logró que el primer ministro egipcio, Nasser,
declarara que aceptaba las condiciones fijadas por las potencias occidentales.
De todos modos, cuando el embajador egipcio hizo saber oficialmente, el 19 de
julio de 1956, que Egipto daba su acuerdo, el gobierno de Estados Unidos
respondió que, dadas las circunstancias presentes, había decidido no participar
en la financiación de la represa de Asuán. El 20 de julio, el Parlamento
británico fue informado de que el gobierno se retiraba del proyecto. Masón y
Asher precisan que el Departamento de Estado había comunicado al Banco su
decisión de retirarse del proyecto sólo aproximadamente una hora antes de la
comunicación oficial al embajador egipcio. Agregan que en dicho comunicado
Estados Unidos se escudaba en un informe negativo del Banco basado en razones
económicas. Mientras la versión impresa del texto ya circulaba por las
cancillerías, el presidente del Banco logró que el gobierno estadounidense
retirara este argumento del texto entregado a la prensa.
Volviendo a las consecuencias políticas
fundamentales, recurramos de nuevo a la opinión de Masón y Asher: «La
continuación dramática es conocida. El 26 de julio de 1956, el primer ministro
Nasser anunció que el gobierno nacionalizaba la Compañía del Canal de
Suez y asumía el control de las operaciones de ésta. El 29 de octubre, después
de una serie de incidentes fronterizos, las tropas israelíes invadieron
Egipto, y el 2 de diciembre comenzó la acción militar francobritánica con el
supuesto objetivo de proteger la zona del canal, pero en realidad, para muchos
observadores, para derrocar al primer ministro Nasser.»35
El caso de la represa de Asuán muestra cómo
el gobierno de Estados Unidos puede unir sus esfuerzos a los de otro gobierno
para ejercer una influencia sobre el Banco Mundial cuando sus intereses
coinciden. Muestra así mismo que Estados Unidos puede escudarse detrás de un
supuesto rechazo del Banco para oponerse a un proyecto, atribuyéndole al mismo
tiempo la culpa del fracaso.
En un número limitado de casos, el gobierno
de Estados Unidos permitió que otras potencias sacaran ventaja de su poder de
influencia sobre el Banco. Esto ha pasado cuando sus intereses estratégicos no
estaban directamente en juego. Así fue cómo Francia pudo usar su influencia en
el Banco para que éste adoptara una política conforme a los intereses
«franceses», por ejemplo en lo concerniente a Costa de Marfil.
LA
OCUPACIÓN Y
LA RECONSTRUCCIÓN DE
IRAQ
La intervención militar de marzo de 2003
contra el Iraq de Sadam Husein, seguida de la ocupación de su territorio, se
llevó a cabo sin el acuerdo de la
ONU y contra la opinión de varias potencias, entre ellas
Francia, Alemania, Rusia y China. Estados Unidos, a la cabeza de la coalición
que lanzó el ataque gozó del apoyo activo de los otros tres miembros del G7
(el Reino Unido, Japón e Italia) y de algunas potencias menores, como España y
Australia.
Desde el mes de abril de 2003, Estados
Unidos tomó la iniciativa de negociar en el G8 y en el seno del Club de París
una reducción substancial de las deudas contraídas por el régimen de Sadam
Husein. La cuestión era aliviar el peso de esta deuda a fin de que el nuevo
Iraq, ahora un aliado, estuviera en condiciones de contraer nuevas deudas y de
pagarlas. Como complemento a esta gestión, que hemos analizado en otra obra,36 el gobierno estadounidense presionó al
Banco Mundial y al FMI con el fin de que ambas instituciones prestaran a las
nuevas autoridades iraquíes, que se encontraban directamente bajo su control
por medio del administrador civil de Iraq, el estadounidense Paul Bremer. A
través de diversas declaraciones, entre finales de los meses de marzo y de mayo
de 2003, se ve claramente que tanto el presidente del Banco Mundial como el
director del FMI eran muy reticentes. Las condiciones previas a la concesión de
préstamos no se reunían. ¿Cuáles eran los problemas?
Io) La legitimidad de las
autoridades iraquíes no estaba reconocida, puesto que carecían de soberanía,
dado el papel que desempeñaban Paul Bremer y las autoridades de ocupación.
2o) En principio, el Banco
Mundial y el FMI respetan la siguiente regla: no conceder nuevos préstamos a un
país que está en cesación de pagos de su deuda soberana. La presión ejercida
por Estados Unidos, tanto sobre el Banco y el FMI como sobre las potencias
opuestas a la guerra, levantó progresivamente los obstáculos en la medida en
que el Consejo de Seguridad de la
ONU, en su reunión del 22 de mayo de 2003, otorgó a Estados
Unidos y a sus aliados la gestión del petróleo iraquí y levantó el embargo
contra Iraq. El Consejo de Seguridad no reconoce la guerra pero reconoce la
ocupación. Estados Unidos y sus aliados han logrado que el Banco Mundial y el
FMI participaran activamente en la conferencia de donantes para la
reconstrucción de Iraq realizada en Madrid el 23 de octubre de 2003.
El caso de Iraq muestra que Estados Unidos
puede establecer una alianza para determinar la orientación del Banco y del
FMI, a pesar de las reticencias de sus principales dirigentes, James Wolfensohn
y Horst Kólher.37 En
octubre de 2004, Estados Unidos consiguió que los países miembros del Club de
París (del que forma parte) anularan en tres tramos38 el 80% de los 38.900 millones de dólares
que reclamaban a Iraq.39
DISCREPANCIAS ENTRE LA DIRECCIÓN DEL BANCO Y ESTADOS
UNIDOS
A comienzos de los años 70 surgieron
divergencias entre el gobierno de Estados Unidos y la dirección del Banco. Esto
provenía del hecho de que McNamara, presidente del Banco desde 1968, estaba
directamente en sintonía con el partido demócrata: había entrado en la política
gracias al presidente John F. Kennedy, quien lo llamó a su lado como consejero
en 1961; continuó su carrera política con otro presidente demócrata, Lyndon B.
Johnson (como secretario de Estado de Defensa), cuya administración lo hizo
designar presidente del Banco a partir de 1968. En 1969 la situación cambió con
el acceso a la presidencia del republicano Richard Nixon, pero el mandato de
McNamara siguió vigente. En el curso del año 1971, hubo escaramuzas entre la
administración Nixon y la dirección del Banco. Por ejemplo, el gobierno ordenó
al director ejecutivo representante de Estados Unidos que votara contra un
préstamo que el Banco había decidido acordar a Guyana. En 1972, la cuestión era
renovar el mandato de McNamara (un mandato dura cinco años) o reemplazarlo. Los
republicanos estaban en principio de acuerdo en la designación de uno de sus
correligionarios, pero finalmente el ejecutivo confirmó a McNamara, sin mucho
entusiasmo.
Durante su segundo mandato las tensiones
fueron en aumento. El gobierno se opuso a una iniciativa en la cual McNamara
estaba muy comprometido: había negociado con los países miembros de la OPEP la constitución de un
nuevo fondo de financiación del desarrollo alimentado con los petrodólares. El
gobierno, que quería romper el cartel constituido por la OPEP, abortó la iniciativa.
En el curso de este episodio de tensión, fue el secretario de Estado Henry
Kissinger quien llevó la ofensiva contra McNamara. Como alternativa a la
creación de un fondo especial alimentado por la OPEP, Kissinger proponía
aumentar los fondos disponibles para la Sociedad Financiera
Internacional y el Banco Mundial.40
Las relaciones entre McNamara y el gobierno
mejoraron de nuevo sensiblemente con el acceso a la presidencia de la Casa Blanca de otro
demócrata, Jimmy Cárter. A tal punto que McNamara fue invitado a participar en
las reuniones del Consejo de Seguridad Nacional para discutir el aumento de los
medios financieros de la AID.
El final del mandato de McNamara fue
bastante agitado a causa de la llegada a la presidencia en enero de 1981 de
otro republicano, Ronald Reagan. Este y los republicanos habían hecho campaña
a favor de un cambio radical en la política exterior de Estados Unidos, con
consecuencias inmediatas para el Banco Mundial. Reagan proponía una fuerte
reducción de la ayuda multilateral, y en consecuencia el aporte de Estados
Unidos a la AID,
en beneficio de la ayuda bilateral, con un fuerte aumento en particular de la
asistencia militar.
La propuesta de ley que presentó en enero de
1981 David Stockman, director de la
Oficina de Gestión y Presupuesto (Office of Management and
Budget) es significativa del estado de ánimo del campo de Reagan. Su
sanción habría significado un recorte de las contribuciones de Estados Unidos a
la AID y a las
Naciones Unidas, y un aumento de los gastos de asistencia militar. David
Stockman resumió en 1986 de la siguiente manera el sentido de su propuesta,
presentada conjuntamente con el parlamentario Phil Gramm en el Congreso en
enero de 1981: «El plan de presupuesto presentado por Gramm y Stockman proponía
fuertes reducciones en la ayuda económica externa sobre una base de principios
puramente ideológicos. Gramm y yo creíamos que los órganos de la ayuda
internacional y del supuesto desarrollo del Tercer Mundo estaban infestados de
errores socialistas. La burocracia de la ayuda internacional conducía los
países del Tercer Mundo al atolladero de la ineficacia autoimpuesta,
enterrándolos bajo montañas de deudas que jamás estarían con condiciones de
pagar.»41
La situación mejoró netamente con la
designación de un nuevo presidente del Banco. El gobierno eligió a Alden W.
Clausen, hasta entonces presidente del Bank of America. Entró en funciones el Io
de julio de 1981. Muchos neoliberales duros hicieron su entrada en el staff
del Banco, entre ellos Anne Krueger, designada el 10 de mayo de 1982 economista
jefe y vicepresidenta del Banco Mundial. Leyendo, más adelante, la carta del
presidente Reagan al líder republicano del Congreso, se tendrá la prueba del
cambio de actitud favorable del poder ejecutivo con el Banco.
LA INFLUENCIA DE ESTADOS UNIDOS VISTA
POR EL PODER EJECUTIVO
Un informe del Tesoro de Estados Unidos que
data de 1982 se congratula de la preeminencia estadounidense en el seno de las
instituciones financieras multilaterales: «Si la estructura y la misión del
Banco Mundial están tan estrechamente vinculadas al mercado, es esencialmente
gracias a la influencia de Estados Unidos [...] Somos nosotros igualmente
quienes hemos hecho de él una entidad estructurada que funciona con votación
cualificada, dirigida por un consejo de alto nivel favorable a Estados Unidos
y administrada por un personal competente. En tanto que miembro fundador y
accionista principal del Banco, Estados Unidos goza del derecho único de
disponer de un sitio permanente en el CA del Banco [...] Otros socios
importantes —dirección, donantes y beneficiarios de primer orden— han reconocido
que Estados Unidos tiene un peso preponderante ante los Bancos (de desarrollo
multilateral). La experiencia les ha enseñado que nosotros disponemos de
palancas financieras y políticas capaces de modificar los objetivos políticos
de los bancos y que estamos preparados para usarlas.»42 Según Walden Bello, en otra parte de
este documento del Tesoro se puntualiza que «Estados Unidos ha podido imponer
su punto de vista en doce de los catorce casos que han provocado debates en el
seno del Banco —ya se tratara de bloquear el estatuto de observador acordado a la OLP, o bien de poner término a
las ayudas acordadas por el Banco a Vietnam y a Afganistán».43
Una parte de otro informe del Tesoro fechado
en el mismo año está también dedicado al Banco Mundial y a los otros bancos de
desarrollo: «En conjunto, las políticas y los programas del Banco Mundial han
coincidido con los intereses de Estados Unidos. Esto es particularmente cierto
en lo que respecta a la elección de los países ayudados y en materia de
problemas políticos sensibles. El carácter internacional del Banco, su
estructura empresarial, la fuerza de su equipo de gestión y la
estructura del reparto de votos en el seno del Banco han asegurado una amplia
coincidencia entre sus políticas y prácticas y los objetivos políticos y
económicos a largo término de Estados Unidos.»44 En otra parte del mismo informe se lee: «Promoviendo el desarrollo
político y social en el Tercer Mundo, alentando unas políticas económicas
orientadas al mercado y preservando una reputación de imparcialidad y de
competencia, los bancos multilaterales de desarrollo alientan a los PED a
participar con más fuerza en un sistema internacional basado en la
liberalización del comercio y los flujos de capitales. [...] Esto representa
unas oportunidades crecientes para las exportaciones, las inversiones y las
finanzas de Estados Unidos.»45
En una carta del presidente Ronald Reagan a
Robert Michel, líder republicano en la Cámara de Representantes pidiéndole que apoye el
aumento del capital del Banco Mundial en 1988, se encuentra una lista muy útil
de países con ingresos medios que constituyen los aliados estratégicos de
Estados Unidos y que son apoyados por el Banco. He aquí un fragmento de dicha
carta: «El Banco dedica la gran mayoría de sus medios al sostén de proyectos de
inversión específicos en los PED de ingresos medios, Son principalmente países
(como Filipinas, Egipto, Pakistán, Turquía, Marruecos, Túnez, México,
Argentina, Indonesia y Brasil) que tienen importancia estratégica y económica
para Estados Unidos.»46
LOS BENEFICIOS
FINANCIEROS QUE OBTIENE ESTADOS UNIDOS DE LA EXISTENCIA DEL
BANCO MUNDIAL Y DE SU INFLUENCIA SOBRE EL MUNDO
Catherine Gwin47 hace
un cálculo de lo que el Banco y sus actividades han aportado a Estados Unidos
entre 1947 y 1992. Hay que distinguir en primer lugar dos aportes: primero,
los ingresos percibidos por los ciudadanos estadounidenses que poseen bonos
emitidos por el Banco (según ella, esto representaba unos 20.200 millones de
dólares en el período mencionado); segundo, los gastos de funcionamiento
del Banco en el territorio de Estados Unidos (que representaban unos 11.000 millones
de dólares en el mismo período). Después, prosigue, hay que tener en cuenta
sobre todo el efecto de palanca de la inversión de Estados Unidos en el Banco
Mundial y en la AID. Desde
la creación del Banco Mundial, Estados Unidos habría hecho, en suma, un gasto
mínimo: 1.850 millones de dólares, mientras que el Banco Mundial concedió
préstamos por un monto total de 218.200 millones de dólares (más que
centuplicado). Estos préstamos han generado importantes pedidos para las
empresas estadounidenses. La autora no proporciona ninguna cifra sobre el monto
de los pedidos (lo que en la jerga del Banco se denomina el flow-back).
En el caso de la AID,
Estados Unidos desembolsó una suma más importante: 18.000 millones de dólares
para financiar los préstamos de la
AID, que se elevan a 71.000 millones.
LA INFLUENCIA DEL MUNDO DE LOS NEGOCIOS
Y DEL GRAN CAPITAL DE ESTADOS UNIDOS SOBRE EL BANCO MUNDIAL
El hecho de que el Banco Mundial se procure,
desde el principio de su existencia, lo esencial de sus medios financieros
emitiendo títulos, lo mantiene en relación permanente y privilegiada con los
grandes organismos financieros privados de Estados Unidos. Estos se encuentran
entre los principales compradores de estos títulos y ejercen sobre el Banco una
influencia considerable.
El vínculo existente entre el medio de los
negocios, el gran capital de Estados Unidos y el Banco Mundial también se
percibe, de inmediato, si uno se detiene a mirar las carreras de los diez
ciudadanos estadounidenses que se han sucedido al frente del Banco hasta
nuestros días.
Eugene Meyer, el primer presidente, se
mantuvo sólo ocho meses. Ex banquero y editor de The Washington Post. El segundo, John J. McCloy, un
importante abogado de negocios de Wall Street, que fue designado a
continuación comisario jefe de los aliados en Alemania y luego chairman del Chase Manhattan Bank. El
tercero, Eugene R. Black, era vicepresidente del Chase Manhattan Bank y
posteriormente fue consejero especial del presidente Lyndon B. Johnson. El
cuarto, George D. Woods, también banquero, era presidente de First Boston
Corporation. Robert S. McNamara había sido presidente-director general de Ford
Motor Company, y después secretario de Estado de Defensa con John F. Kennedy y
Lyndon Johnson. Su sucesor, Alden W. Clause, era presidente del Bank of America
(uno de los principales bancos de Estados Unidos, muy involucrado en la crisis
de la deuda del Tercer Mundo) al que se reintegró cuando dejó el cargo. En 1986
lo sucedió Barber Conable, ex miembro republicano del Congreso. Lewis T.
Preston asumió la presidencia en 1991, había sido presidente del comité
ejecutivo del banco J. P. Morgan. James D. Wolfensohn, presidente en 1995, era
banquero en Nueva York, en Salomon Brothers. Al acabar su presidencia, en mayo
de 2005, ingresó en la dirección del Citibank-Citigroup, el principal grupo
bancario del Mundo. Paul Wolfowitz era subsecretario de Estado de Defensa
cuando asumió su cargo como décimo presidente del Banco Mundial en mayo de
2005.
En resumen, por lo general, se estableció un
lazo estrecho entre el poder político estadounidense, el mundo de los negocios
(se puede decir, el núcleo duro de la clase capitalista estadounidense) y la
presidencia del Banco Mundial.
LOS DIEZ PRESIDENTES DEL BANCO
MUNDIAL
Nombre
|
Duración
del mandato
|
Currículum
|
Meyer
|
Junio de 1946- diciembre de 1946
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Banquero de negocios en Wall Street, editor de
The Washington Post
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McCloy
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Marzo de 1947- junio de 1949
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Directivo del Chase National Bank (luego Chase
Manhattan)
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Black
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Julio de 1949-diciembre de 1962
|
Vicepresidente del Chase Manhattan Bank
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Woods
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Julio de 1963-marzo de 1968
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Presidente
del First Boston
|
-- - -
|
— — —-r
|
|
McNamara
|
Abril
de 1968-junio de 1981
|
Directivo de Ford, luego secretario de Estado
de Defensa
|
— —
|
||
Clausen
|
Julio
de 1981-mayo de 1986
|
Presidente
del Bank of America
|
Conable
|
Julio
de 1986-agosto de 1991
|
Miembro
del Congreso y de la
|
Comisión
bancaria del Congreso
|
||
Preston
|
Septiembre de 1991-mayo de 1995
|
Presidente
de J.P. Morgan and Co.
|
Wolfensohn
|
Junio de 1995- mayo de 2005
|
Banco H. Schroder, luego Banco Salomon
Brothers, a continuación presidente de James Wolfensohn Inc.
|
Wolfowitz
|
Mayo
de 2005
|
Subsecretario
de Estado de Defensa
|
&&&
CAPÍTULO 6
EL APOYO DEL BANCO MUNDIAL Y DEL FMI A LAS
DICTADURAS
Después de
la segunda guerra mundial, en un número creciente de países del Tercer Mundo
las políticas aplicadas volvían la espalda a las viejas potencias coloniales.
Esta orientación se encontró con la firme oposición de los gobiernos de los
grandes países capitalistas industrializados, que ejercían y ejercen una
influencia decisiva sobre el Banco Mundial y el FMI. Los proyectos del Banco
tenían un fuerte contenido político: se debía poner un dique al desarrollo de
movimientos que cuestionasen la dominación ejercida por las grandes potencias
capitalistas. La prohibición de tener en cuenta las consideraciones «políticas»
y «no económicas» en las operaciones del Banco, una de las más importantes
condiciones de sus estatutos, ha sido sistemáticamente soslayada. La
parcialidad política de las instituciones de Bretton Woods ha quedado
demostrada por el apoyo financiero brindado a dictaduras, en particular las
que han asolado a Chile, Brasil, Nicaragua, Congo-Kinshasa y Rumania.
VIENTOS DE FRONDA ANTICOLONIAL Y ANTIIMPERIALISTA
EN EL TERCER MUNDO
Después de 1955, el espíritu de la Conferencia de Bandung1 (Indonesia)
sobrevolaba gran parte del planeta. Era la continuación de la derrota francesa
en Indochina (1954) y precedía la nacionalización del canal de Suez por Nasser
(1956). Luego vendrían la revolución cubana (1959) y la argelina (1954-1962),
el relanzamiento de la lucha de emancipación de Vietnam. En un parte creciente
del Tercer Mundo, las políticas aplicadas volvían la espalda a las antiguas
potencias coloniales. Se notaba una tendencia a la sustitución de
importaciones y al desarrollo de políticas volcadas al mercado interno. Esta
orientación encontró la firme oposición de los gobiernos de los grandes países
capitalistas industrializados, que tenían y tienen una influencia decisiva
sobre el Banco Mundial y el FMI. Irrumpió una ola de regímenes nacionalistas
burgueses que seguían políticas populares (Nasser en Egipto, Nehru en la India, Perón en Argentina,
Goulart en Brasil, Sukarno en Indonesia, Nkrumah en Ghana, etc.) y de
gobiernos con orientación explícitamente socialista (Cuba, China popular).
En este marco, los proyectos del Banco
Mundial tenían un fuerte contenido político: poner un dique al desarrollo de
movimientos que cuestionasen la dominación ejercida por las grandes potencias
capitalistas.
PODER DE INTERVENCIÓN DEL BANCO MUNDIAL EN LAS
ECONOMÍAS NACIONALES
Desde
los años 50, el Banco tejió una red de influencias que le sería de gran utilidad
más tarde. Uno de sus objetivos fue promover la demanda de sus servicios en el
Tercer Mundo. La influencia que tenía en ese momento provenía en gran parte de
las redes de agencias que había establecido en los Estados que se constituirían
en sus clientes y, al mismo tiempo, sus deudores. El Banco llevó a cabo una
verdadera política de influencias para mantener su red de préstamos.
A partir de la década de 1950, uno de los
primeros objetivos del Banco fue la «construcción de instituciones», que con frecuencia
adoptó la forma de creación de agencias paragubernamentales dentro del país
cliente.2
Estas agencias se fundaron de tal manera que fuesen financieramente
independientes de sus gobiernos y estuvieran fuera del control de las
instituciones políticas locales, en especial de los parlamentos nacionales.
Constituyeron enlaces naturales del Banco, al que le debían mucho, comenzando
por su existencia, y en ciertos casos su financiación.
La creación de tales agencias ha sido una de
las estrategias más importantes del Banco Mundial para insertarse en las
políticas económicas de los países del Tercer Mundo.
Operando según sus propias reglas (con
frecuencia elaboradas siguiendo las sugerencias del Banco), plenas de
tecnócratas simpatizantes puestos y apoyados por el Banco, estas agencias
sirven para crear una fuente estable y digna de confianza para aquello que el
Banco necesita: propuestas de préstamos «viables». Proporcionan también al
Banco unas bases de poder paralelo mediante las cuales éste ha sido capaz de
transformar las economías nacionales, y de hecho, sociedades enteras, sin los
procedimientos que requieren debate y control democrático.
El Banco fundó en 1956, con un importante
apoyo financiero de la
Fundación Ford y de la Fundación Rockefeller,
el Instituto de Desarrollo Económico (Economic Development Institute),
que ofrece estadías de formación de seis meses a delegados oficiales de los
países miembros. «Entre 1956 y 1971, más de 1.300 delegados oficiales pasaron
el Instituto, y cierto número de ellos ya habían alcanzado la posición de
primer ministro, o de ministro de Planificación o de Finanzas.»3
Las implicaciones de esta política son
inquietantes: el estudio del International Legal Center (ILC) de Nueva
York de la actividad del Banco en Colombia entre 1949 y 1972 concluye que las
agencias autónomas establecidas por el Banco han tenido un impacto profundo
sobre la estructura política y sobre la evolución social de la región entera,
debilitando «el sistema de partidos políticos y minimizando las funciones de
los poderes legislativo y judicial».
Podemos considerar que, desde los años 60,
el Banco estableció unos mecanismos únicos y novedosos con vistas a una
intervención continua en los asuntos internos de los países deudores. Pero el
Banco niega rotundamente que tales intervenciones sean políticas: al contrario,
insiste en el hecho de que su política no tiene nada que ver con las
estructuras de poder y que los asuntos políticos y económicos son cuestiones
independientes.
LA
POLÍTICA DE
PRÉSTAMOS DEL BANCO MUNDIAL ESTÁ INFLUENCIADA POR CONSIDERACIONES POLÍTICAS Y
GEOESTRATÉGICAS
El artículo IV sección 10 estipula: «El
Banco y sus responsables no interferirán en las cuestiones políticas de
ningún miembro y les está prohibido dejarse influenciar en sus
decisiones por el carácter político del miembro o miembros concernidos. Sólo
las consideraciones económicas pueden influir sobre sus decisiones y
estas consideraciones serán consideradas sin prejuicios, a fin de alcanzar los
objetivos [fijados por el Banco] estipulados en el artículo I.»
A pesar de esto, la interdicción de tener en
cuenta consideraciones «políticas» y «no económicas» en las operaciones
del Banco, una de las condiciones más importantes de sus estatutos, es burlada
sistemáticamente. Y ello desde el inicio de su existencia. Como se ha
mencionado en el capítulo precedente, el Banco se negó a prestar a Francia,
después de la liberación, mientras hubiera comunistas en su gobierno (pocos
días después de la salida de éstos del gobierno, en mayo de 1947, el préstamo
solicitado y bloqueado fue concedido).
El Banco actúa reiteradamente contraviniendo
el artículo IV de sus estatutos. En efecto, con regularidad toma decisiones en
función de consideraciones políticas. La calidad de las políticas económicas
seguidas no es el factor determinante de sus decisiones. El Banco presta con
frecuencia dinero a las autoridades de un país a pesar de la mala calidad de su
política económica y de un alto nivel de corrupción: Indonesia y el
Zaire son dos casos paradigmáticos. Precisamente, las opciones del Banco
relacionadas con países que constituyen un factor político importante, en
opinión de sus principales accionistas, en general están vinculadas a los
intereses y la orientación de éstos, comenzando por Estados Unidos.
Las decisiones del Banco y de su gemelo, el
FMI, desde 1947 hasta el desmoronamiento del bloque soviético,4 han estado determinadas principalmente
por los siguientes criterios:
- evitar que se mantengan modelos autocentrados;
- apoyar financieramente grandes proyectos (Banco Mundial) o políticas
que permitan aumentar las exportaciones de los principales países
industrializados (FMI);
- negar la ayuda a regímenes considerados
una amenaza por el gobierno de Estados Unidos y de otros accionistas
importantes;
- tratar de modificar la política de
ciertos gobiernos de los países llamados socialistas, a fin de debilitar la
cohesión del bloque soviético. Con ese objetivo se dio ayuda económica a
Yugoslavia, que se había retirado del bloque dominado por Moscú en 1948, y a
Rumania a partir de los años 70, cuando Ceausescu manifestaba sus veleidades
de alejamiento del Comecón y del Pacto de Varsovia;
- apoyar a aliados estratégicos del bloque
capitalista occidental, de Estados Unidos en particular (por ejemplo,
Indonesia desde 1965 hasta el presente; el Zaire de Mobutu, de 1965 a 1997; las Filipinas
de Marcos, el Brasil de la dictadura desde 1964; la Nicaragua de Somoza; la Sudáfrica del
apartheid);
- intentar impedir o limitar, en la medida
de lo posible, un acercamiento de los gobiernos de los PED al bloque soviético
o a China: por ejemplo, tratar de que la India y la Indonesia de los tiempos de Sukarno se alejaran
de la URSS;
- tratar, a partir de 1980, de integrar a
China en el juego de alianzas de Estados Unidos.
Para seguir esta política, el Banco Mundial
y el FMI aplican un táctica generalizada: son más flexibles con un gobierno de
derecha (menos exigentes en términos de austeridad antipopular) si éste se
enfrenta a una fuerte oposición de izquierda que con un gobierno de izquierda
enfrentado a una fuerte oposición de derecha. Concretamente, esto significa que
estas instituciones le harán la vida difícil a un gobierno de izquierda acosado
por una oposición de derecha, para debilitarlo y favorecer el acceso de la
derecha al poder. Siguiendo la misma lógica, serán menos exigentes con un
gobierno de derecha acosado por una oposición de izquierda a fin de evitar el
acceso al poder de ésta. La ortodoxia monetaria es de geometría variable: las
variaciones dependen de factores políticos y geoestratégicos.
Algunos casos concretos —Chile, Brasil,
Nicaragua, Zaire y Rumania— ilustran lo que acabamos de adelantar: se trata, a
la vez, de decisiones del Banco y del FMI porque éstas están determinadas grosso
modo por las mismas consideraciones y sometidas a las mismas
influencias.
El FMI y el Banco Mundial —y otros poderes
capitalistas— no vacilan en apoyar a una dictadura cuando lo consideran oportuno.
Los autores del Informe mundial sobre el desarrollo humano realizado
por el PNUD (edición de 1994) lo dicen con toda claridad: «De hecho, la ayuda
suministrada por Estados Unidos durante los años 80 es inversamente
proporcional al respeto de los derechos humanos. Los donantes multilaterales
tampoco parecen estar preocupados por tales consideraciones. Parecen, en
efecto, preferir los regímenes autoritarios, ya que consideran sin pestañear
que éstos favorecen la estabilidad política y están en mejores condiciones de
gestionar la economía. Cuando Bangladesh y Filipinas pusieron fin a la ley
marcial, su proporción en el conjunto de los préstamos del Banco Mundial
disminuyó.»5
LA PARCIALIDAD POLÍTICA DE LAS
INSTITUCIONES FINANCIERAS INTERNACIONALES (IFI):
ejemplos de apoyo financiero a las dictaduras
Apoyo a la dictadura del general Augusto
Pinochet en Chile
Fuente: Banco Mundial, CD-Rom GDF. 2001
Durante el gobierno, democráticamente
electo, de Salvador Allende (1970-1973), Chile no recibió préstamos del Banco,
pero con el gobierno de Pinochet, tras el golpe militar de 1973, el país se
tornó de repente creíble. Sin embargo, ningún dirigente del Banco ni del FMI
ignoraba el carácter profundamente autoritario y dictatorial, en una palabra
criminal, del régimen pinochetista. El lazo entre la política de préstamos y el
marco geopolítico es aquí evidente. Uno de los principales colaboradores de
Robert McNamara, Mahbub ul Haq, redactó en 1976, en un memorándum, una nota
muy crítica con el título «Los errores del Banco Mundial en Chile»6 intentando que el Banco modificara su
orientación. En ella se puede leer: «Nosotros nos equivocamos al no apoyar los
objetivos fundamentales del régimen de Allende, ya sea en nuestros informes o
bien de forma pública.» Pero Robert McNamara decidió ignorarlo.7 Mahub ul Haq trató, sin éxito, de
convencer a la dirección del Banco de que suspendiera los préstamos a Pinochet
porque éste estaba «en vías de restaurar una sociedad económicamente elitista
e inestable». Añadía que la política de Pinochet «ha agravado la desigualdad de
la distribución de ingresos del país».8
Apoyo a la junta militar de Brasil que derrocó al
presidente Joao Goulart
Fuente: Banco Mundial, CD-Rom GDF. 2001
El régimen democrático del presidente Joáo
Goulart fue derrocado por los militares en abril de 1964. Los préstamos del
Banco y del FMI, que habían sido suspendidos durante tres años, se reiniciaron
poco después.9
Hagamos un resumen sucinto de los
acontecimientos: en 1958, el presidente brasileño Kubitschek tuvo que entablar
negociaciones con el FMI para recibir un préstamo de Estados Unidos de 300
millones de dólares. Finalmente, Kubitschek rechazó las condiciones impuestas
por el FMI y prescindió del préstamo. Esto le valió una gran popularidad.
Su sucesor, Joáo Goulart anunció que pondría
en práctica una reforma agraria radical y que iba a proceder a la
nacionalización de las refinerías de petróleo: los militares lo derribaron. Al
día siguiente del golpe, Estados Unidos reconoció al régimen militar. Poco
después, el Banco y el FMI reanudaron la política de préstamos suspendida. Por
su parte, los militares abolieron las medidas económicas criticadas por Estados
Unidos y el FMI. Destaquemos que las instituciones financieras internacionales
consideraron que el régimen militar tomaba sanas medidas económicas (souni
economic measures),10 aunque el PIB había bajado un 7% en 1965
y miles de empresas habían quebrado. El régimen organizó una fuerte represión,
prohibió las huelgas, provocó una fuerte caída del salario real, suprimió las
elecciones por sufragio directo, decretó la disolución de los sindicatos y
recurrió con regularidad a la tortura.
Desde su primer viaje, realizado en mayo de
1968, Robert McNamara se desplazó con regularidad a Brasil, donde no dejó de
entrevistarse con el gobierno de los militares. Los informes públicos del Banco
elogiaban sistemáticamente la política de la dictadura en lo concerniente a la
reducción de la desigualdad.11 Sin embargo, en privado las discusiones podían llegar a ser agrias.
Cuando el subdirector del departamento de Proyectos, Bernard Chadenet, declaró
que la imagen del Banco se degradaría a consecuencia del apoyo que brindaba al
régimen represivo brasileño, Robert McNamara reconoció que había una represión
muy fuerte («a tremendous amount of repression»). Pero agregó: «no es
necesariamente muy diferente de lo que ocurría bajo los gobiernos anteriores y
esto no parece mucho peor que en otros países miembros del Banco. ¿Es que
Brasil es peor que Tailandia?»12 Unos días más tarde, McNarama insistía: «No parece que haya una
posibilidad de alternativa viable al gobierno de los generales.»13 El Banco Mundial comprendía muy bien que
las desigualdades no disminuían y que sus préstamos a la agricultura reforzaban
a los grandes propietarios. De todos modos, decidió continuar prestando porque
lo que quería absolutamente era mantener su influencia sobre el gobierno.
Empero, en este nivel tuvo un fracaso patente: los militares demostraron una profunda
desconfianza ante la voluntad del Banco de aumentar su presencia. Por último,
a finales de los años 70, aprovecharon la profusión de préstamos de bancos
privados internacionales concedidos a un tipo de interés inferior al del Banco
Mundial.
Después de haber apoyado la dictadura de
Anastasio Somoza, el Banco Mundial puso fin a los préstamos tras la elección
del sandinista Daniel Ortega a la presidencia de Nicaragua
Fuente: Banco Mundial, CD-Rom GDF. 2001
El clan de los Somoza se mantuvo en el poder
en Nicaragua desde los años 30, gracias a la intervención militar de Estados
Unidos; sin embargo, el 19 de junio de 1979 un poderoso movimiento popular
triunfó sobre la dictadura y provocó la huida del dictador Anastasio Somoza.
Los Somoza, detestados por el pueblo, habían
acaparado una parte muy grande de las riquezas del país y favorecieron la
implantación de grandes empresas extranjeras, sobre todo estadounidenses. Su
dictadura se benefició de numerosos préstamos del Banco Mundial.
Tras el derrocamiento, ocupó el gobierno una
alianza de la oposición democrática tradicional (dirigida por jefes de
empresa) y los revolucionarios sandinistas. Éstos no ocultaban ni su simpatía
por Cuba ni su disposición a emprender ciertas reformas (reforma agraria,
nacionalización de algunas empresas extranjeras, confiscación de tierras
pertenecientes al clan Somoza, programas de alfabetización...).
Washington, que había apoyado a Somoza hasta
el último momento, consideraba que este nuevo gobierno constituía una amenaza
de contagio comunista en América Central. Sin embargo, Cárter, presidente en el
momento de la caída de la dictadura, no adoptó en ese momento ninguna actitud
agresiva. Pero las cosas cambiaron en cuanto Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca. En 1981
anunció su decisión de desalojar a los sandinistas; apoyó financiera y
militarmente una rebelión encabezada por ex miembros de la guardia nacional
(«contrarrevolucionarios» o «contras»). E incluso la aviación estadounidense
minó varios puertos nicaragüenses.
Ante esta hostilidad, la política del
gobierno, de mayoría sandinista, se radicalizó. En las elecciones de 1984,
desarrolladas de manera democrática por primera vez en medio siglo, Daniel
Ortega fue elegido presidente con el 67% de los votos. Al año siguiente,
Estados Unidos decretó un embargo comercial contra Nicaragua, que aisló al país
de los inversores extranjeros.
Por su parte, el Banco Mundial cortó los
préstamos a partir de la elección de Daniel Ortega. Como se ha señalado en el
capítulo precedente, los sandinistas entonces intentaron activamente convencer
al Banco Mundial de reanudar los préstamos.14 Incluso estaban dispuestos a aplicar un plan de ajuste estructural
draconiano.
Pero el Banco resolvió no continuar y sólo
los reanudó después de la derrota de los sandinistas en las elecciones de
febrero de 1990, que dieron la victoria a Violeta Barrios de Chamorro,
candidata conservadora, apoyada por Estados Unidos.
Apoyo a la dictadura de
Mobutu
Fuente:
Banco Mundial, CD-Rom GDF. 2001
Ya en 1962, un informe del secretario
general de las Naciones Unidas denunciaba que Mobutu había desviado varios
millones de dólares destinados a financiar las tropas. En 1982, un apoderado
del FMI, Erwin Blumentahl, banquero alemán, ex responsable del departamento de
Asuntos Exteriores del Bundesbank, presentó un informe lapidario sobre la
gestión del Zaire de Mobutu. Advertía a los acreedores extranjeros que no
esperaran ser reembolsados mientras Mobutu siguiera en el poder.
Entre 1965 y 1981, el gobierno del Zaire
obtuvo préstamos en el exterior de unos 5.000 millones de dólares y entre 1976
y 1981, su deuda externa fue reestructurada cuatro veces en el Club de París,
por un monto de 2.250 millones de dólares.
A pesar de la pésima gestión económica y el
desvío sistemático por Mobutu de una parte de los préstamos, el Banco Mundial y
el FMI no suspendieron la ayuda al régimen dictatorial. Es sorprendente
comprobar cómo aumentaron los desembolsos efectuados por el Banco después del envío
del informe Blumentahl.15 (También los del FMI, pero éstos no figuran en
el gráfico). Es evidente que las decisiones del Banco Mundial y del FMI no
están determinadas principalmente por el criterio de la buena gestión
económica. El régimen de Mobutu era un aliado estratégico de Estados Unidos y
de otras potencias con influencia en el seno de las instituciones de Bretton
Woods (por ejemplo, Francia y Bélgica) mientras durara la guerra fría. A partir
de 1989-1991, con la caída del muro de Berlín, seguida más tarde por la
implosión de la Unión
Soviética, el régimen de Mobutu perdió interés. Tanto más
cuando en muchos países de África (entre ellos el Zaire) se desarrollaban
conferencias nacionales que priorizaban la reivindicación democrática. Los préstamos
del Banco comenzaron a disminuir hasta cesar por completo a mediados de los
años 90.
Apoyo del Banco a la
dictadura de Ceaucescu en Rumania
Fuente:
Banco Mundial, CD-Rom GDF. 2001
En 1947 Rumanía se integró en el bloque
soviético y en 1972 fue el primer país del bloque que se aproximó al Banco.
Ceaucescu era desde 1947 secretario general
del Partido Comunista en el poder; sin embargo, en 1980 criticó la intervención
soviética en Checoslovaquia y las tropas rumanas no intervinieron junto a las
del Pacto de Varsovia. Este distanciamiento de Moscú decidió a Washington,
mediante el Banco Mundial, a considerar la posibilidad de estrechar las
relaciones con el régimen rumano.
El Banco emprendió en 1973 la negociación
con Bucarest del inicio de una política de préstamos, que muy pronto adquirió
un volumen apreciable. En 1980, Rumanía alcanzó el octavo lugar en importancia
de la lista de prestatarios del Banco. Uno de los historiadores del Banco, Aart
van de Laar, narra una anécdota significativa que se remonta a 1973. Asistía,
a principios de dicho año, a una reunión de la dirección del Banco que tenía en
su agenda el1 inicio de la concesión de préstamos a Rumanía. Ante
la incredulidad de ciertos dirigentes que criticaban la falta de un informe
detallado sobre el país, McNamara habría declarado que él tenía una gran
confianza en la moralidad financiera de los países socialistas en cuanto al
reembolso de la deuda. Ante lo cual uno de los vicepresidentes del Banco,
presente en la reunión, habría respondido «puede ser que el Chile de Allende
no sea aún suficientemente socialista».16 Robert McNamara se habría quedado helado.
La decisión del Banco no se basaba en
criterios económicos convincentes. En efecto, en primer lugar, mientras que el
Banco se había negado regularmente a prestar a un país que no hubiera saldado
antiguas deudas soberanas, comenzaba a prestar a Rumania sin que el país
hubiera llegado a poner fin a un litigio sobre viejas deudas. En segundo lugar,
lo esencial de los intercambios económicos de Rumania se realizaban dentro del
Comecon, en divisas no convertibles, ¿cómo podría reembolsar los préstamos en
divisas fuertes? En fin, Rumania se negó de entrada a proporcionar los
informes económicos requeridos por el Banco. Por consiguiente, es evidente que
fueron consideraciones políticas las que decidieron al Banco a entablar
relaciones estrechas con Ceauscescu. La cuestión era desestabilizar a la URSS y al bloque soviético en
el marco de la guerra fría manteniendo estas relaciones con Rumania. La falta
de democracia interna y la represión policial sistemática no parecían pesar
mucho en el Banco, en este caso como en otros.
Por el contrario, Rumania se convirtió en
uno de los mayores clientes del Banco, con el que se financiaban grandes
proyectos (minas de carbón a cielo abierto, centrales eléctricas térmicas)
cuyos efectos negativos en términos de contaminación son fácilmente deducibles.
Para la explotación de las minas de carbón a cielo abierto las autoridades
rumanas desplazaron poblaciones que hasta entonces se habían dedicado a la
agricultura. En otro ámbito, el Banco apoyó la política de planificación de
nacimientos, que buscaba el aumento de la natalidad.
En 1982, cuando estalló la crisis de la
deuda a escala internacional, el régimen rumano decidió imponer a la población
un tratamiento de choque. Redujo drásticamente las importaciones a fin de
obtener un superávit de divisas para reembolsar la deuda externa a marchas
forzadas. Las consecuencias fueron terribles para la población, pero, como
dicen los historiadores del libro encomendado por el Banco para conmemorar su
medio siglo de existencia, «en cierto sentido, Rumania era un deudor “modelo”,
al menos desde el punto de vista de los acreedores».17
CONCLUSIÓN
Al
contrario de lo que dice la sección 10 del artículo IV de los estatutos del
Banco Mundial, éste y el FMI prestaron sistemáticamente a los Estados a fin de
influenciar sus políticas. Los ejemplos recogidos en este estudio muestran
cómo los intereses políticos y estratégicos de las grandes potencias apoyaron
y ayudaron financieramente regímenes cuya política económica no respondía a los
criterios oficiales de las instituciones financieras internacionales (IFI), y
que incluso no respetaban los derechos humanos. Por lo demás, regímenes que se
consideraban hostiles a los intereses de las grandes potencias fueron privados
de los préstamos, con el pretexto de que estos gobiernos no respetaban los
criterios económicos definidos por las IFI.
No hay que pensar que esta política de las
instituciones de Bretton Woods ha sido abandonada con el fin de la guerra fría;
continúa aplicándose hasta nuestros días: préstamos a la Rusia de Boris Yeltsin, a la Indonesia de Mohamed
Suharto hasta su caída, en 1998, al Chad de Idriss Déby, a la China popular, a Iraq
ocupado…
&&&
CAPÍTULO 7
EL BANCO MUNDIAL Y
FILIPINAS
La independencia de Filipinas, concedida por
Estados Unidos en 1946, abrió un período de prosperidad para el país. Debido a
razones geoestratégicas, después de la segunda guerra mundial Washington
permitió al gobierno filipino seguir una política que prohibía en otras partes.
Filipinas pudo así permitirse aplicar
medidas independientes, favorables al desarrollo de su economía. Esta situación
acabó incomodando a Estados Unidos. Los conservadores, con mayoría en el
Congreso filipino desde las elecciones de 1959, con el apoyo del FMI y del
Banco Mundial impusieron a partir de 1962 unas políticas muy diferentes, que
provocaron la hemorragia de capitales, sobre- endeudamiento, devaluación y
pérdida de ingresos para la población. En este panorama de crisis, Ferdinand
Marcos proclamó en 1972 la ley marcial. El Banco Mundial aplaudió al dictador,
que aplicaba una política acorde con los deseos de Washington. La corrupción
masiva alimentó el descontento que finalmente provocó la caída de Marcos en
1986. Fue sustituido por Corazón Aquino, dirigente de la oposición democrática
pero íntimamente relacionada con los grandes propietarios de plantaciones.
Aquino aplicó una política económica neoliberal intransigente, siguiendo la
mejor tradición del Banco Mundial, decepcionando profundamente al pueblo.
Estados Unidos tomó el control de Filipinas
en 1898, después de su victoria miliar en la
guerra con España. Durante la segunda guerra mundial el archipiélago fue
ocupado por Japón. Washington concedió
la independencia a Filipinas en 1946, pero le impuso ciertas condiciones: tipo de
cambio fijo entre el peso filipino y el dólar a fin de proteger a las empresas estadounidenses de los efectos de una
devaluación, acuerdo de libre comercio,
etc. Al principio, estas medidas no causaron mayores problemas porque Estados
Unidos proporcionó muchos dólares a las islas, especialmente por la vía de una
fuerte presencia militar.
Pero a partir
de 1949, el flujo de dólares se cortó. El gobierno filipino aplicó entonces un severo control de cambios a fin de evitar
la hemorragia de divisas. Se prohibió a las empresas privadas pedir préstamos
al exterior. Tanto el gobierno de Estados Unidos como el FMI toleraron estas
medidas para preservar las buenas relaciones con su aliado. La introducción del
control de cambios, de los movimientos de capitales y de las importaciones
abrió un período de vacas gordas para la economía filipina con un desarrollo
de la industrialización del país. Esto duró once años, hasta el momento en que
Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial lograron el abandono de las medidas
de control en 1962.1
En el curso de los años 50, el sector
manufacturero tuvo un crecimiento anual del 10 al 12%, la inflación no superó
el 2% anual, el país acumuló reservas de divisas y la deuda externa fue muy
baja. Pero esto no hizo la felicidad de todos: las empresas estadounidenses y
otras se quejaban de tener que reinvertir sus beneficios en la economía del
país. En efecto, los capitalistas exportadores, filipinos o extranjeros, tenían
que depositar sus ingresos por exportaciones en dólares en el Banco Central,
que les entregaba pesos a un cambio desfavorable. Esto significó para el Estado
unos ingresos importantes. El gobierno filipino, basándose en su éxito, exigió
en 1954 a
Estados Unidos que modificara las reglas del juego impuestas en 1946 con la
independencia. Washington aceptó, consolidando así la posición de las autoridades
filipinas.
Por supuesto, no hay que idealizar el éxito
filipino: la sociedad, marcada por profundas desigualdades, siguió siendo
capitalista, con una industrialización basada en el montaje. De todos modos,
comparado con lo que llegó después de 1962, no se puede dejar de pensar que la
situación de los años 50 era promisoria. Precisamente fue esto lo que provocó
la ofensiva conjunta de Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial, aliados a
los sectores más conservadores de la clase dominante filipina, para forzar el
abandono de la experiencia.
Los conservadores, con mayoría en el
Congreso filipino después de las elecciones de 1959, impusieron en 1962 el
abandono del control de los movimientos de capitales. El FMI y el gobierno
estadounidense aplaudieron y acordaron de inmediato un préstamo de 300 millones
de dólares.
Eliminar ese control desencadenó una
hemorragia de capitales hacia el exterior que fue yugulada a golpes de
préstamos externos. La deuda externa se multiplicó por siete entre 1962 y 1969:
pasó de 275 millones a 1.880 millones de dólares.
Los exportadores filipinos de productos
agrícolas y de materias primas así como las multinacionales exultaban, pues sus
beneficios crecieron como la espuma. En contrapartida, el sector manufacturero,
que trabajaba para el mercado interno, decayó con rapidez. El 1970 el peso
sufrió una fuerte devaluación. Los salarios y los ingresos de los pequeños
productores se hundieron.
Fue en este panorama de crisis de las
políticas impulsadas por Estados Unidos, el FMI, el Banco Mundial y los
conservadores filipinos que Ferdinand Marcos instauró, en 1972, una dictadura
cuyo fin último era la consolidación por la fuerza dé la política neoliberal.
Un año más tarde, al otro lado del Pacífico,
Augusto Pinochet tomaba el poder en Chile con los mismos objetivos, los mismos
amos y los mismos apoyos.
EL
PAPEL DEL BANCO MUNDIAL
Los primeros préstamos del Banco Mundial a
Filipinas se remontan al año 1958, pero hasta la llegada de Robert McNamara a
la presidencia del Banco, en 1968, no alcanzaron un volumen importante.
McNamara consideraba que Filipinas, donde había bases militares
estadounidenses, así como Indonesia y Turquía, representaban un papel
estratégico tal que había que conseguir a cualquier precio que se reforzaran
los lazos con el Banco. Prestar dinero a un país es un medio de presión. Los
historiadores del Banco no dudaron en escribir: «McNamara y su equipo habían
estado preocupados por las reformas política hechas por el Parlamento filipino.
Los filipinos representaron un caso en el que la ley marcial provocó un gran
volumen de préstamos. En 1972, Marcos hizo a un lado el Parlamento y comenzó a
gobernar por decretos presidenciales. McNamara y los funcionarios del Banco
saludaron el cambio.»2
Una de las primeras acciones cometidas por
Marcos después de haber implantado la dictadura consistió en suprimir el
límite de endeudamiento público que el Parlamento había aprobado en 1970. La
reglamentación derogada fijaba el margen de endeudamiento del gobierno en mil
millones de dólares, con un límite anual de 250 millones. Marcos hizo saltar el
cerrojo, lo que causó el entusiasmo del Banco Mundial.3 McNamara anunció entonces que el Banco
estaba dispuesto a duplicar, por lo menos, las sumas prestadas.4 Era muy tarde para aumentar los
préstamos de 1973, con gran pesar de McNamara. ¡Que por eso no quede! El Banco
redobló su empeño y en 1974 multiplicó por 5,5 el monto de 1973 (165 millones
en vez de 30 millones).5
El Banco y el FMI estaban a tal punto públicamente
detrás de la dictadura que organizaron su asamblea anual de 1976 en Manila.
Aquel año, Bernard Bell, vicepresidente del Banco para Asia del Este y el
Pacífico, declaró: «El riesgo corrido al prestar a Filipinas es inferior al que
se corrió con Malasia o Corea.»6 Notemos también que el Banco, en
colaboración con las Fundaciones Ford y Rockfeller, instaló en Filipinas uno de
los tres centros de investigación de la revolución verde.
Sin embargo, Marcos no aplicó estrictamente
la política económica que quería el Banco. El Banco Mundial estaba decepcionado
porque mantenía excelentes relaciones con el dictador y los universitarios que
lo rodeaban, algunos de los cuales, más tarde, llegarían a ser funcionarios del
Banco, como Gerardo Sicat, ministro de Planificación y luego presidente del
Philippines National Bank, el banco más importante del país.
El Banco Mundial no manifestó ningún
desacuerdo con la política represiva del régimen. En cambio, se inquietaba por
la lentitud de la aplicación de las reformas estructurales tendientes a
reemplazar lo que quedaba del modelo de industrialización por sustitución de
importaciones por el modelo de promoción de la exportación, que propugnaba.
Para tener más influencia sobre el gobierno filipino, decidió acordar dos
importantes préstamos de ajuste estructural, en 1981 y en 1983, con el fin
principal de promover las exportaciones. Sabía perfectamente que estos préstamos
irían a parar en gran parte a las cuentas bancarias de Marcos y de sus generales,
pero consideraba que de hecho era un soborno necesario que había que pagar a
los dirigentes políticos para que aceleraran la contrarreforma neoliberal.
Entretanto, en 1981 estalló en Filipinas una
crisis bancaria a consecuencia de un gran escándalo de corrupción que alcanzaba
a la vez a los capitalistas y al aparato del Estado. Poco a poco la crisis se
extendió a todo el sistema financiero filipino y los dos bancos públicos más
importantes estuvieron al borde de la quiebra. La crisis se extendió de 1981 a 1983-1984, exacerbada
por la crisis internacional déla deuda externa que estalló en 1982. Los bancos
privados extranjeros cortaron todo crédito a Filipinas. Fue un fracaso patente
del Banco Mundial y sus buenos amigos Ferdinand Marcos, Gerardo Sicat y el primer
ministro, César Virata.
El descontento popular creció abruptamente y
sectores importantes de la clase dominante entraron en conflicto con el régimen
de Marcos. Esto se acentuó con el asesinato de un miembro de la oligarquía
terrateniente opuesta a Marcos, el senador Benigno Aquino, abatido en el
aeropuerto de Manila, en agosto de 1983, al regreso de su exilio en Estados
Unidos.
A pesar del aumento de la oposición a
Marcos, el Banco Mundial decidió mantener su apoyo al dictador. Derogando lo que
el mismo Banco había planificado, decidió multiplicar sus préstamos; 600
millones de dólares en 1983, o sea, más del doble que el año anterior (251
millones dólares en 1982). Los historiadores del Banco dicen que actuó
lealmente con un viejo amigo.7
La movilizaciones populares se
radicalizaron. Entonces, con la ayuda de Estados Unidos, representado en Manila
por Paul Wolfowitz8,
quien, sin embargo, acompañó al régimen hasta el final, el sector opositor de
la clase dominante y del ejército se desembarazaron de Ferdinand Marcos y lo
enviaron al exilio.9
Corazón Aquino, líder de la oposición burguesa y terrateniente, viuda de
Benigno Aquino, asumió la dirección del gobierno en 1986.
El Banco Mundial dudaba en ese momento sobre
la conducta que debía seguir. El vicepresidente para Asia del Este y el
Pacífico, Attila Karaosmanoglu (ver el capítulo 8), escribió una nota interna
que no era nada entusiasta sobre el nuevo régimen democrático: «Pensamos que
el proceso de decisión será más complicado que en el pasado, debido a la
naturaleza más colegiada del nuevo equipo, del papel reforzado del legislativo
y de las tendencias populistas del nuevo gobierno.»10
Finalmente, el Banco Mundial, el FMI y
Estados Unidos consideraron que había que poner al mal tiempo buena cara y
apostar por la presidenta Aquino, ya que se comprometía a mantener su país en
el buen camino e incluso profundizar la agenda neoliberal. En 1987 el Banco
Mundial prestó 300 millones de dólares y 200 millones más en 1988: era
cuestión de lubricar los engranajes de la privatización de las empresas
públicas. Entre 1989 y 1992, el Banco prestó a Filipinas 1.324 millones de
dólares para proseguir el ajuste estructural. Estados Unidos amenazó con
bloquear esos préstamos si se ponía en marcha el proyecto de cierre de las
bases militares estadounidenses en su territorio.
En lo concerniente a la reforma agraria,
tomada como bandera por el poderoso movimiento popular que había provocado la
caída de Ferdinand Marcos, que se había reforzado en 1987, Corazón Aquino
eligió el bando de la oligarquía terrateniente, de donde ella provenía. Entre
1986 y 1990, el Estado apenas afectó 122 hectáreas.11
En definitiva, el gobierno de Corazón Aquino
sobrepasó a Marcos en términos de aplicación del abanico de medidas
neoliberales, con gran satisfacción del Banco Mundial.
&&&
CAPÍTULO 8
EL APOYO DEL BANCO
MUNDIAL A LA DICTADURA EN
TURQUÍA
La
estrategia del Banco Mundial recuerda claramente la que aplicó con respecto a
la dictadura de Ferdinand Marcos en Filipinas en 1972 y a la de Augusto
Pinochet en Chile en 1973. De nuevo las razones geopolíticas fueron determinantes:
a caballo entre Europa y Asia, Turquía es un peón fundamental en el tablero del
Cercano Oriente y de Oriente Medio. Por lo tanto, había que asegurarse su
sumisión a los intereses de Washington favoreciendo un régimen autoritario y
aportándole un apoyo entusiasta. A esta tarea se aplicó el Banco Mundial promoviendo,
con los militares en el poder, un programa económico neoliberal que abría de
par en par las puertas a las inversiones de las sociedades multinacionales
mientras reprimía a los sindicatos y a los partidos de extrema izquierda. Esta
política consolidó el papel de Turquía como cabeza de puente de Estados Unidos
a la hora de un nuevo reparto histórico.
El Banco Mundial comenzó mal con Turquía en
los años 50. Su apoderado, el holandés Pieter Lieftinck, fue expulsado por las
autoridades de Ankara debido a un intervencionismo excesivo.
La importancia geoestratégica de Turquía,
país dilecto de Estados Unidos, llevó al Banco, bajo la presidencia de
McNamara, a multiplicar los gestos para mejorar las relaciones. Unos meses
después de haber asumido el cargo, en julio de 1968, visitó Turquía. Conocía
bien el país, aliado militar de Estados Unidos. Siendo secretario de Defensa
hasta 1967, mantuvo relaciones estrechas con las autoridades de Ankara. Para no
repetir la experiencia de Lieftinck, el Banco Mundial se esforzó en los años 70
en no demostrar interés en inmiscuirse en los asuntos internos.1 Al final de la década, el Banco comenzó
a aumentar progresivamente la presión sobre el : gobierno turco, en particular
en 1978, cuando el nacionalista de izquierda Bülen Ecevit fue designado primer
ministro. Se esforzó especialmente en obtener un fuerte aumento de las tarifas
eléctricas.
El golpe de Estado de los militares de
septiembre de 1980, que instauró una dictadura hasta mayo de 1983, satisfizo al
Banco, pues los militares dieron su acuerdo jira mantener el plan radicalmente
neoliberal que había tramado con Süleyman Demirel2 y Turgut Ózal3.
Este último había sido nombrado
subsecretario de Estado encargado de la coordinación de la economía por el
primer ministro de la época, Süleyman Demirel. Fue este dúo el que lanzó el programa
económico neoliberal, en enero de 1980. Pero su aplicación se hizo difícil por
la agitación sindical, el sentimiento de inseguridad debido a los
enfrentamientos entre estudiantes de izquierda y de derecha, las maniobras del
partido islamista que negociaba duramente en el Parlamento su apoyo al gobierno
minoritario de Süleyman Demirel... y por la sed de poder de los militares, que
desestabilizaban el gobierno en secreto con el apoyo de los estadounidenses.
Sin embargo, el régimen militar, que disolvió el Parlamento y encarceló a
Süleyman Demirel en septiembre de 1980, accedió a nombrar a Turgut Ozal
ministro encargado de la economía con plenos poderes. Este pudo así gestionar
sin trabas el programa neoliberal durante dos años, hasta el crash financiero que lo desalojó.
El Banco Mundial apoyó con entusiasmo la
política de los militares y de Turgut Ózal, pues le permitía «el aumento de los
incentivos a las exportaciones; la mejora de la gestión de la deuda externa;
[...] la eliminación del déficit presupuestario; [...] la reducción del nivel
de la inversión pública».4
Los historiadores del Banco Mundial
escribieron: «El programa turco se transformó en un prototipo para los
préstamos de ajuste estructural.»5
Todo
esto fue facilitado por varios factores:
- 1 La relación estrecha entre políticos
turcos y altos funcionarios turcos del Banco Mundial. Aparte de los nombres ya
citados, se ha de mencionar a Attila Karaosmanoglu6 y Muñir Benjek7, los hombres del Banco por excelencia8.
- 2 En 1977, Turquía, muy endeudada, entró
en crisis y, a diferencia de otros países endeudados, recibió una importante
ayuda de las potencias occidentales (Estados Unidos, Alemania), del Banco
Mundial y del FMI para que no se hundiera.
El giro neoliberal de Turquía no fue fácil,
pues la Constitución
heredada de principios de los años 60 establecía que el país debía seguir una
política de industrialización por sustitución de importaciones, y que para
ello se aplicaría un fuerte proteccionismo y una fuerte inversión pública.
El golpe de Estado militar de septiembre de
1980 gozó así de toda la simpatía del Banco Mundial. Es probable que McNamara
haya estado al corriente de los preparativos del golpe de Estado, pues tenía
estrechas relaciones con el presidente Cárter.
El ejemplo de Turquía muestra otra vez que
la política del Banco Mundial está determinada por intereses geoestratégicos,
en particular los de Estados Unidos.
Los historiadores del Banco Mundial no lo
ocultan: «Personalmente, como hombre de Estado global, McNamara no estaba
ciego ante la importancia geopolítica de Turquía.»10 Frente al peligro que representaba la
revolución iraní de 1979, que se enfrentó a la política estadounidense, había
que asegurar la estabilidad de Turquía avoreciendo un régimen autoritario y
apoyándolo.11 El
golpe de Estado turco se preparó con la ayuda de Estados Unidos.
En el vecino Iraq, el golpe de Estado de
Sadam Husein de 1979 contra el régimen pro soviético presenta esta misma
convergencia de intereses estratégicos. Después, en 1980, Husein sirvió
directamente los intereses estadounidenses y de las potencias de Europa
occidental lanzando la guerra contra Irán.
De esto, los historiadores del Banco no
dicen nada, pero señalan con claridad, volviendo a Turquía: «El Banco tuvo
dificultades para atribuir a los militares turcos motivaciones
bienintencionadas y evitar mostrar disgusto por sus intervenciones. Los
comentarios formales del Banco, sobre el hecho de que el golpe de Estado de
1980 no cambiaría en nada sus intenciones de préstamos, fueron extremadamente
corteses.»12
Cuando los militares devolvieron el poder a
los civiles, Turgut Ozal y el Partido de La Madre Patria
asumieron la dirección del gobierno.
En los años siguientes, Turquía recibió
cinco préstamos de ajuste estructural (hasta 1985). En 1988, el Banco Mundial
escribía: «Entre los clientes del Banco, Turquía representa uno de los éxitos
más espectaculares.»13
Esta manifestación de autosatisfacción
merece un comentario. Si nos atenemos a uno de los objetivos más importantes
pregonados por el Banco, la reducción de la inflación, podemos afirmar que no
tenía de qué enorgullecerse: la tasa de inflación anual antes del ajuste
estructural, a finales de los años 70, oscilaba entre el 40 y el 50%: bajo la
dictadura militar, que puso en marcha el ajuste estructural, la inflación fue
del 46% en el período 1980-1983; del 44% en 1984-1988; del 60% en 1989. En la
década siguiente, oscilaba alrededor del 70% de media, con picos que llegaron
hasta el 140%
En resumen, el objetivo de reducción de la
inflación fue un fracaso absoluto. Lo mismo con la deuda pública interna, que
se disparó, y con la deuda externa, que prosiguió su crecimiento.
Ahora, si consideramos la agenda oculta del
Banco, ésta sí, efectivamente, podía cantar victoria en el curso de los años
80:
- 1 Turquía permaneció en el campo de los
sólidos aliados de las potencias occidentales;
-
2 abandonó el modelo de
industrialización por sustitución de importaciones, que implicaba un alto
grado de proteccionismo y de inversión pública;
- 3 adoptó un modelo volcado a la
exportación, aumentando su competitividad, reduciendo los salarios reales y
devaluando su moneda en proporciones considerables;
- 4
gracias a la dictadura, reprimió con dureza el movimiento sindical y la
izquierda, fuera reformista o revolucionaria.
Efectivamente, entre fines de 1979 y 1994,
el valor del dólar frente a la libra turca se multiplicó por 900; el proceso
comenzó en 1980 con una devaluación del 30%. En el curso de los años 70, los
salarios reales habían tenido un fuerte aumento por el auge del movimiento
sindical y la conquista por la extrema izquierda de un lugar político muy
importante entre la juventud y la clase obrera. El golpe militar de 1980 permitió
la prohibición de los sindicatos y las huelgas, una reducción radical de los
salarios y una explosión de los beneficios.
El país se convirtió en un paraíso para las
inversiones de las transnacionales. Turgut Ozal fue recompensado y elegido presidente
de Turquía, de 1989 a
1993.
El Banco Mundial apoyó con firmeza al
régimen militar y al que lo sucedió, prestándoles cerca de mil millones de
dólares por año.
En 1991, Turquía prestó sus servicios a
Estados Unidos y sus aliados en la primera guerra del Golfo, y como recompensa
se benefició de las reparaciones pagadas por un Iraq derrotado.
Podemos afirmar que la estrategia del Banco
Mundial en Turquía recuerda con mucha claridad la que se empleó con la
dictadura de Ferdinand Marcos en Filipinas, a partir de 1972, y con la de
Augusto Pinochet en Chile, a partir de 1973.
Agreguemos que en 1999-2001, Turquía pasó
por una situación de crisis financiera extrema, comparable a la de Argentina.
Aquí también la geoestrategia desempeñó su papel: el FMI abandonó a Argentina
en diciembre de 2001 negando al presidente De la Rúa un nuevo préstamo,
mientras que, al mismo tiempo, proseguía su política de préstamos a Turquía, a
fin de evitar los disturbios sociales y la desestabilización de un peón clave
en el tablero del Próximo Oriente y de Oriente Medio.
Pero, como en todos lados, la ayuda del FMI
y del BM aumenta la deuda de los países que se «benefician» de ella, y los
ciudadanos turcos tienen todo el derecho de negarse, hoy o mañana, a seguir pagando
a las instituciones de Bretton Woods. La deuda contraída con el FMI y el Banco
Mundial es perfectamente odiosa.
&&&
CAPÍTULO 9
EL BANCO EN INDONESIA: UNA INTERVENCIÓN
EMBLEMÁTICA
La política
del Banco Mundial respecto a Indonesia es emblemática en muchos aspectos.
Combina la ingerencia en los asuntos internos de un país, el apoyo a un régimen
dictatorial culpable de crímenes contra la humanidad, el apoyo a un gobierno
responsable de la agresión a un país vecino (anexión de Timor Oriental en 1975)
con el desarrollo de grandes proyectos que implicaron a la vez desplazamientos
masivos de poblaciones, depredación de los recursos naturales en beneficio de
las transnacionales y la agresión contra los pueblos nativos. En 1997,
Indonesia sufrió de lleno la crisis del Sureste asiático, en el curso de la
cual los remedios del Banco Mundial y del FMI agravaron las dificultades
económicas y provocaron desastres sociales. Con ocasión del drama del tsunami,
el Banco no mostró otra cara. Los acreedores mantuvieron la presión para que
Indonesia pagara la deuda e impusieron una dosis suplementaria de ajuste
neoliberal.
En 1947, el Banco Mundial concedió un
préstamo de 195 millones de dólares a los Países Bajos. Este era el segundo
préstamo de la historia del Banco Mundial. Dos semanas antes de concesión del
crédito, los Países Bajos habían lanzado una ofensiva contra los nacionalistas
indonesios que exigían la independencia. Durante los dos años siguientes, las
tropas de ocupación holandesas se elevaban a 145.000 hombres: se trataba de una
operación a gran escala, que era difícil ocultar. Aunque las Naciones Unidas
decretaron un alto el fuego en 1948, los holandeses todavía lanzaron varios
ataques. Muchas voces se alzaron en el seno de la ONU y en Estados Unidos
criticando la política holandesa y la implicación del Banco Mundial. Éste
respondió que el préstamo estaba destinado a gastos a realizar en los Países
Bajos. Las voces críticas replicaron que, dada la naturaleza fungible del
dinero, el gobierno holandés podía haberlo empleado para mantener su esfuerzo
militar en Indonesia.1
Estados Unidos presionó a los Países Bajos,
a los que concedió a través del Plan Marshall 400 millones de dólares para que
reconocieran la independencia de Indonesia. Su objetivo era abrir un nuevo
campo de inversiones y de comercio para sus empresas. El 27 de diciembre de
1949 se firmó la transferencia de soberanía. Indonesia se convirtió en una
república y el nacionalista Sukarno fue elegido presidente. Éste se empeñó en el
mantenimiento de un equilibrio entre las diferentes facciones del país, con el
poder personal como objetivo. Después de las primeras elecciones, en 1955, para
asentar su legitimidad, Sukarno decidió aceptar la colaboración del Partido
Comunista (PKI), que había logrado el 16% de los votos. El suyo, el PNI, obtuvo
el 25%.
En el plano exterior, Sukarno se dedicó
hábilmente a utilizar a los dos bloques de la guerra fría y logró, aquí
también, mantener un equilibrio hasta 1963, momento en el que Estados Unidos,
exasperado por la ayuda de la
URSS a Indonesia, le exigió explícitamente que eligiera su
campo. En FMI actuó entonces de intermediario y propuso una ayuda financiera
estrictamente condicionada a una cooperación estrecha. En marzo de 1963 se
iniciaron las negociaciones de los préstamos con Estados Unidos, el FMI y
países miembros de la OCDE,
pero todo se alteró en septiembre de ese año cuando los británicos decidieron
sin consultar la proclamación de la Federación de Malasia. Sukarno vio en esto una
maniobra de desestabilización y respondió nacionalizando las empresas
británicas, lo que ocasionó la anulación de los acuerdos alcanzados con el FMI.
A pesar de todo, la ONU
avaló la creación de Malasia, y Sukarno, al no salirse con la suya, se retiró
de la ONU en
1965.
Esto ocurría en el apogeo de la guerra fría
y Sukarno nacionalizó todas las empresas privadas extranjeras (salvo las
compañías petroleras). Indonesia abandonó el Banco Mundial y el FMI en agosto
de 1965 y el gobierno de Sukarno decidió conducir el país de manera
independiente. Fue en ese momento cuando intervino el general Mohamed Suharto,
el 30 de septiembre de 1965, al frente del ejército y con el apoyo
estadounidense. Lanzó una represión masiva contra los partidos de izquierda,
en particular contra el PKI: entre quinientos mil y un millón de civiles fueron
asesinados por la sola razón de pertenecer al PKI o simpatizar con él. En marzo
de 1966, Suharto consiguió que Sukarno le transfiriera oficialmente el poder.
Seis días más tarde, el gobierno de Estados Unidos anunció la apertura de una
línea de créditos a Indonesia por un monto de 8,2 millones de dólares para que
pudiera comprar arroz estadounidense.2 El 13 de abril de 1966,
Indonesia volvía al Banco Mundial.3 Siempre en 1966, Lyndon B.
Johnson, presidente de Estados Unidos, se desplazó para visitar sus tropas en
Vietnam, e insistió, en uno de sus discursos, sobre el modelo indonesio.4
Este modelo, el «Nuevo Orden» de la era
Suharto, recurría regularmente al terror y a la eliminación física, y de hecho
se alineaba con la política estadounidense.
EL BANCO MUNDIAL Y LA DICTADURA DE SUHARTO
Cuando Robert McNamara asumió la presidencia
del Banco, en abril de 1968, comprobó que Indonesia (aparte de la China de Mao) era el único
país muy poblado con el que la institución no mantenía una relación importante.
Había que recuperar el tiempo perdido y su primer desplazamiento como
presidente del Banco Mundial fue a Indonesia, en junio de ese mismo año. No
estuvo desorientado: el dictador Suharto estaba rodeado de economistas formados
en Estados Unidos gracias a la Fundación Ford.5
Las relaciones entre ambos eran idílicas:
«McNamara y el presidente Suharto se tenían una admiración recíproca»6; «Cuando en las discusiones políticas entraban
en lo cotidiano, se comportaban como un par de viejos amigos»7; «Para el presidente, Indonesia era la
joya de la corona de las operaciones del Banco».8
Además, los historiadores del Banco admiten
que «el presidente Suharto (que ocupaba el cargo desde 1967) era un general, y
su gobierno era en buena parte un gobierno de generales, la mayor parte de los
cuales eran corruptos».9 Indonesia recuperó oficialmente su puesto en el
FMI en febrero de 1967, y la recompensa no se hizo esperar: los países occidentales
acordaron de inmediato una ayuda de 174 millones de dólares con la finalidad de
resolver la crisis Indonesia. Después, a principios de los años 70, las buenas
relaciones entre Indonesia, Estados Unidos y las IFI se manifestaron en una
fuerte reducción de la deuda.
En efecto, a finales de 1966 tenía que pagar
534 millones de dólares a título del servicio de la deuda (capital, intereses y
atrasos), lo que representaba el 69% de los beneficios estimados por
exportaciones. Sin una reestructuración, el efecto de la ayuda financiera
resultaría anulada por el servicio de la deuda. Los países acreedores
occidentales aceptaron una moratoria10 hasta 1971 del reembolso del principal y los intereses de la deuda a
largo plazo contraída antes de 1966. Pero como los efectos de una moratoria son
temporales, en 1971 había que reanudar los pagos. En consecuencia, los
acreedores firmaron el acuerdo más favorable jamás concedido hasta esa época a
un país del Tercer Mundo:11la deuda anterior a 1966 (contraída por el gobierno de Sukarno) podía
ser devuelta en treinta anualidades a lo largo de un período escalonado entre
1970 y 1999. Los acreedores aceptaron que los reembolsos que debía efectuar
Indonesia no superaran el 6% de los ingresos por exportaciones.12 La operación significaba la anulación
del 50% de la deuda.13
Reducción de la deuda, y también
complacencia culposa ante la corrupción. Cuando el Banco volvió en tropel a
Indonesia para apoyar la dictadura militar, sus representantes eran conscientes
de la amplitud de la corrupción. Pero McNamara y el enorme staff del Banco que se instaló de forma
permanente en Yakarta14 decidieron no hacer de esto un motivo de
ruptura. Fueron claramente cómplices.
El apoderado del Banco, Bernard Bell, volvió
sobre la cuestión de los enormes desvíos de fondos debidos a la corrupción en
el nivel gubernamental más alto. El 11 de febrero de 1972, describió a McNamara
un estado de corrupción «inaceptable para una parte de la población, es verdad
que limitada, pero potencialmente importante». Y esto no era más que el
principio. En efecto, el Informe global
de la corrupción 2004 de Transparency International revela el desvío
por Suharto y su camarilla de entre 15.000 y 35.000 millones de dólares. El
mismo Banco Mundial alimentaba la corrupción. En uno de sus propios informes se
hace mención de que del 20 al 30% de los presupuestos relacionados con el fondo
de desarrollo se desviaban.15 El Banco prosiguió con sus préstamos sabiendo perfectamente que eran
objeto de desfalcos.
EL AFFAIRE
PERTAMINA
En los años 70, los ingresos petroleros se
multiplicaron, los desvíos en provecho de los militares corruptos también. Y en
1975, estalló una grave crisis entre Estados Unidos e Indonesia, que no tuvo
nada que ver con la anexión e invasión de Timor Oriental.
Los generales indonesios habían desarrollado
mucho la empresa pública petrolera Pertamina, a tal punto que en febrero de
1975 había llegado a ser la mayor empresa asiática (exceptuando a Japón). El
complejo Pertamina no sólo extraía y refinaba el hidrocarburo; también poseía
una cadena de hoteles y una flota de petroleros. Pertamina mejoró la
infraestructura portuaria del país y construyó hospitales y carreteras. Esta
empresa pública tenía actividad en el ámbito de los seguros, con oficinas en
Hong Kong, Los Angeles, Singapur, Tokio. Desempeñó un papel fundamental en una
estrategia de industrialización por sustitución de importaciones, que a Estados
Unidos primero y después al Banco Mundial les gusta cada vez menos.
Para decirlo todo, Pertamina entorpecía el
desarrollo de las grandes empresas petroleras estadounidenses. En consecuencia,
para Estados Unidos era cuestión de debilitar Pertamina, o más bien
desmantelarla. Presionado, Suharto obedeció en el verano de 1975. McNamara le
escribió entonces: «Aplaudo el enfoque global y sistemático que usted adoptó
para restablecer las prioridades que se imponían.»16 En compensación, agregó que haría que el
Banco Mundial aumentara sus préstamos.
Fue tan sólo el 15 de mayo de 1979, con
ocasión de su última visita a Indonesia, cuando McNamara, en privado, perdió
los estribos: «También era necesario poner el acento sobre la reducción de la
corrupción. Se hablaba mucho de esto fuera de Indonesia y el mundo tenía la
impresión, con razón o sin razón, de que esta corrupción era quizás mucho
mayor que en cualquier otro país... Era como un cáncer que devoraba la
sociedad.»17
De todos modos, aún a finales de los años 80
el Banco Mundial seguía apoyando la Indonesia de Suharto, a tal punto que en esos
momentos le concedió un préstamo sin respetar (mejor dicho imponer) las
condiciones habituales. Del mismo modo, el Banco estaba tan pendiente de
mantener buenas relaciones con China, que ni siquiera se distanció después de
la represión de la primavera china de 1989.18
EL SILENCIO DEL BANCO MUNDIAL SOBRE LA ANEXIÓN DE TIMOR
ORIENTAL
Treinta años después de la invasión de Timor
por Indonesia, ciertos archivos de Estados Unidos se hicieron públicos. En
ellos se establece sin discusión posible lo que se pensaba desde hacía tiempo:
Indonesia invadió Timor Oriental, en diciembre de 1975, con la complicidad de
los gobiernos estadounidense, británico y australiano. Timor sufriría
veinticuatro años de ocupación sangrienta y de violaciones sistemáticas de los
derechos humanos. Según dichos documentos, desde marzo de 1975 el Departamento
de Estado, dirigido en ese entonces por Henry Kissinger, advirtió de los
preparativos indonesios estimando que Estados Unidos «tiene intereses
considerables en Indonesia pero ninguno en Timor». Puesto al corriente de las
operaciones especiales previas a la invasión, el propio Kissinger espetó a sus
colaboradores: «¿Puedo suponer que realmente vais a cerrar los ojos ante
esto?» Lo que temía era que el Congreso decretara un embargo de los
cargamentos de armas para Indonesia, aliada de Washington en la guerra fría.19
Se entiende así por qué el Banco Mundial en
ese momento no hizo ninguna mención, no emitió ninguna crítica a la invasión y
la anexión de Timor Oriental. Sumisión a los intereses de Estados Unidos y sus
aliados, el Reino Unido y Australia, y complicidad con la dictadura son
constantes en el comportamiento del Banco.
EL APOYO DEL BANCO MUNDIAL AL PROGRAMA DE
TRASMIGRACIÓN20
El Banco Mundial colaboró activamente en el
siniestro proyecto de transmigración, algunas de cuyas facetas constituyen
crímenes contra la humanidad. El desplazamiento —en ciertos casos forzoso— de
millones de personas de las islas de Java y Sumatra hacia otras islas del
archipiélago y el desposeimiento de los indígenas de estas islas.
El Banco, sobre todo durante los quince años
del período dorado del programa (1974-1989), fue su principal fuente de
financiación externa. Los historiadores reconocen esta responsabilidad del Banco:
«A mediados y a finales de los años 70, el Banco apoyó y prestó asistencia al
controvertido programa que consiste en el desplazamiento oficial y
subvencionado de las familias de Java hacia otras islas.»21 Esta colaboración no se limitó solamente
a un apoyo financiero y técnico. También aportó su apoyo político al proyecto.
Entre 1950 y 1974, el número de personas
desplazadas en el marco de la transmigración llegaba a unas 664.000 personas.
Pero, a partir de 1974, con el apoyo del Banco Mundial, serían alrededor de 3,5
millones los desplazados y asistidos y otros 3,5 millones los que emigraron por
su propia cuenta. El Banco Mundial contribuyó directamente a los
desplazamientos y reinstalaciones, y sus préstamos permitieron por una parte
cubrir, en su casi totalidad, las migraciones «oficiales», 2,3 millones de
personas, y por otra parte «catalizar» la reinstalación de unos 2 millones de
transmigrantes espontáneos.
Aunque el Banco Mundial calificara la
transmigración como «el programa de reinstalación voluntaria más grande del
mundo», muy pronto se vio que el programa también servía para desembarazar a
Java de habitantes indeseables. Así, en las principales ciudades javanesas, los
«no conformistas», los viejos, los enfermos (incluidos los leprosos), los
mendigos y los vagabundos se vieron forzados a optar entre desaparecer en el
campo (donde tenían pocas posibilidades de sobrevivir), o bien sumarse a la
transmigración. De noche, se los cargaba en camiones del ejército y eran
llevados a los «campos de tránsito», donde los formaban con vistas a su
reinstalación.22 El
matrimonio era un criterio obligado de selección: las autoridades organizaban
matrimonios forzados entre los solteros de la partida, y cuando se trataba de
personas reclutadas a la fuerza, el departamento de asuntos sociales organizaba
ceremonias de matrimonio en masa.
Los proyectos relacionados con la
transmigración que contaron con más apoyo de esta institución fueron aquellos
en los cuales intervenían directamente firmas privadas nacionales o extranjeras
capaces de alimentar el comercio exterior y de atraer inversiones
transnacionales más ambiciosas (en particular, proyectos de plantaciones
industriales).
La explotación desenfrenada de los recursos
de las islas exteriores se efectuó en beneficio del gobierno central y de las
firmas explotadoras, pero con gran perjuicio de la población local, una gran
parte de cuyo hábitat y de sus medios de subsistencia fueron destruidos para
siempre. Las tierras de las islas periféricas se consideraban «vacías», ya que
los indígenas que en ellas vivían desde tiempo inmemorial no tenían títulos de
propiedad. Estas tierras se declaraban entonces «al servicio del Estado» y se
confiscaban a la fuerza, la mayoría de las veces sin compensaciones. El Banco
Mundial también apoyó al gobierno en sus actos de expropiación de las tierras
pertenecientes a los indígenas, aunque nunca lo confesó oficialmente.
La transmigración heredó los terrenos no
reservados a las concesiones forestales, cuya característica común era la de
ser muy poco productivas. Porque a los agentes del gobierno encargados de
señalar los terrenos a desbrozar poco les importaba que estos lugares fueran
cultivables. Ellos debían señalar, en un mapa, la información relativa al
acceso a los sitios, a la superficie a desmontar y a la cantidad de familias
que en ellos se podían instalar.
La selva —recurso vital de la población
autóctona en todos los aspectos— fue desapareciendo poco a poco por la acción,
por una parte, de las empresas de explotación forestal y de plantaciones
comerciales y, por otra parte, de los equipos gubernamentales encargados de
desbrozar áreas destinadas a la agricultura y a la instalación de los
migrantes. Por otra parte, las empresas mineras (ver el caso de la compañía
minera estadounidense Freeport McMoran23) reducían a polvo las montañas y vertían cotidianamente en los
cursos de agua toneladas de residuos minerales, contaminándolos sin remedio.
Como los ríos constituían la única fuente de agua de los nativos, la polución
provocó grandes catástrofes sanitarias. La extracción de petróleo a lo largo
de las costas también causó un grave perjuicio a la fauna y la flora marinas,
otras fuentes de alimentación de la población.
Los verdaderos responsables son los que
concibieron, hicieron ejecutar y financiaron el proyecto. Son, en primer
lugar, el poder público indonesio y las instituciones internacionales (en
primer término el Banco Mundial). Y también algunos gobiernos occidentales
(Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Israel...) y las empresas nacionales y
extranjeras implicadas en la realización concreta del proyecto. Tanto el
desarrollo y la proliferación de las explotaciones intensivas de los recursos
naturales como el crecimiento acelerado de las áreas destinadas a los cultivos
comerciales son resultado de los programas financiados por los préstamos
internacionales. Y estos préstamos siempre han estado condicionados a la
apertura de los mercados en todos los niveles —eliminación de las barreras
aduaneras, atracción de los capitales extranjeros, prioridad a los monocultivos
de exportación, liberalización y privatización de los sectores de distribución
de bienes y servicios, etc.
Afínales de los años 80 menudearon las
críticas, numerosas y virulentas, tanto en el interior como en el exterior del
archipiélago, acusando al Banco Mundial de participar en un proyecto de
dominación geopolítica que multiplica los atropellos sociales y ecológicas y no
respeta los derechos humanos en sus procedimientos.24 En efecto, el Banco Mundial había tenido
un papel protagónico en un proyecto cuyas consecuencias fueron nefastas e
irreversibles: control de la población nativa de las islas exteriores y
violación de su derecho de propiedad del suelo; coste exorbitante de los
desplazamientos (7.000 dólares por familia, según estimaciones del propio Banco25) considerando los resultados, porque
según un estudio del Banco de 1986, el 50% de las familias desplazadas vivían
por debajo del nivel de pobreza y el 20% por debajo del nivel de subsistencia;
problemas de densidad de población persistentes en Java; deforestación masiva
de las islas exteriores.
El Banco Mundial, acusado de todos lados,
decidió cesar la financiación destinada a la instalación de nuevos
sitios de transmigración y a la cobertura del traslado de los transmigrantes.
Concentró sus préstamos, de todos modos, en el reforzamiento de las aldeas ya
existentes26 y
en el mantenimientos de los cultivos comerciales, o sea, que abandonó sólo
parcialmente su participación en el programa.
Por supuesto, el Banco desmintió todas las
alegaciones formuladas por los observadores críticos, y decidió, en 1994,
realizar un estudio de evaluación interna27de los proyectos financiados por la institución, a fin de determinar
sus eventuales responsabilidades. En dicho informe, admite una parte mínima de
responsabilidades: que el proyecto de Sumatra «ha tenido efectos negativos y
probablemente irreparables» sobre la población kubu, pueblo nómada cuya
supervivencia se basa en el cultivo en barbecho, la caza y la recolección en la
selva; y pone en evidencia que «aunque la existencia de los kubus en las zonas
del proyecto se conozca desde la planificación del proyecto, se efectuaron
pocos esfuerzos para evitar los problemas».
Los préstamos del Banco Mundial para el
programa de transmigración se ajustan exactamente a la constitución de una
deuda odiosa: fueron contraídos por un régimen despótico que pudo emplearlos
para fines represivos; no se usaron para servir al bienestar de la población.
En consecuencia: esta deuda es nula y sin valor; debe ser cancelada. Pero sería
insuficiente quedarse en esto. Como se ha visto, el proyecto de transmigración
que el Banco Mundial apoyó implicó el desplazamiento forzoso de ciertas
poblaciones. El Banco no puede afirmar simplemente que no lo sabía. También ha
sido cómplice de la violación de los derechos de los pueblos indígenas que
habitaban las zonas colonizadas por dicho proyecto. Estos actos tan graves no
pueden quedar impunes.
LA CRISIS
DE 1997-1998
EN INDONESIA Y SUS CONSECUENCIAS
A partir de los años 80 y sobre todo en la
primera mitad de los 90, el Banco Mundial y el FMI lograron que el gobierno
indonesio liberara la entrada y salida de capitales. Finalmente, esto puso a
Indonesia (lo mismo que Filipinas, Tailandia, Malasia y Corea del Sur) a merced
de la especulación internacional.
En el informe anual del FMI del año 1997, se
pueden leer los elogios que hace de las autoridades indonesias: «Los
administradores han felicitado a las autoridades por los resultados económicos
de Indonesia en el curso de los últimos años, en particular la reducción
apreciable de la pobreza y la mejora de numerosos indicadores sociales [...]»28. Más allá, los administradores del FMI
alaban a las autoridades indonesias por «la importancia acordada al
mantenimiento de la libre circulación de capitales»,29 aunque, un poco más adelante, ellos
mismos señalan los peligros: «la fuerte entrada de capitales ha planteado
importantes desafíos para los poderes públicos». Prosiguen su análisis
expresando su felicitación a las autoridades, dando a entender que éstas están
en condiciones de controlar la situación: «La flexibilidad con la que las
autoridades han adaptado la dosificación de medidas económicas en función de la
evolución de la situación ha sido uno de los ingredientes de su éxito y
constituye una baza esencial para hacer frente a estos desafíos.»
En 1997, una gigantesca crisis económica y
financiera asoló el sureste asiático. Iniciada en Tailandia en febrero de ese
año, se extendió en el mes de julio a Malasia, Indonesia y Filipinas. Estos
cuatro países, que habían sido citados por el FMI, el Banco Mundial y los
bancos privados como modelos a seguir debido a su amplio grado de apertura al
mercado mundial, a su débil tasa de inflación y a su elevada tasa de
crecimiento, fueron incapaces de resistir los ataques especulativos. Entre el 2
de julio de 1997 y el 8 de enero de 1998, la rupia Indonesia se devaluó un 229%
con respecto al dólar.
Después de haber sido lisonjeados por el
Banco Mundial y el FMI, las autoridades indonesias fueron duramente criticadas
por haber dejado demasiado poder en manos del Estado; un Estado que, por lo
demás, habría aceptado equivocadamente que las instituciones financieras e
industriales privadas se endeudaran sin medida y especularan.
La crisis del sureste asiático de 1997
golpeó con dureza a Indonesia. En el lapso de menos de un año, los capitales
extranjeros abandonaron el país y apareció un desempleo masivo. A finales de
1998, según los datos del gobierno, el 50% de la población vivía bajo el umbral
de pobreza, estimado en Indonesia en 0,55 dólares por día en las ciudades y
0,40 dólares en el resto del país.
El FMI impuso medidas de «choque» para
resolver la crisis de 1997, que agravaron la situación, en particular
provocando la quiebra de la mayor parte del sector bancario y de muchos
empresarios. El FMI y el Banco Mundial presionaron al gobierno para que
convirtiera la deuda privada de los bancos en deuda pública. La deuda pública
Indonesia, que representaba el 23% del producto nacional bruto (PNB) antes de
la crisis, literalmente explotó a consecuencia de las políticas impuestas por
el FMI y en Banco Mundial, llegando en el año 2000 al 93% del PNB.
Por otra parte, los salarios reales se
hundieron: mientras que habían conocido un aumento del 46% entre 1990 y 1996,
perdieron el 25,1% de su valor en 1998.30
La población, que había sufrido el efecto de
estas medidas, comenzó protestar con energía. El 5 de mayo de 1998, en el marco
de los acuerdos firmados con el FMI, Suharto eliminó las subvenciones a los
productos básicos, de manera que los precios del combustible para uso
doméstico, de la electricidad y de la gasolina aumentaron un 70% Esto
amplificó la inmensa movilización popular que había comenzado unos meses
antes. Quince días más tarde, abandonado por Washington y denunciado por el
pueblo, Suharto tuvo que abandonar el poder, después de 32 años de régimen
dictatorial.
La mayor parte del presupuesto del Estado se
dedicó al pago de la deuda. En 1999 y 2000, el 50% y el 40%, respectivamente,
se destinaron al pago de la deuda. En 2004, la cifra estaba cerca del 28%.
Según las previsiones del ministro indonesio de Finanzas, el reembolso de la
deuda pública externa aumentará en 2006 y alcanzará un pico en 2008, nivel en
el que se mantendrá.31
Después del desastre provocado por el
tsunami, que ocasionó la muerte de 150.000 personas en la provincia indonesia
de Aceh, el Banco Mundial y los gobiernos de los países acreedores afirmaron
que darían pruebas de generosidad. La realidad es muy diferente: la ayuda, muy
mediatizada al principio, se proporcionó caóticamente y de manera efímera.
Mientras que amagaban ofrecer los medios financieros para la reconstrucción,
los acreedores agrupados en el Club de París (que dirigen el FMI y el Banco
Mundial) decidieron añadir los intereses por atrasos sobre la parte del
servicio de la deuda que no se pagó en el año 2005.32 La moratoria acordada por el Club de
París no es más que un simulacro de generosidad, porque los gobiernos que la
acepten harán pagar a sus pueblos hasta el último céntimo. El gobierno
indonesio, sometido a la presión de los acreedores, impuso un fuerte aumento
(del 29%) del precio del combustible el Io de marzo de 2005, lo que
provocó un profundo descontento popular. Los ingresos fiscales resultantes de
este aumento se destinaran principalmente a cubrir el déficit presupuestario y
al pago de la deuda.33
En cuanto al desarrollo humano, muchos indicadores
son particularmente inquietantes:
Parte
de la población que vive con menos de 2 dólares por día
|
52,4
%
|
Esperanza
de vida al nacer
|
66,6
%
|
Tasa
de mortalidad infantil, de menos de 5 años
|
45
%o
|
Parte
de nacimientos asistidos por personal cualificado
|
64%
|
Parte
de la población que padece malnutrición
|
6%
|
Parte
de la población sin acceso a un punto de agua adecuado
|
22%
|
Tasa
neta de escolarización primaria
|
92%
|
Niños
que llegan al 5o año escolar (% de alumnos de 1er año)
|
89%
|
Tasa
de alfabetización de adultos (de más de 15 años)
|
87,9
%
|
Fuente: PNUD, Informe mundial sobre el
desarrollo humano, 2004
a modo de conclusión
El pueblo indonesio se vio despojado, con el
golpe de Estado militar de 1965, de la posibilidad de determinar por sí mismo
su futuro. Indonesia había comenzado con la Conferencia de Bandung
de 1955 a
afirmarse en el escenario internacional. La amenaza de ver a uno de los países
más poblados del planeta desempeñar un papel clave en la instauración de un
nuevo orden mundial fue lo que llevó a Estados Unidos y a las instituciones de
Bretton Woods a apoyar activamente la dictadura de Suharto.
Las decisiones de estas instituciones fueron
determinadas por factores políticos y geoestratégicos. Su apoyo financiero
permitió a Suharto poner en práctica políticas que violaban los derechos
humanos. El dictador servía los intereses de las grandes potencias occidentales
en la región y permitió a las sociedades transnacionales de los países
industrializados expoliar sin frenos las recursos naturales del país. El Banco
Mundial y el FMI fueron cómplices activos de estas políticas. La clase dominante
local apoyó a Suharto y no intentó invertir en el desarrollo nacional. Prefirió
hacerse cómplice de la depredación de los recursos naturales por las
transnacionales.
A partir de la crisis de 1997, las medidas
impuestas por el FMI agravaron la situación económica y provocaron un fuerte
aumento de la deuda pública interna y externa. El balance histórico de la
intervención del FMI y del Banco Mundial en Indonesia es un desastre. En
consecuencia, la deuda que el país tiene con estas instituciones debe ser
anuladas en su totalidad. Más aún, el Banco Mundial y el FMI tendrían que
rendir cuentas ante la justicia por su complicidad con el régimen de Suharto y
por proyectos como el de la transmigración, que constituyen en muchos aspectos
crímenes contra la humanidad.
Las deudas bilaterales fueron contraídas con
países que mantuvieron directamente la dictadura de Suharto, y por ello
también deben ser anuladas, así como las contraídas con empresas privadas
extranjeras que participaron en la corrupción del régimen indonesio, en el
pillaje de sus recursos naturales y en la explotación de sus trabajadores.
El balance financiero del endeudamiento de
Indonesia es enteramente negativo en términos de desarrollo humano
Entre 1970 y 2003, Indonesia recibió 139.000
millones de dólares en forma de préstamos destinados a los poderes públicos y ha reembolsado 164.000 millones, o
sea, mucho más. Sin embargo, la deuda pública externa de Indonesia se
multiplicó por 20.34
Entre 1970 y 2003, el total de los desembolsos por la deuda representa 46 veces
el monto del stock inicial de la deuda. Desde 1985, cada año Indonesia ha
pagado más de lo que recibía en forma de préstamo. Es la prueba irrefutable de
que el sistema de endeudamiento es un mecanismo funesto de bombeo de las
riquezas del país.
&&&
CAPÍTULO 10
LAS IDEAS DEL BANCO MUNDIAL EN MATERIA DE
DESARROLLO
El Banco Mundial pretende que para
progresar, los PED1 deben recurrir al endeudamiento externo y atraer las inversiones
extranjeras. Este endeudamiento sirve principalmente para comprar bienes de
equipamiento y de consumo a los países más industrializados. Los hechos han
demostrado día tras día, durante décadas, que esto no funciona. Los modelos que
han influenciado la visión del Banco Mundial conducen naturalmente a los PED a
una fuerte dependencia de los aportes externos de capitales, en general en
forma de préstamos, con la ilusión de alcanzar un nivel de desarrollo
autosostenido. Los proveedores de fondos públicos —gobiernos de los países
industrializados y el Banco, en particular— consideran los préstamos como un
poderoso medio de influencia sobre los países que se endeudan. Las acciones del
Banco no se resumen en una sucesión de errores o de malas jugadas. Al
contrario, son parte de una visión coherente, teorizada, sistematizada, que se
enseña doctamente en la mayoría de las universidades. Centenares de libros de
economía del desarrollo la destilan. El Banco ha producido toda una ideología
del desarrollo. Cuando los hechos la desmienten, el Banco no la vuelve a
considerar. Al contrario, intenta deformar la realidad para continuar
protegiendo el dogma.
En el curso de los primeros diez años de su
existencia, el Banco generó muy pocas reflexiones sobre el tipo de política
económica que debía mantener con los países en desarrollo. Esto se explica por
varias razones: porque 1) no formaba parte aún de sus prioridades. En 1957, la
mayoría de los préstamos del Banco (52,7%) se concedían a países
industrializados;2 2)
la matriz teórica de los economistas y dirigentes del Banco era de inspiración
neoclásica, teoría que no atribuye un lugar específico a los PED;3 3) hasta 1960, cuando se creó la Asociación Internacional
de Desarrollo (AID), no se había dotado de un instrumento específico para
prestar dinero a bajo interés a los países en desarrollo (Ver capítulo 3).
El Banco trabajó poco la teoría, pero ello
no le impidió criticar a los otros. Así, en 1949 criticó un informe
de la comisión de las Naciones Unidas para el empleo y la economía que defendía
la inversión pública en la industria pesada de los PED. H Banco objetó que los
poderes públicos de los PED ya tienen bastante que hacer con la realización de
buenas infraestructuras y que deben dejar la responsabilidad de la industria
pesada a la iniciativa privada local y extranjera.4
Según Masón y Asher, historiadores del Banco
Mundial, su orientación partía del postulado de que los sectores público y privado
deben desempeñar papeles diferentes. El sector público debe asegurar el
desarrollo planificado de una infraestructura adecuada: ferrocarril,
carreteras, centrales eléctricas, instalaciones portuarias y medios de
comunicación en general. Al sector privado le corresponde la agricultura, la
industria, el comercio y los servicios personales y financieros, puesto que se
da por sentado que en todos estos ámbitos la iniciativa privada obtiene mejores
resultados que el sector público.5 En realidad, hay que ceder al sector privado todo lo que puede
producir un beneficio. En cambio, las infraestructuras son actividades propias
del sector público porque la cuestión es socializar los costes, en beneficio
del sector privado. En resumen, El Banco Mundial recomienda la privatización de
los beneficios, combinada con la socialización de los costes de lo que no es
directamente rentable.
Una visión del mundo conservadora y
etnocéntrica
La visión del Banco está
marcada por diversos prejuicios conservadores. En los informes y discursos de
sus primeros quince años de existencia, se refería regularmente a regiones
atrasadas y subdesarrolladas, lo que ya es todo un programa. Sobre las causas
del subdesarrollo, el Banco adoptó un enfoque etno-céntrico. Se puede leer en
el octavo informe anual de Banco: «Las razones de que ciertas regiones del
mundo no estén desarrolladas son numerosas y complejas. Muchas culturas, por
ejemplo, conceden poco lugar al progreso material y, de hecho, algunas lo
consideran incompatible con unos objetivos más deseables para la sociedad y
para el individuo.»6 La falta de deseo o de voluntad de progreso
material y de modernización de la sociedad es presentada como una de las causas
del atraso. El profundo respeto de los hindúes por las vacas resulta así un
resumen que permite comprender el retraso de la India. A propósito de
África, Eugene Black, presidente del Banco, declaró en 1961: «Aún al día de hoy
la mayoría de los 200 y tantos millones de habitantes de África apenas están
comenzando a formar parte de la sociedad mundial.»7 El carácter reaccionario de la visión
del Banco Mundial no ha desaparecido del todo con el correr de los años. En el Informe sobre el Desarrollo en el Mundo
de 1987 manifiesta:
«En Principios de economía
política (1848), John Stuart Mili evoca las ventajas que resultan
del “comercio exterior”. Aunque haya pasado más de un siglo, sus observaciones
siguen siendo tan válidas hoy como en 1848. Hablando de las ventajas indirectas
del comercio, Mili dice: “...un pueblo puede estar en un estado letárgico,
indolente, inculto, con todas sus aspiraciones satisfechas, adormecido, y no
puede poner en acción todas sus fuerzas productivas por la falta de un objeto
que desee. La aventura del comercio exterior, al hacerle conocer nuevos objetos
u ofrecerle la tentación de adquirir objetos que hasta entonces no pensaba
poder procurarse [...] alienta a quienes se contentaban con un poco de
comodidad y un poco de trabajo a trabajar duro para satisfacer sus nuevos
gustos, incluso a ahorrar y acumular capital.”»8 El retorno al poder de los neo- conservadores, con Bush en el
gobierno desde 2001, ha
fortalecido su carácter profundamente materialista y reaccionario. La
nominación de Paul Wolfowitz, uno de los principales
neocons, a la presidencia del Banco en el año 2005, ha consolidado esta
orientación.
Lo que resulta sorprendente en los
documentos del Banco y en la literatura en boga en materia de desarrollo, de
los años 50 a
los años 70, es el espacio dedicado a la planificación del crecimiento y del
desarrollo (tanto en las economías industrializadas como en los PED). Hasta
finales de los años 70, la presencia de la planificación se puede atribuir a
varios elementos: 1) la voluntad de planificación —el planismo— surgida
en el curso de la prolongada depresión de los años 30 como respuesta al caos
provocado por el laisser-faire; 2) la necesidad de organizar la reconstrucción
de Europa y Japón; 3) era el período de los treinta gloriosos,
caracterizado por un crecimiento económico sostenido, que había que dirigir y
planificar; 4) los éxitos, comprobados o supuestos, de la planificación
soviética, que ejercían una indudable atracción real hasta sobre los enemigos
declarados del llamado bloque comunista. La planificación es un tema que
fue totalmente ignorado a partir del comienzo de los años 80, con el retorno
de la ideología y las políticas neoliberales.
Otra preocupación, muy presente al
principio, pero que fue olvidada a partir de los años 80, era la decisión
tomada por una serie de países latinoamericanos de recurrir a la sustitución
de importaciones y la posibilidad (vista como una amenaza por la mayoría de los
dirigentes de los países más industrializados) de que otros países, de
reciente independencia, siguieran la misma vía.
Pasemos revista a varias aportaciones de
economistas que tuvieron una influencia directa sobre el Banco y en el seno de
éste.
El modelo HOS (Heckscher-Olin-Samuelson)
La teoría de las ventajas comparativas de
Ricardo fue reforzada en los años 30 por el análisis de los economistas suecos
Heckscher y Olin, al cual se incorporó más tarde Samuelson (cuya síntesis se
conoce como modelo HOS). Este modelo habla de «dotación en factores de
producción» (trabajo, tierra y capital) y sostiene que todos los países tienen
interés en especializarse en la producción y la exportación de bienes que
utilicen con mayor intensidad el factor de producción más abundante en ellos
—que también es el más barato—. Gracias al librecambio, se operará la
equiparación de la remuneración de los factores en todos los países que lo
practiquen (el factor abundante —exportado— se hace escaso y por lo tanto se
encarece; el factor escaso —importado— abunda y en consecuencia se abarata).
La especialización establecerá una distribución óptima de los factores en un
mercado mundial homo-geneizado. Según esta óptica, la búsqueda de la máxima
integración del mercado mundial sería una apuesta ganadora y un juego de suma
positiva para todos los participantes. Diversas investigaciones efectuadas más
tarde, especialmente por Paul Krugman,9 para verificar la pertinencia del modelo HOS han demostrado que éste
no se ajusta a la realidad.
Las cinco etapas del crecimiento económico según
Walt W. Rostow
En 1960, Rostow10 enumeró cinco etapas del desarrollo en
su libro Las etapas él crecimiento económico. Un manifiesto no comunista.11 Para él, todas las sociedades se pueden
clasificar en alguna de las cinco categorías, y deben seguir este itinerario.
La primera etapa es la sociedad tradicional,
caracterizada por el predominio de la actividad agrícola. El progreso técnico
es nulo, casi no hay crecimiento del producto y no se prevé un cambio de
mentalidad.
Luego, la etapa previa al despegue, que ve
nacer el desarrollo de los intercambios y de las técnicas, una evolución de las
mentalidades que rompe con el fatalismo j un aumento del ahorro. Ha
sido, de hecho, la evolución de las sociedades europeas entre el siglo XV y
principios del siglo XVIII.
La tercera es la del despegue (take-off),
una etapa crucial que corresponde a un salto cualitativo, con un aumento
significativo del ahorro y de la inversión, así como al paso a un crecimiento
acumulativo.12
La cuarta etapa es calificada de «marcha
hacia la madurez»: el progreso técnico se impone en todas las actividades y la
producción se diversifica.
En fin, la era del consumo de masas, que
coincide con la quinta y ultima etapa.13
Según Rostow, en el nivel del despegue, la
aportación de capitales exteriores (bajo forma de inversiones extranjeras o de
crédito) es indispensable.
Este modelo se caracteriza por un
esquematismo caricaturesco. Presenta el estado de desarrollo alcanzado por
Estados Unidos después de la segunda guerra mundial a la vez como objetivo a
alcanzar y como modelo a reproducir. Así mismo, considera que el modelo de
despegue de Inglaterra, donde se sucedieron la revolución agrícola y la
revolución industrial, debe reproducirse en otras partes. Esto significa no
tener en cuenta la historia concreta vivida por los demás países. No hay nada
que demuestre que cada país tenga que pasar por las cinco etapas descritas.
Insuficiencia del ahorro y necesidad de recurrir
a la financiación
externa
Según el enfoque neoclásico, el ahorro es un
requisito previo a la inversión y es insuficiente en los PED. De donde la
insuficiencia del ahorro es un factor fundamental que explica el bloqueo del
desarrollo. Paul Samuelson se basa, en Economía,,14 en la historia del endeudamiento de
Estados Unidos en los siglos XIX y XX para determinar cuatro etapas diferentes,
que conducen a la prosperidad: nación endeudada, joven y emprendedora (de la
guerra revolucionaria de 1776
a la guerra civil de 1865); nación endeudada madura (de 1873 a 1914); nueva nación
acreedora (de la primera guerra mundial a la segunda); nación acreedora madura
(años 60). Samuelson y sus émulos aplicaron al centenar de países que
constituyen el Tercer Mundo, desde la última postguerra, el modelo de
desarrollo seguido por Estados Unidos desde finales del siglo xvIII hasta la segunda guerra mundial, como si
todos estos países tuvieran que imitar, lisa y llanamente, la experiencia
estadounidense.15
En lo que respecta a la necesidad de
recurrir al aporte de capitales extranjeros (en forma de préstamos o de
inversiones), uno de los socios de Samuelson, Paul Rosenstein-Rodan, emplea la
siguiente fórmula: «Los capitales extranjeros reforzarán la formación del
capital nacional, es decir, serán íntegramente invertidos; la inversión
generará un aumento de la producción. La principal función del ingreso de
capitales extranjeros es ayudar a que la tasa de formación del capital nacional
alcance un valor que pueda mantenerse sin ayuda exterior suplementaria.»16 Esta afirmación es refutada por la
realidad: no es verdad que los capitales extranjeros refuerzan la formación de
capital nacional y son invertidos en su totalidad. Una gran parte de estos
capitales se van rápidamente del país al que se dirigieron temporalmente (faga
de capitales, repatriación de los beneficios).
Otro error monumental: Rosenstein-Rodan,
director adjunto (assistant director) del departamento económico del
Banco Mundial entre 1946 y 1952, hizo predicciones sobre la fecha en la que
una serie de países alcanzarían un crecimiento auto- sostenido. Vaticinó que
Colombia llegaría a ese estadio en 1965, Yugoslavia en 1966, Argentina y México
entre 1965 y 1975, India a principios de los años 70, Pakistán 3 o 4 años más
tarde, Filipinas después de 1975. ¡Majaderías!
Destaquemos que esta definición de
crecimiento autosostenido es utilizada con frecuencia por el Banco Mundial. En
1964, Dragoslav Avramovic, por entonces director del departamento económico del
Banco, emitió la siguiente definición: «Se define el crecimiento autosostenido
como el que implica una tasa de crecimiento de los ingresos del orden del 5%
anual, financiado por fondos gestionados dentro de las fronteras, así como por
capitales extranjeros...»17
La planificación del desarrollo vista por el
Banco Mundial y el establishment universitario estadounidense conduce a
una impostura pseudocientífica, basada en ecuaciones matemáticas que tratan de
dar legitimidad y credibilidad a la voluntad de hacer que los PED dependan del
recurso a la financiación exterior. Veamos un ejemplo, formulado muy doctamente
por Max Millikan y Walt Rostow en 1957: «Si la tasa inicial de inversión local
de un país representa el 5% del producto nacional, si los capitales
extranjeros ingresan a una tasa constante equivalente a un tercio del nivel
inicial de la inversión local, si el 25% de todo ingreso suplementario es
ahorrado y reinvertido, si la ratio capital/producto es 3 y si la tasa de
interés de la deuda externa y los dividendos repatriados son equivalentes al 6%
anual, el país estará en condiciones de prescindir del préstamo neto externo
después de catorce años, y podrá mantener una tasa de crecimiento del 3% sobre
la base de sus propios ingresos.» ¡Otra necedad!
El modelo de doble déficit de Chenery y Strout
A mediados de los años 60, el economista
Hollis Chenery, que unos años más tarde sería economista jefe y vicepresidente
del Banco,19elaboró
con su colega Alan Strout un nuevo modelo llamado «modelo de doble déficit»,20 partiendo de dos condiciones previas:
primero, un ahorro interno insuficiente, y después, una insuficiencia de
divisas. Charles Omán y Ganeshan Wignarja resumen este modelo es los siguientes
términos: «Por definición, las hipótesis del modelo de doble déficit son: que
mientras en las etapas iniciales del crecimiento industrial un ahorro insuficiente
puede constituir la principal limitación de la tasa de formación del capital
nacional, una vez que la industrialización está bien encaminada, la limitación
principal puede no ser ya el ahorro interno en sí mismo, sino la disponibilidad
de divisas requeridas para importar bienes de equipamiento, bienes intermedios
y quizás incluso materias primas empleadas como insumos industriales. El
déficit de divisas puede así superar el déficit de ahorro como principal
limitación del desarrollo.»21 Para resolver este doble déficit, proponen una respuesta simple:
pedir un préstamo de divisas o aumentar las exportaciones.
El modelo Chenery-Strout es muy matemático.
Era lo que se estilaba. Tiene la ventaja, para sus partidarios, de otorgar
credibilidad y apariencia de rigor científico a una política que sobre todo
pretende incitar a los PED a recurrir masivamente al empréstito exterior y a
las inversiones extranjeras, por un parte, y por otra a hacer depender su
desarrollo de las exportaciones. El modelo fue objeto de muchas críticas en su momento. Citaremos la
opinión de Keith Griffin y Jean Luc Enoí quienes afirman que el recurso a los
aportes externos limitará el ahorro local: «Mientras el coste de la ayuda (por
ejemplo, los intereses del préstamo externo) sea inferior al crecimiento
marginal del capital y de la producción, a un país le convendrá endeudarse todo
lo posible y a sustituir el ahorro local por el préstamo externo. En otras
palabras, dado un objetivo a alcanzar en términos de tasas de crecimiento, la
ayuda exterior permitirá un aumento del consumo y limitará el ahorro local a la
diferencia entre la inversión deseada y el monto de la ayuda exterior
disponible. En consecuencia, el fundamento de los modelos del tipo
Chenery-Strout es endeble en la medida en que, en teoría, se debería encontrar
una relación inversa entre la ayuda exterior y el ahorro interno.»22
La voluntad de incitar a los ped a recurrir a la ayuda exterior como
medio de tener influencia sobre ellos
La política de ayuda bilateral y la del
Banco están relacionadas con los objetivos políticos que persigue Estados
Unidos en materia de asuntos exteriores.
Para
Hollis Chenery: «El objetivo principal de la ayuda exterior, así como de otros
instrumentos de política exterior, es producir a escala mundial el tipo de
ambiente político y económico en el que Estados Unidos pueda perseguir en las
mejores condiciones sus propios fines sociales.»23
En un libro titulado Las naciones
emergentes: su crecimiento y Estados Unidos, Max Millikan24 y
Donald Blackmer, ambos colegas de Walt Rostow, describen con claridad, en 1961,
ciertos objetivos de la política exterior estadounidense: «Es del interés de
Estados Unidos ver emerger del proceso de transición unas naciones dotadas de
ciertas características. En primer lugar, deben ser capaces de mantener su
independencia, especialmente frente a poderes hostiles o potencialmente
hostiles con respecto a Estados Unidos. [...] En cuarto lugar, deben aceptar
el principio de sociedad abierta, en la cual sus miembros estén invitados a intercambiar
ideas, mercaderías, valores y experiencias con el resto del mundo; esto implica
que sus gobiernos deben estar dispuestos a comprometerse en disposiciones de
control social, policial y económico necesarias para el funcionamiento de una
comunidad internacional interdependiente»,25 bajo el liderazgo de Estados Unidos, naturalmente.
Más adelante, en el libro, señalan
explícitamente cómo la ayuda se utiliza como instrumento para orientar la
política de los países ayudados: «Para que la ayuda en capitales alcance una
potencia óptima de incentivo con el fin de persuadir a los países subdesarroliados de que
sigan una vía compatible con los intereses de Estados Unidos y del mundo
libre, las sumas ofrecidas tienen que ser suficientemente importantes y las condiciones suficientemente
flexibles para persuadir a los países receptores de que el juego
vale la pena. Esto significa que debemos invertir unos recursos sustancialmente
más importantes que hasta ahora en nuestros programas de desarrollo económico.»26 (El subrayado es del autor.)
Veremos más adelante que el volumen de los
préstamos a los PED aumentó a un ritmo creciente en el curso de los años 60 y
70, como consecuencia de una política deliberada de Estados Unidos, de otros
gobiernos de países más industrializados y de las instituciones de Bretton
Woods destinada a influenciar las políticas del Sur.
privilegiar las exportaciones
Chenery y Strout afirman en una de sus
principales contribuciones que el recurso a la sustitución de importaciones
constituye un medio admisible para reducir el déficit de divisas.27 Después cambiaron de opinión, en un
momento en el que la aplicación de políticas de sustitución de importaciones
por algunos PED se convertía en uno de los principales temas de las críticas
formuladas por el Banco, el FMI, la
OCDE y los gobiernos de los más importantes países
industrializados.
Es así como otros trabajos de economistas
directamente asociados al Banco se dedicaron a valorar las tasas efectivas de protección
de las economías y los sesgos resultantes en términos de utilización de
recursos productivos y de rentabilidad de las inversiones. Preconizaban una
orientación de las estrategias hacia las exportaciones, el abandono de las
tarifas proteccionistas y, en general, una política más basada en los
mecanismos de mercado para la fijación de precios. Bela Balassa, Jagdish
Bhagwati y Anne Krueger28 sistematizaron este enfoque y sus análisis marcaron la evolución de
las instituciones internacionales, constituyendo el zócalo teórico de las
medidas de apertura comercial propugnadas en las décadas de los años 80 y 90.
Anne Kreuger29
escribió: «Un régimen de promoción de exportaciones puede liberar la economía
del país del yugo del subempleo keynesiano, pues, al contrario del régimen de
sustitución de importaciones, puede disponer de una demanda efectiva
virtualmente infinita para sus productos en los mercados internacionales, y por
lo tanto siempre puede tender al pleno empleo, a menos que haya una recesión mundial.
Una economía pequeña orientada a la exportación será capaz de vender cualquier
cantidad de bienes que produzca; en otras palabras, la capacidad de oferta del
país será la única limitación.»30 Siempre el mismo cuento.
trickle-down o el efecto derrame
El efecto escurrimiento o derrame es una
metáfora trivial que ha guiado la actividad del Banco Mundial desde el
principio. La idea es muy simple: los resultados positivos del crecimiento se
derraman, beneficiando en primer término a los más ricos, pero al final llegan
también a los más pobres. Así, éstos tienen interés en que el crecimiento sea
lo más fuerte posible, pues de ello dependen las gotas de riqueza que les
lleguen. En efecto, si el crecimiento es débil, los ricos retienen una parte
mayor que cuando el crecimiento es fuerte.
¿Cuales son las consecuencias para la
conducta del Banco? Hay que favorecer a cualquier precio el crecimiento para
que la escorrentía llegue a los más pobres. Toda política que frene el
crecimiento en nombre de la redistribución de la riqueza (aunque sea parcial) o
en nombre de la defensa del ambiente reduce el efecto derrame y causa un
perjuicio a los pobres. La actitud de los dirigentes del Banco se guía en la
práctica por esta metáfora, cualquiera que sea el discurso, más sofisticado,
de algunos expertos. Los historiadores del Banco dedican una veintena de páginas
a las discusiones sobre el trickle down31 y reconocen que
«esta creencia ha justificado unos esfuerzos duraderos para persuadir a los
deudores de las ventajas de la disciplina, del sacrificio, de la confianza en
el mercado y por ende de la necesidad de no caer en las tentaciones
políticas».32 Afirman que esta creencia ha caído en desgracia progresivamente, a
partir de los años 70, por los violentos ataques de una impresionante cantidad
de investigaciones sobre el tema, tanto en Estados Unidos como en los PED.33 Pero revelan que en la práctica no se ha
cambiado gran cosa,34
sobre todo desde que en 1982 el trickle down recuperó su posición en el
Banco. Evidentemente, el trickle down es inseparable de la cuestión de
la desigualdad, que ahora abordamos.
la
cuestión de
la desigualdad en
la distribución de
la riqueza.
A partir de 1973, el problema de la
desigualdad en la distribución de los ingresos en los PED, como factor que
influye sobre las posibilidades de desarrollo, comenzó a ser estudiado por el
Banco. El equipo económico dirigido por Hollis Chenery se dedicó a ello con un
cierto brío. El libro más importante que el Banco dedicó al tema fue coordinado
por el propio Chenery y se tituló Redistribución y crecimientoSe publicó
en 1974. Chenery era consciente de que el tipo de crecimiento inducido por la
política de préstamos del Banco generaba un aumento de la desigualdad. La
preocupación del Banco fue expresada en muchas ocasiones de forma muy clara
por Robert McNamara: si no se reduce la desigualdad, se asistirá a repetidas
explosiones sociales y éstas perjudicarán los intereses del mundo libre,
cuyo liderazgo ha asumido Estados Unidos.
Chenery no compartía el punto de vista
expresado por Simón Kuznets37 en los años 50, según el cual después de una fase necesaria de
aumento de la desigualdad durante el despegue económico, ésta es posteriormente
reabsorbida. La necesidad de ver crecer la desigualdad estaba muy arraigada en
el Banco, como lo prueban las palabras de su presidente, Eugene Black, en abril
de 1961: «La desigualdad de la renta depende necesariamente del crecimiento
económico [que] da la posibilidad a la gente de escapar de una existencia en la
pobreza.»38 Sin
embargo, los estudios empíricos realizados por el Banco en la época de Chenery
desmienten las afirmaciones de Kuznets.
De todos modos, después de la salida de
Chenery en 1982 y su reemplazo por Anne Krueger, el Banco abandonó por completo
la preocupación por el aumento o el mantenimiento de la desigualdad, a tal
punto que se decidió no publicar más datos sobre el tema en el Informe anual
sobre el desarrollo en el mundo. Anne Krueger, como veremos luego, no
vaciló en retomar la curva de Kuznets por su cuenta, haciendo del aumento de la
desigualdad una condición del comienzo del crecimiento ya que el ahorro de los
ricos es capaz de alimentar las inversiones. Hubo que esperar la llegada de
Francois Bourguignon como economista jefe, en el año 2003, para asistir a una
reactivación del interés del Banco en esta cuestión.39 En el 2006, en el informe del Banco
Mundial sobre el desarrollo en el mundo titulado Equidad y desarrollo se
vuelve a hablar de la desigualdad como freno del desarrollo.40 Su enfoque es considerado, en el mejor
de los casos, como de buen marketing por James Wolfensohn (presidente
del Banco entre 1996 y 2005) y por su sucesor, Paul Wolfowitz.
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